– Por el bien de Dana, espero que eso sea cierto. Sin embargo, no creo que podamos esperar gran cosa en lo que respecta a los diarios. Sería estupendo descubrir que no se vendían hace siete años, pero es muy posible que lleven décadas en el mercado -al oír que ella suspiraba, añadió-: No te preocupes. Un experto en grafología nos desvelará muchas cosas. Y el departamento forense tiene métodos para identificar la edad del papel y de la tinta.
Ella asintió. Al cabo de un minuto, murmuró:
– Está claro que esa muñeca fascinó la imaginación de Amy.
– Puede que Amy tuviera un nivel de vocabulario muy bajo pero ello no significa que su mente no fuera afilada como una navaja. Ocurre a menudo con los sospechosos cuya personalidad tiene un lado oscuro. Como tú dijiste en una ocasión Amy intercalo verdades entre sus mentiras para poner en manos de Ron Jenke un arma letal.
– ¿Conoces a ese tal Jenke?
– Sí. Hemos coincidido en los tribunales varias veces.
– ¿Cómo crees que reaccionará cuando sepa que va a reabrirse el caso?
– A menos que encontremos una prueba concluyente, hará todo lo posible por impedirlo.
– Pero eso es horrible.
– Tiene que proteger su reputación.
– Pero estamos hablando de la vida de Dana. Si fuera su cliente…
– Eso no importa ahora, Heidi. Cuando reunamos todas las pruebas que necesitamos, Jenke no podrá hacer nada por detenernos.
Sintió los ojos de Heidi clavados en él.
– ¿De veras crees que se suicidó?
– ¿Qué mejor manera de dejar esta vida y conseguir que su venganza se viera cumplida? Amy podía haber escondido sus diarios en cualquier parte, pero los puso a propósito en el armario de Dana antes de prenderle fuego a su habitación. Sabía que sus palabras condenarían a su hermana. Y tenía que asegurarse de que el fuego no los destruiría.
– Pero prenderle fuego a su habitación, sabiendo que moriría… ¿Y su instinto de supervivencia?
– Probablemente lo tenía amortiguado por las drogas, aunque todavía no puedo demostrarlo. Cuando Dana me habló de su pelea, dijo que Amy tenía una fuerza increíble. La suficiente como para derribarla -Heidi lanzó un leve gemido, como si aquello fuera tan doloroso que no podía soportarlo-. Si alguna vez hubieras visto a alguien bajo los efectos de un alucinógeno, sabrías que su mundo está completamente distorsionado. Seguramente Amy lo planeó todo y tomó alguna droga para poder cumplir sus designios.
– ¿Y cómo vamos a averiguar si tomaba drogas? Me temo que sus amigas no nos lo dirán.
– Lo harán si las persuadimos de que el caso va a reabrirse y de que podrían ser acusadas de complicidad en un asesinato.
Notó que Heidi contenía la respiración.
– ¿Crees que es posible que supieran lo que planeaba Amy y que mintieran en el juicio?
– Se me ha pasado por la cabeza. Si están implicadas, lo averiguaremos.
Al cabo de un momento llegaron a la comisaría.
– Vamos, te llevaré al archivo para que veas los diarios.
– Nunca había estado aquí. Da un poco de miedo, pero es emocionante.
Gideon sonrió.
– Kevin dijo lo mismo la primera vez que vino. No te asustes. Este sitio es mi hogar desde hace ya muchos años.
Cuando salieron del coche en el aparcamiento subterráneo, Gideon la asió de la mano y se la apretó con fuerza. Quería que viera dónde trabajaba.
Quería que lo supiera todo sobre él.
Capítulo 11
– Podéis usar el cuarto D.
– Gracias, Ben.
Gideon condujo a Heidi a la pequeña habitación. Ella miró espantada la pila de libros de aspecto inocente que Gideon puso sobre la mesa. Tardó un minuto en reunir valor para examinarlos.
– ¿Qué? -preguntó Gideon viendo que sacudía la cabeza.
– Amy utilizó todos los colores de tinta imaginables para rellenar estos volúmenes -alzó la cabeza para mirarlo-. Por suerte hiciste fotocopias primero -dijo-. En blanco y negro fue fácil ver la uniformidad de la escritura. Pero, con todos estos colores, no sé si me habría dado cuenta.
– Con eso contaba Amy. De hecho, era tan lista que ni siquiera los expertos a los que consultó Cobb se dieron cuenta -le acarició la mejilla con el dedo índice-. Cuando Dana esté libre, tendrá que darte las gracias por ello.
Los ojos de Heidi se llenaron de lágrimas.
– Nada de esto habría sido posible sin ti -musitó.
Él respiró hondo.
– Espero que mi teoría sea correcta. Me gusta tan poco como a ti que Dana esté en la cárcel. Ahora, llamaremos a esa empresa de papelería.
Sacó el teléfono móvil y llamó a información para pedir el número de Artículos de Papelería Millward, en Los Ángeles. Anotó un número y lo marcó, pero le pusieron en espera varias veces. Cuando por fin consiguió preguntar por los diarios, Heidi contuvo la respiración.
Tomando uno de los volúmenes, Gideon leyó en voz alta el número de serie del interior de la cubierta. Al final, Heidi oyó que le preguntaba a la persona del otro lado de la línea si estaría dispuesta a testificar ante un tribunal. Heidi sintió que se le aceleraba el corazón. Incapaz de permanecer sentada por más tiempo, se puso en pie de un salto. Aquel movimiento llamó la atención de Gideon. Sus ojos azules se iluminaron al apagar el teléfono.
– Puedes empezar a rellenar las casillas del tres de nuestro dibujo -se levantó y recogió los diarios de encima de la mesa-. Resulta que estos diarios pertenecen a una línea nueva que salió al mercado hace un año, en febrero, para el día de San Valentín.
– Gideon…
Él esbozó una leve sonrisa.
– Esto corrobora mi suposición de que todas las acciones de Amy fueron premeditadas. Cuando completemos nuestro dibujo, estaremos listos para reunirnos con el señor Cobb. Vamos -le abrió la puerta-. Estoy impaciente por conocer a los Turner y ver la escena del crimen.
– ¡Y yo estoy deseando que te conozcan! Junto con mis padres, son mis personas favoritas. Para ser sincera, no sé cómo han sobrevivido a todo esto. Desde la muerte de Amy, su vida se ha convertido en una prueba de resistencia.
– Supongo que su necesidad de ayudar a Dana es lo que los hace seguir adelante -dijo él.
Heidi asintió vigorosamente.
– Sí. Y lo que estás haciendo les dará nuevas esperanzas -hizo una pausa-. Lo único que les he dicho es que habías abierto otra investigación por encargo de mis padres y mío. Lo que vas a decirles cambiará su vida por completo.
Cambiar su vida por completo.
Durante el trayecto hacia Mission Bay, aquellas palabras resonaban en la cabeza de Gideon como un mantra. Le emocionaba que Heidi confiara tanto en él. Más que nunca, deseaba serlo todo para ella. Su propósito de liberar a Dana se había convertido en su prioridad absoluta.
Media hora después, entraron en el jardín de los Turner. Heidi le presentó a los padres de Dana. Estos saludaron a Heidi como si fuera de la familia y dispensaron a Gideon una cordial y sincera bienvenida. Sin embargo, todavía parecían víctimas asombradas de una guerra. ¿Y quién podía reprochárselo?
La señora Turner prescindió de formalidades y le pidió que los llamara Christine y Ed. Se empeñó en que almorzaran antes de entrar en materia. A Gideon le pareció bien, porque ello le dio oportunidad de observar lo encantadores e inteligentes que eran. La madre de Dana enseñaba literatura inglesa en la universidad estatal; su marido era un conocido astrónomo. Se entendían bien y parecían adorarse.
El almuerzo se sirvió en el comedor de su espaciosa casa. Grandes ventanales se extendían por la parte trasera de la casa, que daba a la bahía, ofreciendo una bellísima panorámica del océano.
Después del postre, Gideon decidió exponerles su teoría. Pensó que no tenía sentido andarse con rodeos. Que era mejor dejar su hipótesis sobre la mesa y continuar a partir de ahí. Los Turner habían creído desde el principio en la inocencia de Dana, pero todavía vivían bajo la ilusión de que el asesino de Amy andaba suelto.