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La familia Castao no era rica. Todos nacimos en la finca La Blanquita de doscientas cincuenta hectreas en tierra fra y dos animales por cada tres hectreas, lo que no sumaba ms de 150 animales. Uno admira al viejo que madrugaba para sostener doce hijos. Su nica ventaja era que slo requera comprar la sal porque en la finca mantenamos gallinas y cuando una res se quebraba una pata, nos quedaba carne para mucho tiempo. Tenamos vacas lecheras, se haca mantequilla y queso. La quebrada que pasaba cerca era cristalina y uno poda pescar; la caza de guaguas, armadillo y conejo era normal. Eso sin contar los cultivos de pan coger, pltano, frijoles y yuca. Mi padre tena el concepto de que entre ms hijos engendrara ms personas trabajaran para el bienestar de la familia, parecido a Mao Tse-Tung, quien deca: Entre ms chinos, ms grande ser la China. Los hijos eran un instrumento, con la diferencia de que en casa se respiraba mucho amor y una profunda fe catlica.

Pap slo pudo disfrutar de un corto despegue econmico cuando Fidel lleg de Medelln y le compr la mitad de la finca. Aos ms tarde, lo convenci de que dejara esa tierra fra y pobre de Amalfi. El viejo vendi y se fue con Fidel a comprar una tierra cerca de Segovia, zona minera y de clima caliente, donde el dinero se vea circular. La nueva finca se llamaba El Hundidor. En dos aos mi padre logr levantar ms de 600 reses y su ganado era apetecido. Rpidamente duplic el capital labrado con dificultad en cuarenta aos de trabajo en Amalfi. Comerciaba con ganado. Lo compraba en la maana y lo venda en la tarde. Al ritmo que trabajaba el viejo en la hacienda, iba a crecer mucho. A pesar de ser el dueo de la finca, haca las veces de mayordomo. l mismo capaba los novillos y los vacunaba. Trabajaba en El Hundidor desde las seis de la maana hasta las cinco de la tarde. Lo nico que no haca era coger una rula o un machete.

Cuando tena La Blanquita en Amalfi, trabajaba de lunes a viernes la finca y en la tarde se regresaba en su yegua, la ms linda del pueblo. Un taparo comparado con un caballo de paso. En la plaza central, al lado de la carnicera de don Efran, su gran amigo, me la entregaba para que yo la regresara a la finca. Recuerdo que la yegua se llamaba Emperatriz y era muy alta. A mi padre le tocaba subirme de un empujn. l se rea mucho de m cuando vea que yo tomaba una ruta ms larga slo para pasar por el frente de la escuela de nias, que a esa hora salan. Pasaba en la yegua erguido y serio, sin mirarlas, pero convencido de que me vean todas las estudiantes de la Normal de Seoritas, especialmente la hija del alcalde, mi primera novia. Meses despus, fui por primera vez a Segovia, y all sent pesar por pap. Vi como los nuevos ricos malgastaban el dinero, vea uno a esos borrachos darles fajos de billetes a esas putas. Como era zona minera, reinaban el licor y las mujeres. Mientras tanto, pap cuidaba los pesos que difcilmente ganaba en Amalfi. Recuerdo una singular forma de ensearnos el valor del dinero: Carlito seas, tome estos quinientos pesos y se los guarda en el bolsillo derecho y estos cinco pesos en el izquierdo. Los cinco se los puede gastar; los otros tambin: son suyos, pero no se los gaste. Nos dejaba los quinientos pesos quince o veinte das y cuando menos nos imaginbamos, se acercaba, los contaba y los peda de regreso. Al final, slo deca: Hay que aprender a guardar la plata y a no malgastarla, muchachos.

Pero los das difciles en Amalfi haban pasado ya. Vendimos la finca La Blanquita, aunque conservamos la casa; tambin la del pueblo.

Se completaban dos aos de prosperidad en la tierra de Segovia y comenzamos a pensar que bamos a ser ricos, pero nos lleg la tragedia y detuve mis estudios. Hice hasta primero de bachilletaro en el Conrado Gonzlez de Medelln y la mitad del segundo ao de secundaria en el colegio Len de Greiff.

El secuestro de mi padre se inici a las tres de la madrugada, cuando siete hombres armados llegaron a la finca El Hundidor y se escondieron durante dos horas en un pequeo caaduzal, detrs de la humilde casa hecha en cancel y tejas de aluminio. Todas las maanas, al frente de la casa, en el corral cercano al ro Bagre, cinco trabajadores ordeaban noventa vacas para llevar la leche a Segovia. Cuando comenzaban labores, se oy el grito de uno de los encapuchados que salt del sembrado de caa: Todos los que estn ah, quietos. Se me van ubicando en el rincn y ay del que se mueva.

Cuatro guerrilleros armados los amenazaban con fusiles M-14, y los trabajadores quedaron arrinconados en la entrada del corral hasta que un guerrillero se acerc y pregunt: Quin es el encargado? Miguel contest: Yo soy. Dos guerrilleros lo llevaron hasta la puerta de la casa para obligarlo a llamar a mi padre, mientras le apuntaban con un arma. Toc la puerta y lo llam dos veces: Don Jess, don Jess

l ya vena saliendo y se encontraba casi listo para empezar el da, sin saber que se convertira en el peor de su vida. Se coloc en la cintura su habitual revlver Colt, calibre 32, le quit el seguro a la puerta y, al abrirla cinco centmetros, desde afuera la extendieron a patadas mientras le gritaban: No se mueva, manos arriba!. De inmediato se le tiraron encima, cual piraas, dos guerrilleros. Lo derribaron y, despus de desarmarlo y amarrarlo con cabuyas, le decan entre otros insultos: Oligarca hijueputa.

Aura y Abraham, los dueos de un pequeo restaurante al borde de la carretera, fueron los ltimos que vieron a pap. Doa Aura le conoca los itinerarios y le pareci extraa la hora y la velocidad con la que apareci la camioneta. Eran las seis de la maana cuando le dijo a su esposo: Abraham, mira la camioneta de don Jess con un montn de gente atrs. Deben ser unos pescadores, le contest l.

Aura senta que algo extrao pasaba; don Jess no acostumbraba a transportar tanta gente en su carro.

En ese mismo vehculo se lo llev las FARC la maana que lo secuestr. Cuenta doa Aura que luego vio que lo transportaban amarrado de pies y manos. A ella se le encharcan los ojos cuando evoca ese momento: Estaba oscurito y reconoc la camioneta de don Jess. Por ah no entraba sino l, pero no a esa hora. El carro sigui avanzando y yo me sal hasta el comedor del restaurante, cuando vi que a don Jess lo traan sentado en la mitad del platn de la camioneta y cuatro hombres le apuntaban con fusiles. l era un seor fuerte, rozagante, pero lucia plido, no creo que su color fuera de susto sino de rabia porque era un hombre serio y caballero pero muy temperamental. Adelante en la cabina de la camioneta se acomodaban tres ms. Yo vi pasar a don Jess amarradito, con las manos atrs. Vesta una camisa blanca y pantaln azul claro. Se vea que le haban apretado los pies tambin. l ni me mir. Seguro no quera comprometerme. Al rato, lleg un muchacho, Javier, muerto del susto, pidi una cerveza, se sent y me dijo que haba visto cmo a don Jess lo bajaban de la camioneta y lo montaban a la brava, en un caballo de un seor Chamn, al que obligaron a prestar la bestia para enrumbarlo monte arriba. En la noche llovi y nosotros slo nos preguntbamos: Dnde lo tendrn? Nos resistamos a creer que la guerrilla lo hubiera secuestrado, si en ese tiempo a l, como a todos nosotros nos tocaba colaborarles, y nadie les negaba nada.

A mi padre lo condujeron a Lagartos, un can en medio de una zona montaosa, entre la vereda el Tigre y mi pueblo, Amalfi, en los infiernos, a siete das de camino. Es un lugar hostil e inhspito. No tuvimos noticias de l en semanas hasta que apareci la primera boleta, que se la entreg Paturro a mi hermano Fidel.

Jos Tobn, alias Paturro, un hombre prestante en Remedios, Antioquia, nos ayud a negociar el secuestro de mi padre; pero despus nos enteramos de que no slo mediaba, sino que facilitaba los plagios y hasta iba en un porcentaje de lo que pagaba la familia del secuestrado. Paturro est vivo y, paradjicamente, acaba de salir de un secuestro de las FARC. Mal paga el diablo a quien bien le sirve. No lo mat porque era un viejo zalamero y consentidor. Se gan a mi mam y a mis hermanas. Mi familia no me lo perdonara. Si por ellos fuera, no se ejecutara a nadie. Pero es bueno que por lo menos en la historia quede registrado el tipo de persona que fue. Se lucr no slo con el secuestro y la muerte de mi padre, sino tambin con el de un importante joyero de Medelln.