Castao redujo la velocidad del campero y me dijo de manera enftica:
-Quiero finalizar nuestras conversaciones para el libro ahora. Creo que este es un captulo de nuestra historia sin punto final an. Se termina el relato y continan las pginas en blanco de nuestra vida. Sin duda ha sido una crtica mirada hacia atrs, que espero nos ayude a discernir el camino a seguir.
Es difcil prever el pas del maana, y lo nuestro no son los astros ni las bolas de cristal. Sin embargo, algo queda claro hasta hoy: Colombia ha carecido de verdadera dirigencia nacional. Vivimos en un pas privilegiado en muchos aspectos, pero hemos tenido castas, clanes, grupos y familias que slo cuidan sus intereses de la manera ms miope. Ninguno de ellos ha intentado, con sinceridad, concertar las voluntades por un futuro mejor para todos. El gran reto que nos plantea la coyuntura histrica que experimentamos es la integracin; reconocernos a nosotros mismos, en primer lugar, y luego reconocer a los otros, con nuestros acuerdos y diferencias; conciliar y buscar consensos para por fin comenzar a actuar como nacin.
Significa esto que usted se ve algn da sentado con sus enemigos de las FARC, en una mesa de negociacin, hablando de paz y reconciliacin?
Como lder de las Autodefensas no he pretendido que el pas se conforme a nuestra medida, ni tampoco negar la realidad que implicara las otras formas de mirar el mundo. Mi esfuerzo ha consistido en darle un cuerpo coherente al inters de tantos colombianos que se han visto obligados a abrazar la causa de la legtima defensa, facilitndoles la personera y los medios para una interlocucin que no menoscabe la dignidad de ninguna de las partes. Es por ello que en alguna medida el futuro depende de la comprensin de nuestro esfuerzo. Colombia es la nave en la que viajamos todos y slo unidos podemos fijar el rumbo o iniciar, da a da, cada maana, un nuevo captulo de confrontacin interna que nos deje a todos con el pecado y sin el gnero. Ya lo hemos expresado: o cambiamos o nos cambian, pero hoy debemos recordar algo ms: si la comunidad internacional interviene para poner fin a nuestro conflicto, no lo har por razones altruistas sino por proteger sus intereses, y seguramente ganar lo que los colombianos perdamos con esa previsible intervencin.
Comandante Castao, una ltima pregunta:
Usted duerme tranquilo despus de revelarme todo lo que ha hecho en su vida?
A veces. No s. Siento nostalgia hoy. Hace muchos aos crea que matando a los asesinos del viejo me encontrara en paz, y mentira. Durante estos meses de encuentros con usted pensaba que al terminar de contar mi historia, experimentara plenitud, pero no. Ahora me siento ms vaco. Slo s que soy lo que soy porque la guerra vino a mi casa, no toc la puerta y entr sin avisar. En ese instante no encontr otra opcin que defenderme, pero si hubiese intuido lo larga y dura que resultara le guerra, le juro, periodista! que hubiera dejado en manos de Dios el castigo para los guerrilleros que asesinaron a mi padre.
XXV. EL FIN DEL PROCESO DE PAZ
Mauricio Aranguren: -Cmo ve la situacin de las Autodefensas luego de terminado el proceso de paz con las FARC?
Carlos Castao: -Yo dira que lo que importa mirar no es la situacin de las Autodefensas hoy, sino la situacin del pas en el contexto global desde el 11 de Septiembre.
Ha corrido mucha tinta desde entonces, y tanto en Colombia como en el resto del mundo, muchas cosas han cambiado. Yo creo que no puedo decir nada que no se haya dicho, pero lo que s tenemos claro es que la causa de la Autodefensa ha ganado en legitimidad.
En Noviembre del ao pasado tuvimos nuestra cuarta Conferencia Nacional de Autodefensas. Tras varios das de reunin y debate con casi 100 comandantes de Autodefensas y otros tantos activistas polticos y representantes de sectores sociales, tomamos las importantes decisiones que ya el pas conoce. No es que los sucesos del 11S nos hayan hecho cambiar nuestra manera de pensar. Los temas discutidos, especialmente las relaciones con el narcotrfico y la autoregulacin de nuestros medios y mtodos de lucha antisubversiva ya venan siendo tratados al interior del Estado Mayor. Pero ciertamente, los sucesos de Nueva York y Washington y la consecuente guerra mundial contra el terrorismo nos impulsaron a puntualizar nuestra posicin en el conflicto Colombiano.
Para nosotros ha sido claro que hay dos, digamos planos distintos de la legitimidad y an de la legalidad de nuestra lucha. Uno, es el plano del derecho a enfrentarnos a una agresin injusta, y el otro el del derecho a utilizar determinados mtodos en la confrontacin. Hasta el ao pasado, la posicin predominante era la de que lo segundo segua a lo primero. Que si uno tiene derecho a defenderse de una agresin actual e injusta que pone en peligro la supervivencia y/o los medios de produccin que garanticen la vida digna, uno tiene derecho a practicar esa defensa mediante las mismas artes y mtodos empleados por el agresor. Dicho de otra manera, que el responsable de la agresin es el responsable de todas las consecuencias directamente derivadas de ella, incluidas las consecuencias de la necesaria defensa. En nuestro caso, hemos repetido que nosotros no establecimos la atrocidad en la contienda. Que han sido las guerrillas las que han marcado la pauta y que, simplemente, hemos actuado de manera recproca y proporcional a la agresin. Tambin en esa lnea de comportamiento, siempre pensamos que financiarnos de las cuotas cobradas a los narcotraficantes slo consista en una ms de las reciprocidades de la guerra, pues esa economa ilegal es la que ha mantenido vivas a las guerrillas durante los ltimos 20 aos, a pesar de la estrepitosa cada de sus bases ideolgicas derruidas a la par con el muro de Berln.
Los atentados de Estados Unidos, ciertamente ponen fin a ese sofisma de la reciprocidad. Hay lmites cuya trasgresin resulta intolerable, y desgraciadamente algunas veces hace falta lo que los filsofos llaman la reduccin al absurdo para demostrar la contradiccin de una determinada posicin.
En ese momento, el mundo, tan dividido entre ricos y pobres, fuertes y dbiles, buenos y malos y mil distinciones ms, se divide entre los terroristas y los que no lo son; y si bien muchas de las dems distinciones no son determinantes para la configuracin del conflicto Colombiano, sta ltima s que lo es, y en grado sumo, arrastrando al peor lado de la brecha, no slo a quienes opten por la va del terror, sino a quienes apoyen con su actividad esa va.
En ese momento comprendimos que los planos del derecho a la defensa y del derecho a los mtodos para la misma no estaran necesariamente vinculados, y que si bien la injusticia y la violencia de la agresin subversiva hacen legtimo el esfuerzo de Autodefensa del pueblo colombiano, la eleccin de los medios y mtodos empleados para dicha defensa podra erosionar gravemente esa legitimidad, hacindonos caer incluso en el mismo saco que los agresores.
Fue entonces cuando convocamos a la cuarta Conferencia. Los resultados los conoci el pas en su momento. No a las masacres de guerrilleros vestidos de civil, control de los mtodos y medios de combate, y una terminante exigencia de deslinde con el narcotrfico. Todo esto, adems de un gran esfuerzo de reinstruccin de las tropas y los mandos para reiterar que nuestro objetivo militar es la subversin, pero que en ningn momento podemos perder el norte de que nuestra razn de ser Autodefensas es el Pueblo Colombiano, del cual somos parte.
M.A.: -Pero la nueva situacin, la guerra mundial contra el terrorismo tuvo que ver en esto
C.C.: -Hombre, yo dira que ms que la guerra contra el terrorismo, fue el terrorismo en s el que nos sacudi y nos hizo comprender mejor la necesidad de establecer limitaciones en los mtodos; fueron las torres gemelas en ruinas las que hicieron la reduccin al absurdo de la doctrina de que en una confrontacin ideolgica o militar todo se vale para causar dao al enemigo.