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Al final acept responsabilizarme por la vida del guerrillero y la seguridad de sus hombres en la entrega. Por eso la primera parte del proceso se efectu a escondidas del Ejrcito, pues ya que, de recibir a tanto guerrillero peligroso, despertamos desconfianza en las Fuerzas Armadas y esto no le convena a la Autodefensa.

En la entrega oficial, los encargados de realizar toda la negociacin fueron, por la Autodefensa, Hernn Gmez; por la Iglesia, monseor Duarte Cancino; por el Gobierno, Urbano Viana y Toms De la Concha. Ellos tramitaron la movilizacin de los guerrilleros en helicpteros del Ejrcito, con orden expresa del Presidente. Se produjeron varios viajes desde el campamento guerrillero en Ro Verde hasta el sitio acordado.

La tercera entrega de guerrilleros del EPL, que inclua al comandante Sarley y Ricardo, ocurri por intermedio nuestro, de Hernn Gmez y Toms De la Concha en el corregimiento de Fresquillo en Tierra Alta. Los delegados portaban una orden presidencial para transportar a los guerrilleros en helicpteros del Ejrcito. Al llegar a la brigada, cuenta Hernn que el general Manosalva se sorprendi y dijo: As me gusta, que se entreguen porque los tengo rodeados!

Los guerrilleros viajaron de noche y de da a Cedro Cocido. Gonzalo, el comandante ms perseguido por las autoridades, tambin arrib all, pero como era responsable de numeroso delitos la Fiscala no respet e intent capturarlo. Un da antes, la fiscal departamental, Carmencita Turiso, proveniente de Medelln, se dio cuenta de la inconveniencia de no respetar lo pactado con los que se entregaban, entre ellos Gonzalo.

Sin embargo, sus superiores enviaron desde Bogot una comisin para capturarlo al da siguiente. Esa noche me enter y, como hombre de palabra, me rob a Gonzalo y termin protegiendo a mi archienemigo.

Actualmente permanece en la crcel pero eso ya no es asunto mo. Cumpl y en la reinsercin se hizo lo que les promet a los guerrilleros. Recuerdo que Horacio Serpa y Hernn Gmez, queriendo evitar que el Gobierno tuviera algo que agradecerles a las Autodefensas, plantearon la reinsercin con un plan de desarrollo para una regin donde habitaran los subversivos. Costara alrededor de cuarenta mil millones de pesos el plan. Pero Gonzalo no confiaba en las propuestas del Gobierno y decidi el proceso al estilo Castao.

Para cumplir mi palabra y evitar la captura de Gonzalo por la Fiscala, le ped a Hernn Gmez que lo sacara del campamento. Sera inevitable un encuentro frente a frente, un momento bien particular. Fue trasladado a una finca de la Autodefensa, lo encontr sentado en un piedra con su mujer. Al verme se par. Yo llevaba mi pistola y l, nada. Me acerqu y lo salud: Gonzalo, cmo ests? Entonces me contest de igual manera: Cmo ests, Carlos?

No se me ocurra qu comentar hasta que intervino Hernn Gmez:

Qu pasa aqu? Se van a matar o a dar la mano?

Estrechamos las manos y nos remos con el reclamo desabrochado de Hernn. Increble!

Antes me refera a Gonzalo como negro hijo de puta. Me mat civiles, me desapareci gente, dirigi emboscadas sangrientas, quem ranchos y caseros en zona nuestra; un devastador.

Por eso me sorprendi encontrarme a un hombre sereno, de voz suave. Apareca calmado y se notaba que haba conocido situaciones ms adversas que las que yo haba enfrentado en el campo de batalla.

Despus de conversar partimos en mi camioneta. Por el camino destap media de aguardiente y nos la bebimos. Al final de la noche, me preguntaba por qu nos matbamos.

Los enemigos comienzan odindose, pero al prolongarse la guerra se examinan con curiosidad y despus se desprecian. Pero se reconocen en su realidad. Por lo menos eso me ha pasado a m.

No s si con las Farc me suceda lo mismo algn da, pero a medida que pasan los aos y uno se encuentra con el enemigo, ms valor tiene esa pregunta: Por qu nos matamos?

XVII. DAS DE CONSPIRACIN

El humo de la fogata irrit nuestros ojos pero dispers eficazmente a las polillas. La bella cascada que divisaba desde el altillo natural donde nos encontrbamos se perdi en la oscuridad. La noche lleg ms pronto de lo esperado. Slo nos iluminaban las lucirnagas gigantes y el chorro de luz amarilla de una linterna de bolsillo recostada sobre la mesa. Durante nuestra conversacin se desgaj un aguacero como un baldado de agua derramado desde el cielo de la selva. Guardamos nuestros documentos en los morrales y corrimos por la trocha enfangada a escampar en la choza central del campamento. Un bombillo alumbraba una extensa mesa de madera donde hablamos slo unos minutos ms, porque a Castao lo venca el sueo. Pronto decidi irse a dormir a su carpa. Yo me qued escuchando las historias de guerra de los patrulleros, en medio de un fro intenso. A la una de la maana llova igual. Decid descansar y un guardia me acompa hasta mi carpa, vecina a la de Castao.

-Puede dejar las botas frente a la carpa pues el toldo que la protege evita que se mojen -me dijo el guardia.

Le agradec la sugerencia y permanec solo ante la malla trasparente de la entrada. El nico orificio libre para halar la cremallera y entrar era el que dejaba el cable del bombillo que alumbraba el interior de la carpa. En mis momentos de insomnio escuchaba el fragoso golpe de la lluvia sobre el toldo que protega la carpa. Me impresionaba el estruendo de los truenos en la selva, distinto a los que escuchaba en la ciudad, el campo o el mar. El eco era largo e interminable encadenndose un ruido pavoroso.

An no eran las seis de la maana. Abr la cremallera de mi carpa y al pasar por el frente Carlos Castao pregunt:

-Buenos das, Madrug? Luego me invit a baarme en la cascada.

Sal en pantaloneta y sin camisa, con un maletn de aseo, con mis botas puestas y una toalla al hombro. El clima era extrao, una mezcla de fro y humedad.

Dej mis botas en un arbusto cercano a La Cristalina, como llamaba Castao el sitio que comprenda una pequea playa de piedras diminutas similares a suave arena de mar. El agua pura y menos fra que la temperatura ambiente invitaba a nadar en ella. Nad hacia Castao que tena espuma blanca por todo el cuerpo. Me pas la pasta de jabn, se sumergi para enjuagarse y luego me dijo:

-Anoche le algunas pginas del libro que me regal. En la extensa entrevista al ex candidato presidencial lvaro Gmez Hurtado distingu su faceta humana y familiar que no conoca bien. Pens en contarle lo que conozco sobre su asesinato, pero me arrepent. Primero, no tuve nada que ver, y segundo, la verdad ya la conocen los afectados.

Por una extraa razn, entre ellos y los victimarios parece que se hubiese pactado un armisticio sordo y rencoroso. El crimen del lder conservador fue perpetrado por un sector del narcotrfico y uno del Estado.

Por eso dudo si deba ser yo el que revele la verdad sobre el responsable de la muerte del doctor Gmez, sobre todo cuando la gente del poder en Colombia ha preferido guardar silencio. Lo que s permanece claro para m es que han tratado de torcer la verdad de manera insistente.

Hablo de este caso, porque en la investigacin del crimen sospecharon de m, cuando nicamente he admirado a ese hombre. Por eso le cuento que un da me visit el narcotraficante Orlando Henao Montoya acompaado de su lugarteniente y otro narco ms. Henao me dijo: Vengo en nombre de un importante grupo de personajes colombianos y queremos ofrecerle un milln de dlares por asesinar a lvaro Gmez Hurtado o al ex fiscal Alfonso Valdivieso Sarmiento.

Ellos podan hacerlo solos pero me queran involucrar en el magnicidio. Nunca cre que pretendan hacerlo realmente, entend que su intencin era enviar conmigo una advertencia velada a quienes ellos vean como un riesgo para el Gobierno Samper. Es algo como hablarle a Bolvar para que escuche Santander. Esto lo percib sobre todo en el consejero de Orlando Henao y su lugarteniente, que no tena limites, su irracionalidad era tal que adverta, mataba y endilgaba. As Orlando Henao Montoya tuvo el poder sobre los narcos durante aos. Fue el capo de capos.