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Yo en la muerte del humorista Jaime Garzn no tuve nada que ver. Siempre he reconocido a quin he ejecutado y a quin no. Nunca estuve de acuerdo con la actitud que asuma Jaime frente a los secuestros y an as, no estoy implicado en su muerte. A Garzn le pas lo que le suele suceder a todos los negociadores de secuestros: terminan facilitando plagios y de favor a favor, se involucran ms all. S de donde vino la muerte de Jaime Garzn pero eso no es asunto mo.

-Ser que la gente si le cree su versin, Comandante?

No lo s. Slo est a mi alcance exponer lo cierto. Mi compromiso en este libro fue delatar la verdad, y ah est.

En esa misma revista Semana donde sali publicado la denuncia de La Terraza Ronald admiti que en algunos momentos fallaron y cit como ejemplo el atentado a la concejal por la Unin Patritica, Ada Abello. Le contar la verdad.

Un da se decidi en el Estado Mayor de las AUC ejecutar a la concejal. Yo no emit la ponencia y jams estuve de acuerdo con esa decisin. Siempre me he opuesto a ejecutar imbciles que el enemigo muestra como mrtires y luego capitaliza polticamente. Muchas veces le hace uno un favor a la guerrilla al ejecutar este tipo de personas, que ni les importan, ni les sirven para nada.

Al final de la votacin una persona dijo: el Comandante nos deja contentos, pero no la ejecuta. Y as fue.

Habl con Elkin y l le asign la tarea a Ronald, con la orden especfica ma de fallar y no herir a la concejal. La orden era: disparar el rocketazo sin darle al carro donde ella se movilizara. Tena que ser convincente, que no se notara que fall intencionalmente, para que el Estado Mayor no se enterara.

Elkin escogi a Ronald para el atentado por su precisin y certeza. Realiz el operativo mejor de lo que me esperaba. Era peligroso, fue uno de los pocos que recibi formacin nuestra.

Al ejecutar a Ronald, yo cre que La Terraza se acabara pero sobrevivieron dos; drogadictos y enfermos mentales que son los protagonistas de los ltimos atentados como el del parque Lleras. Estos morirn pues la sociedad no me lo perdonara.

-Esto significa que usted asume en parte la responsabilidad del vuelo que tom esa banda?

-No fue mi culpa haberle dado alas a La Terraza; mi responsabilidad est en haber permitido que volaran. La alas las tenan cuando los conoc. Ellos fueron un engendro del narcotrfico que pona huevos en todos los canastos, incluso el nuestro. Acepto que ejecutaron acciones para las AUC.

Castao y yo hicimos una pausa. El fotgrafo dijo que todo estaba listo y el comandante se par. Nos dirigimos haca el kiosco. Posar para una fotografa no le llamaba la atencin y no fue buen modelo ese da. Castao quera terminar rpidamente la cesin, algo le preocupaba. Lo not ms serio y cortante que cualquier otro da. En la noche me llam a su cuarto y me dio la fotografa de su boda. No slo lo acompaaba el cura y su esposa en plena ceremonia; tambin el cuerpo de Cristo, apareca comulgando.

XXIII. LA RENUNCIA

Cuando abr la puerta de la pequea casa de madera, me sorprendi ver al comandante en el kiosco del frente, sentado en un inmenso tronco de rbol seco que el da anterior pas desapercibido para m. Castao estaba tan concentrado en el teln de aquella fra y nublada maana que ni siquiera not mi presencia. Por ningn lado divisaba a su escolta y aquel momento de soledad pareca irreal. Siempre se le vea desde muy temprano caminando de un lado para otro, impartiendo rdenes, rodeado de patrulleros o despertando a todos con un enrgico buenos das, seores!

Entonces lo salud con una pregunta:

-Por qu tan pensativo?

Dej ver una leve sonrisa a manera de saludo y me contest:

-Existen decisiones que se toman en compaa de la soledad y no se consultan con nadie.

-Por qu lo dice? -le pregunt.

Cuando uno resulta el ms idealista entre otros, que no lo son tanto, lo correcto es dejar de serlo. Al sumarse la mayora a lo incorrecto, es preferible adherir de forma momentnea y no entrar a romperlo de una vez. Uno debe encontrar despus la forma para que cada uno de los equivocados retomen el camino preciso.

No comprenda de qu me hablaba y mucho menos que aquellas palabras eran la antesala de la renuncia a su cargo como comandante general de las Autodefensa Unidas de Colombia, decisin que divulgara al da siguiente en su pgina de Internet.

Castao sac de su bolsillo un par de hojas y me dijo:

Aqu le resumo por qu decid relatar mi vida. Comienza con el verso de un poema de Antonio Machado que me encanta:

Conoces los invisibles

hiladores de los sueos?

Son dos: la verde esperanza

Y el torvo miedo.

Apuesta tienen de quien

hile ms y ms ligero,

ella, su copo dorado;

l, su copo negro.

Con el hilo que nos dan

tejemos, cuando tejemos.

ANTONIO MACHADO

La guerra, como todo en la vida humana, es un tejido de historias personales. Cada quien, en su trayectoria, toca con otros caminos. Algunas veces ignoramos el desenlace de tal o cual evento que ce inicia con uno de nuestros encuentros cotidianos; otras veces, son las pginas impersonales y lejanas de un peridico las que nos dan luces del rumbo que toman esas historias que, de una u otra manera, ya tambin son ya las nuestras.

Con independencia de la responsabilidad moral por sus acciones, la percepcin que tiene cada uno de si mismo y del mundo, estar siempre mediada por su historia personal. Es por ello que dejando a un lado la subjetividad, no se trata de creerse encarnacin del bien, ni tampoco del mal. Sin duda que un hombre de guerra y de paz, es querido por unos y odiado por otros; cuando se est al frente de un ejercito defensivo en medio de una guerra irregular, se siente uno a veces aplaudido y acompaado por multitudes, en otras ocasiones, sumergido en la ms absoluta soledad.

Partiendo de reconocer que somos lo que somos, y no lo que creamos o no creamos ser, intent ser lo absolutamente franco y desprevenido en mi narracin al Seor Aranguren, a quien sin conocer previamente, le di mi palabra de contarle mi vida y la obra hasta ahora construida. En nuestro primer encuentro mi nica exigencia fue la no tergiversacin de mis conceptos; la suya a m, que le respetara sus criterio de escritor. Con esos presupuestos comenzamos a trabajar. Fueron muchos los momentos vividos de da y de noche con l en las selvas del Paramillo, en las montaas del Nordeste Antioqueo, en la Serrana de San Lucas y en las Llanuras de Crdoba y el Bajo Cauca, hablando de la guerra y la paz, de la vida y el perdn, de la poltica de mis sueos.

Sin duda alguna este ser un libro controvertido. Sus efectos saldrn a la luz, para bien y para mal, pues la verdad es justiciera, y as como absuelve, tambin condena; obviamente, en su momento la verdad har que las ratas salgan de sus laberinto antes que ahogarse dentro de l. Supongo que algo de esto pasar, pues slo he omitido contar verdades cuya divulgacin afectara la imagen de colombianos honestos quienes se vieron obligados a actuar de manera irregular en bien y defensa de la Patria. Puedo afirmar entonces que en esta obra no he dicho toda la verdad que conozco, pero s puedo sostener la veracidad de todo lo dicho; por otra parte, tal vez nunca ningn conductor de un ejrcito ha hablado con tanta sinceridad, pagando el costo poltico que esto conlleva, pero no he dicho nada que no pueda demostrar.

Nadie sostiene hoy que la poltica sea bella, ni que los polticos sean agradecidos; sin embargo, como dijo don Antonio Machado, para hilar nuestros sueos, "con el hilo que nos dan tejemos, cuando tejemos", hay que seguir hacindola con lo que tengamos y con lo que queremos hacerlo, a ver si algn da logramos que el Estado colombiano sea un verdadero mediador entre nuestras necesidades y nuestras responsabilidades, entre nuestras esperanzas y nuestros miedos. Ese da cuando se encargue de canalizar y controlar nuestros conflictos ayudndonos a resolverlos sin matarnos, habremos construido una democracia y un estado social de derecho, eso con lo que tanto soamos.