18, le estn dando a la camioneta! Acrquese ms.
Se oan disparos cercanos como arena lanzada en una hoja de aluminio. Nos estn dando! exclam 18. Tiene que ser de muy cerca, pens. Por un momento vi moverse la silueta del enemigo entre el matorral y los rboles; la luna alumbraba muy poco. Por las rastrojeras altas se iban acomodando unos hombres mientras otros comenzaban a disparar. Como una aparicin fantasmal, atisb por el parabrisas, a no menos de diez metros, cmo con cautela se levantaba sobre la va un guerrillero. Entonces le grit a 18: Pare, pare! Trese!
18 abri la puerta, lo empuj fuera del carro y vi romperse el parabrisas en mil pedazos. El rafagazo del guerrillero dej el espaldar de la silla destrozado; cuatro disparos quedaron all incrustados. Al caer en la va, sent el primer disparo en mi cuerpo, se me movi el antebrazo y prefer no mirar. Las farolas del Trooper y las camionetas quedaron encendidas. Los chorros de luz provenientes de los carros abandonados iluminaban la carretera. No menos de cuarenta tiros recibi el Trooper; lo sacudan los balazos. Acostado en el suelo, tom la subametralladora MP5 y, sin pensarlo, solt una rfaga de quince tiros alrededor.
En ese momento una granada de mano PVR-26 explot delante del carro y cubrindome de polvo, me quit la visibilidad. Con la metralleta en las manos, me arrastr buscando una colina. En la cima divis, a menos de quince metros, varios comandantes hablando tranquilamente; el sitio estaba invadido de guerrilla. Yo llevaba una camisa blanca y verde que de inmediato me arranqu con botones y todo para evitar ser detectado. Regres por la misma ruta haciendo el menor ruido posible, hasta la carretera, que alcanc a pasar, confundindome entre los gritos y movimientos de la guerrilla, a lado y lado de la carretera. Nunca me imagin que fueran tantos.
Al arribar al monte de la derecha, cerca de los carros, explot, a mi lado, una granada de fragmentacin, y una esquirla se me meti en el ojo derecho. Sangr a cntaros, y por un momento cre perderlo.
Al lado de la carretera donde haba logrado llegar, pude apreciar un rbol y al fondo, un rastrojo. Me arrastr hasta el tronco, recost mi espalda en l, creyendo estar a salvo, pero fui detectado. Pens: En diez segundos estoy muerto. Dios mo bendito, que sea lo que Usted quiera. Me disparaban como lo hacen los profesionales, con tiros pausados y seguros: tas, tas, tas. Me hubiera tranquilizado ms un rafagazo: rata, ta, ta, ta, ta. Eso es al azar!
Me tienen ubicado, repeta en mi mente. Mir hacia la izquierda y vi el rastrojo. All no pareca haber guerrilla. Uno, como campesino, sabe que si hay un potrero y luego un rastrojo, despus una cerca y la maleza. Alcanzaba a ver en el medio un charco de agua o una especie de pantano. Cog la metralleta y, decidido a saltar el charco y la cerca, me lanc. Al saltar, sent los disparos de dos o tres fusiles.
Alcanzaba a reconocerlos, por el sonido distinto de fusiles R-15 o M-16. No haba ningn charco donde me lo imaginaba; slo un peladero de tierra roja. Preparado para caer en una superficie blandita, me fui de bruces.
Gritaron: Va roto! Va roto!
Agarr la metralleta y descargu el proveedor: rata, ta, ta, ta, ta. Ignoro cuntos pasos di, pero recuerdo que llegu hasta la cerca, la salt y el pantaln se me engarz en el alambre de pas. Me ray sin piedad toda la pierna y no pude gritar del dolor. De espaldas, me deslic hasta el arbusto. Despacio, en silencio, me coloqu el arma en el pecho y la cargu de inmediato con un nuevo proveedor.
Sent pavor porque despus de estar unos minutos en mi escondite, el cuchicheo de varios guerrilleros se oa cerca, alcanzaba a escuchar sus voces. No rezaba, pues Dios me haba llevado a salvo hasta all. De aqu me libro, pensaba. No s por qu lleg a mi mente la imagen de Carlitos, mi hijo. Pero lo apart de mis pensamientos. Sooliento, quiz por estar desangrndome, senta el fro de la muerte y pensaba en todo lo que faltaba por hacer. Qu va a pasar?, me preguntaba. Fue la noche ms larga de mi vida.
En combate, no se siente miedo. Tal vez al comienzo, en los primeros disparos, s. Luego uno entra en calor y no teme. Puede perder, aunque no lo cree. Pero estar reducido a la impotencia y rodeado por el enemigo, es distinto.
En la oscuridad, y con la guerrilla replegada a lado y lado de la carretera, me ocult en sentido contrario a mis hombres. Se desat un desorden de bala impresionante; ni los mismos guerrilleros saban dnde estaban sus compaeros.
Esa noche, los subversivos se dieron plomo entre ellos y fallecieron diecisiete. Ese fue un combate muy raro.
Permanec quieto durante la noche y deseaba que lloviera pero apenas caan algunas gotas debido al exceso de plvora y dinamita en la atmsfera. En combates fuertes o despus de la explosin de una bomba, cae una llovizna y despus se precipita un aguacero. El enemigo lanzaba luces de bengala para ubicarnos; los colores azules, rojos y naranja de las balas trazadoras pasaban alto; por entre el helecho de dormidera, donde permaneca, se alcanzaba a ver cmo era atacado, sin misericordia y a mansalva, San Pedro de Urab.
Me detuve a mirar por qu sangraba tanto. Me dolan los testculos y sospech que era por el rayn del alambre de pas. No debe ser mayor cosa.
Al da siguiente, me aterr al ver que era una esquirla de granada que me haba atravesado el pene, producindome una gran prdida de sangre y una mancha en todo el pantaln. Tampoco lograba abrir el ojo. Al palparlo suavemente, mi mano se pintaba de sangre. Examinando la herida en el antebrazo, se me hundieron los cuatro dedos. Aunque unos mosquitos me molestaban, no pareca grave. La bat con fuerza y soport el dolor con tal de sacar los bichos.
Sent las voces de los guerrilleros ms cerca. Montaron una ametralladora M-60 a no ms de cinco metros y comenzaron a explorar con fuego la rastrojera donde me esconda. Se escuchaban tan fuertes los disparos que dije: No tienen ni idea dnde estoy. Con la ametralladora no me mataran ah, mas s de un garrotazo. Se acrecent mi preocupacin ya que se adormecan mis pies.
Me desmayar si no encuentro ayuda. Mov los pies y confirm que no tena otra herida.
Note usted, que yo no combat. Slo dispar dos rfagas. Record a mis compaeros: Seguramente los del carro de adelante fallecieron y los de atrs se salvaron.
Los guerrilleros cesaron de disparar y permanecieron tan callados como yo. Aguardaron ms de una hora as, esperando que me delatara. Montaron de nuevo la M-60 y volvi a comenzar la candela. Yo deseaba que lloviera para que soplara el viento y la maleza produjera ruido. As lograra moverme. Pero nada, no venteaba.
Haba perdido la nocin del tiempo. Seran la una o las dos de la maana cuando sent unos carros por la carretera y escuch, a lo lejos, el ruido de otros vehculos regresando a San Pedro; pero no le encontraba lgica. Escuchaba voces por la maraa, aunque ignoraba si eran de la guerrilla o quiz de alguno de mis hombres. El santo y sea era decir noche y contestar buena. De buena no tena nada y no me atreva a pronunciarlo. Qu tal que no fueran ellos? Me aniquilaran tan pronto me entregara. Y los mos, al no identificarme, tambin me mataran.
Al amanecer sent un desplazamiento de tropa enorme. El suelo se mova y el sonido era impresionante. Era el grueso de guerrilla que se levantaba del monte donde yo me ocultaba. Pareca marcharse, pero dud: Se retira la primera avanzada y cuando amanezca, aqu me rematarn. A las cinco de la maana o el traqueteo de una M-60 de tropas amigas, porque disparaban hacia la zona donde luchaba la guerrilla. Los subversivos continuaban enfrentndose entre ellos sin saberlo, pues los que estaban en la toma se enteraron de que varios carros atravesaron y una escuadra de subversivos se haba enfrentado a otra. Esto yo an no lo saba; estaba convencido de que la M-60 era del Ejrcito. A las seis de la maana reinaba el silencio. Dispuesto a sobrevivir, me deslic despacio; haba entrado a la cuevita de maleza que haba sido mi trinchera nocturna. Cuando sal, repar una cerca de alambre a un metro de distancia, me incorpor y un mareo me aniquil. Mir mis testculos, y la sangre coagulada que me brotaba por los pantalones rasgados apareca impresionante, oscura y espesa; poda partirse en troncos.