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-Hola, mi viejita.

-Ay, mi nio.

Doa Rosa abraz a su hijo dejando por segundos la cabeza reclinada en el hombro de Castao.

-Mam, saluda a Kenia. Y te quiero presentar a un seor que est de paso y te quera conocer.

Castao me haba advertido que as me presentara para evitar que ella se intimidara conmigo. La habamos sorprendido cocinando y haciendo las cosas que entretienen a las mams. Doa Rosa se quit unas gafas de marco grande y se pein su cabello corto, poblado por las canas de la edad y la virtud. Despus de aceptarle un queso con dulce de guayaba, Castao la provoc para que hablara.

-Todos mis hermanos hicieron su primera comunin con el mismo vestido; la hora de ir a la iglesia era cuando uno creca y le encajaba el traje. Cierto, doa Rosa, que como yo me qued pequeo y no creca, nunca me sirvi el vestido y casi no hago la primera comunin?

Al instante, replic de pie desde la mecedora donde le acariciaba el cabello a Kenia:

-No hable bobadas, a usted se le arregl su vestido y pudo hacer la primera comunin, como Dios manda; con el padre Too la hicieron unos y con el padre Montoya, otros.

-Mam, pero yo he sido el ms adelantadito de los hermanos, el ms juicioso, cierto?

Doa Rosa agach un poco la cabeza y lo mir como regandolo al decirle:

-rbol que nace torcido, su tronco no endereza.

-Doa Rosa, cmo dice usted eso! Ya s que quiere ms a mi hermano Hctor, que es muy sano, y nunca quiso la Autodefensa, s o no, mam?

-No seor, a todos los hijos los quiero por igual. Estn o no metidos en eso.

Entre pregunta y respuesta, Carlos no perda la sonrisa al molestar a su mam, y ella haca lo mismo, pero trataba de ocultarlo.

-Mire, mi nio, el que invent las armas debe estar ardindose en el infierno.

-Pero yo que las uso buscando cambiar y mejorar este pas, qu, mam?

-No, mi nio, el error fue habernos ido para la ciudad.

-Es que mi mam dice que desde que nos fuimos para Medelln, todo lo malo nos empez a pasar.

-Mi viejita ya tiene listo el vestido para mi matrimonio?

-Qu matrimonio! No le vaya a hacer ese mal a esta nia tan linda. Ella est muy pequea para usted.

-Pero cuntos aos se llevaban mi pap y usted?

-Eso era otra poca, djela que ella est muy bien as, muy linda solita.

-Viejita, usted por qu no se va conmigo y Manuelito, mi hermano, para una casita ms cerca, donde yo la pueda visitar; mire que hace rato no la vea y all va a estar mejor.

Doa Rosa hizo cara de no querer moverse de ah; la misma expresin tuvo Manuelito, que ya es un seor de cincuenta aos y est cansado de huirle a la guerra, pues a donde va como cualquier ciudadano comn y corriente, corre el peligro de morir por ser un Castao.

Mientras doa Rosa me serva otra taza de agua de panela, observ su cuarto. Al frente de una sencilla cama y un nochero ordenado, se ubicaba la mesa que ms cuida, pues all reposa una imagen de la Virgen Mara, junto a una Biblia y un Sagrado Corazn de Jess. Las figuras estn escoltadas por la foto del padre Leonidas Moreno y el papa Juan Pablo II, juntos.

-Ese cura s que me ha dado dolores de cabeza, pero es un gran hombre de Dios -dijo Castao. Como misionero, es el que ms ha hecho por los negritos del Choc, tambin es el que ms palo me ha dado y con el que ms diferencias tengo por las Comunidades de Paz. l, tratando de salvar su obra, las ha defendido, sabiendo que estn infiltradas por las FARC, y la guerrilla las utiliza para hacer fechoras.

-Mi mam es lo ms camandulera del mundo; y es que ha sufrido mucho, se le ve el dolor en el rostro, me susurr.

-Su expresin es dura y llena de nostalgia, le dije.

-Ella es una mrtir, y la pena ya la anestesi. Se le muri su esposo y la guerra ya le ha quitado cinco hijos, cuatro hombres y la nia menor. Lo de pap fue lo ms duro para ella, casi se nos muere. Ellos haban logrado formar un hogar catlico y conservador laureanista. En esa poca decan de mi pap que su palabra era una escritura. l sigue siendo mi ejemplo ideal de rectitud, de tica y valores. Recio, implacable; una autoridad, un patriarca. En esa poca se iba a misa de 5 de la maana y se rezaban los tres rosarios a las 5 de la tarde.

En la casa siempre fue importante trabajar, por eso l nos pagaba salario por nuestra ayuda en la finca, los fines de semana. Nos daba dos pesos semanales, ahorrbamos y luego l le completaba a uno con el fin de comprar los cuadernos para estudiar. Desde nios nos ense que uno deba ganarse el dinero para mantenerse. En la finca madrugaba a poner el agua, y me deca: Carlitos, a echar el agua. Tena que coger por toda la acequia hasta la toma y encauzarla. Luego me corresponda ir a enrejar las vacas, pues no saba ordear bien, estaba muy pelao, de ocho aos. Despus me tocaba recoger la boiga vieja y llevarla a una huerta para abonarla, regresaba de llevar cuatro o cinco viajes de boiga y nos gritaba mam: Carlitos y Reynaldo, a garitiar. Yo creo que ese trmino no existe, pero as le decamos a llevar la comida a los trabajadores de la finca, que estaban rozando en un tajo de nuestra tierra. En una olla llevbamos la sopa y en una jiquera o catanga cargbamos el seco envuelto en hojas de pltano: arroz, carne, tajadas y arepa.

-Ya era malicioso cuando eso- dijo su hermano Manuelito, quien escuchaba a Carlos Castao, desde la puerta de la habitacin de doa Rosa. Cuenta el Mono Candelillo, un amigo y trovador, que le metan piedritas al seco y cuando alguien las morda soltaban la risa. Carlitos se vena a pelo en la yegua de pap por un despeadero y frenaba en la puerta del corral. Jugaba a no dejarse caer y deca, despus del regao, te asustaste, te asustaste.

Regresamos a la sala de la casa y all fue Teresita, su cuada, quien record cmo hablaba Carlos Castao cuando era nio:

-Trataba de t a t a todo el mundo. Recuerdo que iba una vez con don Jess, alma bendita, y pasaron por donde don Antonio Arango, el hombre ms serio del pueblo, y Carlitos, al pasar por el frente de su negocio, le gritaba: Como ests, hombre, Too. Qu hubo, Carlitos!, le contestaba el seor. Don Jess lo rega y le dijo: Qu es eso de hombre, Too? No ve que es un seor muy importante. Carlitos le contestaba: Tranquilo, pap, que se es amigo mo.

Victoria, la profesora que le ense a leer, cuenta que siempre se haca adelante. Una vez lo sac a escribir las vocales y l, tmidamente, sali al tablero. Cada vez que escriba una letra, l la miraba, ella aprobaba y l sonrea, hasta completar las cinco vocales. Cuando termin, se devolvi a la silla tan seguro como el que ms saba. Ella dice que usted le llamaba la atencin por el exceso de respeto que le tena a ella.

-No era slo respeto- dijo Castao. Era admiracin por todo lo que saba la profesora; adems, yo quera ser profesor.

-Mam, pero vea que yo haca buenas obras cuando era muchacho: le ense a jugar ajedrez a la hija del alcalde, despus de ganarme el campeonato en la escuela. Pero me ennovi con ella y se acabaron las clases privadas. Les inund la casa de anturios blancos y rojos a las hermanitas del convento. La monja Carmen Julia y la hermana Mara Helena fueron alumnas mas, les ense a montar en bicicleta. Cuando yo trabajaba los domingos limando los piones, apretando radios y limpiando ruedas libres, me llev una de la ciclas del alquiladero La Nia para el patio de la Normal de Seoritas, y all aprendieron las religiosas. Siempre he sido amigo de las monjas y los curas. En la misa del domingo, lea la palabra de Dios. Recuerdo que en Medelln, antes de ser secuestrado pap, dialogaba con el prroco de la iglesia Santa Rita de Casia en el barrio Simn Bolvar. Al padre Heladio le preguntaba con frecuencia sobre la problemtica de Medelln: cmo vivan las personas?, por qu tanta gente junta?, dnde hay empleo para todos? Un cura ensea y hay bastante que aprenderle; adems, ellos estn dispuestos. Conseguir quin le ensee a uno gratis o sin ningn inters, es difcil. En cambio a ellos es fcil llegarles y no necesita uno pretextos; charlar con un obispo es delicioso, porque ellos han estudiado un jurgo. Yo a los curas siempre les digo padres, pero cuando estoy bravo con ellos les digo: Vea, sacerdote!