– En efecto. ¿Cómo estás?
– Eres todavía más joven de lo que pensaba.
Gideon tenía los ojos achicados y una expresión pétrea. Heidi se estremeció; nunca había visto aquella mirada en sus ojos. Él le apretaba fuertemente los dedos.
– Heidi, si no te importa empezar a preparar las hamburguesas que íbamos a hacer para cenar, yo hablaré con Kevin y con su madre en el cuarto de estar. No tardaremos mucho -le soltó la mano-. Andando todo el mundo.
La madre de Kevin salió con una sonrisa altanera en los labios. En cuanto se marcharon, Heidi entró en la cocina y tomó su bolso. Llamó con el móvil a un taxi, recogió su maleta y salió de la casa por la puerta de atrás.
Sabía lo que pensaría Gideon cuando viera que se había ido. Daría por sentado que las tácticas intimidatorias de su ex mujer habían dado resultado. Pero nada más lejos de la verdad. Kevin no se merecía encontrarse en medio de la confrontación que su madre había iniciado. De modo que, quitándose del medio, Heidi confiaba en evitar nuevas escenas desagradables.
Mientras esperaba el taxi frente a la casa de al lado, pensó que se alegraba de que la ex mujer de Gideon los hubiera sorprendido de aquel modo. Aquello había sido la advertencia que necesitaba.
Había muchas cosas que todavía tenía que solucionar antes de profundizar en su relación con Gideon. Había cometido un error al quedarse en su casa. Por mucho que lo amara, no quería que su hijo se sintiera desplazado. Ignoraba si Kevin sabía que su madre le había sido infiel a Gideon. Pero, supiera lo que supiera sobre el matrimonio de sus padres, Heidi quería ganarse su respecto y su confianza. Si no, Gideon y ella no tendrían futuro juntos.
En cuanto vio que el taxi doblaba la esquina, soltó el aire que había estado conteniendo. Le hizo una seña con la mano y corrió hacia él, ansiosa por irse antes de que Gideon descubriera que había desaparecido.
Mientras Kevin jugaba con Pokey en su cuarto, Gideon observaba a Fay, dudando de que fuera consciente de lo decisivo de aquel momento. Desde que supo que Kevin no era su hijo biológico, la había permitido manipularlo pensando en la felicidad del niño. A lo largo de los años, la había dejado hacer y deshacer porque prefería no crearle tensiones innecesarias a su hijo.
Aquel era otro de sus intentos de manipulación, esta vez debido a que estaba enfadada porque Gideon se había enamorado de otra persona. Fay no esperaba que algo así sucediera. Y, en realidad, Gideon tampoco.
Su ex mujer lo había abandonado hacía años, pero no estaba dispuesta a cedérselo a otra sin poner obstáculos. Sobre todo ahora que había conocido a Heidi, una enemiga mucho más joven y bella de lo que había imaginado.
– ¿Por qué tardas tanto en contestar? -dijo ella fríamente-. Pensaba que estabas deseando que Kevin viniera a vivir contigo. Ahora que te he dicho que puede hacerlo, ¿por qué no demuestras más entusiasmo?
Gideon apretó la mandíbula.
– ¿Sabe Kevin que lo has traído hasta aquí porque de repente has tomado una decisión que puede cambiar nuestras vidas para siempre?
– No te pongas tan dramático, Gideon. Claro que no lo sabe.
«No, claro que no. Porque no hay nada de cierto en lo que acabas de decirme. Solo has irrumpido aquí porque te morías de ganas de ver a Heidi, y querías causarnos problemas».
– Le dije que quería hablar contigo de algo importante. Siempre aprovecha cualquier oportunidad para verte. En fin, por lo menos hasta hace un momento, cuando abrió la puerta con su llave y descubrió que tu amiga se ha instalado en tu casa. No creo que supiera lo lejos que habían llegado las cosas.
Gideon cerró los ojos un momento. Tras el episodio del hospital, Fay sabía perfectamente que su hijo lo estaba pasando mal. Sin embargo, no había tenido en cuenta la fragilidad de sus sentimientos al llevarlo allí. Había llevado a Kevin a casa de Gideon sin previo aviso y sin pensar en las consecuencias, solo con la esperanza de sorprenderlo con Heidi.
El egoísmo de su ex mujer siempre le había parecido repulsivo, pero esta vez la había empujado a cometer un error fatal. Fay estaba muy segura de Gideon. Ahora que había otra mujer en su vida, daba por sentado que no aceptaría su oferta.
Gideon se dio la vuelta y se dirigió a la habitación de Kevin. Su hijo estaba tendido en la cama, jugando a un videojuego. Al ver a Gideon, lo apagó y se sentó con una expresión ansiosa en la cara.
– ¿Qué pasa, papá?
– Nada. Que tu madre ha decidido que puedes venir a vivir conmigo, si quieres.
Kevin lo miró como si no lo hubiera oído bien.
– ¿Lo dices en serio? -gritó suavemente-. ¿De veras lo ha dicho? -añadió, alzando un poco la voz por la excitación.
– Ven al cuarto de estar. Ella misma te lo dirá.
Kevin se abalanzó sobre él y le dio un abrazo. Al instante siguiente, empezó a sollozar. Cuando por fin alzó la cabeza, tenía la cara mojada de lágrimas de felicidad. Entonces salió corriendo, con Pokey detrás.
– ¡Mamá! -gritó con todas sus fuerzas-. Papá dice que me dejas vivir con él. Oh, mamá… ¡te quiero tanto!
Gideon lo siguió más despacio. Fay no dijo nada. Había destapado la caja de los truenos, pensó Gideon secamente. Por una vez en su vida, se había quedado sin habla.
– Iré a verte todos los días y pasaré la noche en tu casa siempre que pueda, mamá. Te lo prometo. Gracias, mamá, gracias. ¡Eres la mejor! -la felicidad que Kevin demostraba era idéntica a la de Gideon. Este deseaba vivir con su hijo desde hacía mucho tiempo.
– Pokey -el chico abrazó al perro-. Estaremos juntos todas las mañanas y todas las tardes después del colegio. Y… y todas las noches.
En cuanto Fay vio entrar a Gideon, se levantó temblando de rabia. Le lanzó una mirada venenosa antes de mirar a Kevin.
– Me temo que voy a tener que cambiar de opinión, Kevin. No sabía que tu padre estaba viviendo con otra persona.
Listo para aquella salida, Gideon abrazó a su hijo.
– Heidi no vive conmigo todavía. Ya le he explicado a Kevin que solo viviré con una mujer si es que me caso con ella. Lo cierto es que Heidi y yo hemos pedido unos días libres esta semana para ver si podemos reunir pruebas para sacar a su amiga de la cárcel. Heidi duerme en la habitación de invitados. Pero Kevin sabe que él y yo siempre seremos un equipo.
Ahora, todo dependía de su hijo. Debía decidirlo él, o el cambio de custodia no funcionaría.
– Yo quiero quedarme con papá.
Fay había errado el tiro nuevamente. Gideon se sintió aliviado. Aunque le costara aceptar a Heidi, Kevin no había permitido que ello se interpusiera en su deseo de vivir con su padre. Por fin habían hecho algún progreso.
– ¿Sabes, hijo? Como esto supondrá un gran cambio para todos nosotros, ¿por qué no te vas a casa con tu madre y pasas la noche con ella? Necesitáis tiempo para organizar un horario que nos venga bien a todos. Mañana, después de clase, me pasaré por casa para recoger tus cosas y traerlas aquí.
Afortunadamente, Kevin no protestó. Pero el brillo de los ojos de Fay lo alarmó.
– Tengo una idea mejor -dijo ella fríamente-. ¿Por qué no dejamos que Kevin pase aquí la noche? Tenéis muchas cosas de qué hablar… como, por ejemplo, del hecho de que tú no eres su verdadero padre.
Capítulo 12
La puerta se cerró de un portazo. Pokey ladró, asustado.
Kevin se giró hacia su padre en busca de una explicación. Sus ojos castaños reflejaban angustia y confusión.