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– Quizá sea mejor que estemos separados, porque yo siento lo mismo -confesó ella.

– Heidi, escucha. Por la mañana llevaré a Kevin al colegio y luego pasaré a recogerte sobre las ocho y cuarto.

– Estaré lista.

– No deshagas la maleta. La necesitarás para el resto de la semana.

Le dijo adiós y colgó el teléfono sin que a Heidi le diera tiempo a responder.

Gideon parecía muy animado, pero ella tenía la sensación de que no recordaba que su hijo había dicho que no asistiría más a la clase de criminología de su padre. Si seguía sintiendo lo mismo, sin duda no le haría ninguna gracia tener que compartir a su padre con ella también después de clase.

El perro empezó a ladrar.

– ¡Eh, papá! -Kevin estaba junto al fregadero, llenando el lavaplatos tras su cena de hamburguesas con queso-. Max y Gaby acaban de llegar.

– Lo sé -Gideon se acercó a la encimera para cubrir con plástico el cuenco con las sobras de la ensalada-. Antes de ir a buscarte a la playa, los llamé y les dije que vinieran.

– ¿Quieres decir que…?

– Pensé que había que celebrarlo.

Kevin sonrió.

– ¿Se lo has dicho ya?

– No. Es una sorpresa.

– ¡Eres fantástico, papá! -lo abrazó con fuerza y corrió a la puerta trasera para dejar entrar a los invitados-. ¿Sabéis una cosa? -gritó-. A partir de ahora viviré con papá.

Max le lanzó a Gideon una mirada de sorpresa mientras Gaby y él saludaban alegremente a Kevin y a Pokey.

– Marchando unos helados -anunció Gideon.

Gaby se unió a él junto a la nevera y le dio un abrazo.

– Mmm. No debería comer esto porque mañana tengo cita con el médico, pero no puedo resistirme a un buen helado de chocolate.

Gideon sonrió y le dio una palmadita en el vientre hinchado.

– Tu pequeño o pequeña te lo agradecerá -bromeo.

Ella lo miró con los ojos brillantes.

– Espero que se parezca a Max.

– ¿Sabes si va a ser niño?

– No. Solo es un presentimiento.

– ¿Qué estáis murmurando? -preguntó Max.

– ¿Tú qué crees? -contestó Gideon a su amigo, que se echó a reír.

Al cabo de un momento se sentaron todos en el comedor a disfrutar del postre.

Max miró fijamente a Gideon, y luego a Kevin.

– Bueno, contadnos cómo ha ocurrido este milagro.

– Yo llevaba mucho tiempo pidiéndoselo a mi madre. Y hoy me dijo que tenía que decirle una cosa importante a papá y me trajo aquí.

– Así es -intervino Gideon-. Fue directa al grano y luego se fue sin Kevin.

La mujer de Max se inclinó hacia delante.

– Es una noticia estupenda. La mejor que he oído desde que me enteré de que estaba embarazada.

– ¿A que sí? -dijo Kevin, sonriendo.

– Kevin, creo que deberíamos celebrarlo echando una partida a la PlayStation -dijo Gaby-. El que gane invita al cine este fin de semana. ¿Qué te parece?

– ¡Guay!

Gaby miró a Max y luego a Gideon.

– Dentro de un rato volvemos, chicos.

– Sí -dijo Kevin-. Dentro de un buen rato.

Gideon los miró salir de la habitación. Bendita Gaby. Sabía cuánto necesitaba hablar con Max.

– Demonios, mi mujer es mejor que yo jugando a esos juegos de ordenador.

– A esos y a las cartas.

– No me lo recuerdes -gruñó Max. Se sonrieron con complicidad. Pero al instante la sonrisa de Max se desvaneció-. ¿Qué ha pasado con Kevin?

– Para decirlo en dos palabras, Heidi y yo acabábamos de meternos en la cama cuando oímos voces en la cocina. Fay abrió con la llave de Kevin y entró sin avisar.

Max frunció el ceño.

– ¿Sabía que Heidi estaba aquí?

– Lo suponía.

Max masculló un juramento.

– Cuéntame qué ha pasado.

Fue un alivio poder confiarse a su amigo. Hablaron sobre Fay y Kevin largo y tendido. Luego pasaron al tema de Heidi. Tras confesarle sus sentimientos, Gideon le contó los detalles del caso Turner. Finalmente, le explicó su teoría de que había sido un suicidio cometido de tal forma que parecía un asesinato.

– Me estoy acercando, Max, pero necesito que me ayudes con una parte de la investigación. Podría ser la más importante.

– ¿Qué quieres que haga?

– Algo me dice que Amy consumía drogas. Tal vez la autopsia lo confirme, o tal vez no. Hay dos chicas, Kristen y Stacy, que declararon en el juicio como testigos de la acusación. Ellas lo sabrán. Es posible que también sean consumidoras. Si es así, quiero saber quién les proporciona las drogas. El día que murió, Amy intentó que sus padres le dieran dinero para pagar la matrícula de un semestre.

Max asintió.

– Seguramente lo quería para comprar más drogas… Para armarse de valor y ser capaz de quitarse la vida.

– Estoy de acuerdo. Sin embargo, sus padres no le dieron el dinero. Necesito averiguar si lo consiguió por otros medios. Si no, puede que tuviera un camello habitual al que podía recurrir prometiéndole que le pagaría más tarde.

– Es posible.

– Aquí tienes una fotocopia de la transcripción del juicio -Gideon la tomó de la mesa y la puso en manos de Max-. Todos los nombres que necesitas están ahí. En el momento del juicio, las amigas de Amy asistían a una escuela de interpretación aquí, en San Diego. No sé qué ha sido de ellas desde entonces.

– Lo leeré está noche y te llamaré por la mañana.

– ¿Seguro que no es mucho pedirte, con todo el trabajo que tienes?

– Vamos, Gideon. ¿Crees que no sé lo que significa para ti conseguir que suelten a Dana? Gaby y yo estamos deseando conocer a Heidi. Tráela a cenar a casa mañana, antes de tu clase. Y a Kevin también. Mientras las chicas se conocen, nosotros planearemos nuestra estrategia.

– ¿Se lo has preguntado a Gaby?

– Lo hablamos en el coche, cuando veníamos para acá. Cómo íbamos a imaginarnos que Kevin estaba aquí y que iba a quedarse a vivir contigo. Es una noticia estupenda. Me alegro muchísimo por ti.

Gideon asintió.

– Bueno, ya conoces a Fay. Dentro de unos días pondrá el grito en el cielo.

– Esta vez, los celos le han costado más de lo que cree -dijo Max-. Por más que intente manipular a Kevin, ya no se saldrá con la suya.

Max no tragaba a Fay desde los tiempos en que vivían en Nueva York.

– Yo podría haber forzado la situación hace dos años, pero me alegro de no haberlo hecho. Es mejor así. Ahora Kevin es más mayor y comprende las cosas. Es menos vulnerable que antes.

– Sí -Max se inclinó hacia delante-. ¿Qué le parece lo de Heidi?

Gideon se quedó callado un momento.

– La primera vez que nos vio juntos, en un restaurante mexicano, hizo una escena -le contó los detalles que habían conducido al incidente del hospital-. Esta noche no se ha mostrado abiertamente hostil hacia ella, pero hay que recordar que su madre le robó el protagonismo a Heidi. Sabré cómo están las cosas realmente cuando Heidi y yo vayamos a buscarlo al colegio, mañana.

– En fin, se está haciendo tarde -dijo Max, poniéndose en pie-. Nos vamos para que podáis iros a la cama. Yo también estoy deseando acostarme. Gaby tiene problemas para dormir y seguramente querrá que le cuente todos los detalles del caso.

Gideon hizo una mueca mientras Max miraba la fotocopia.

– Estoy impaciente por resolver el caso. Siento que Heidi y yo estamos al borde de algo maravilloso, pero…

– Pero aún no te atreves a tirarte a la piscina -dijo Max-. A mí me pasó con Gaby. Era como estar en el cielo y en el infierno al mismo tiempo.

– Tienes razón.

Max le dio un apretón en el hombro.

– Haré todo lo que pueda por ayudarte. Si la autopsia confirma que Amy tomaba drogas, conseguiremos una orden para registrar la casa de sus amigas.

– Buena idea. Gracias por venir. Era justo lo que necesitábamos.

– Hazme caso, lo que tú necesitas es una buena esposa.