Gideon le dio la mano.
– Gracias por hacerlo tan pronto.
En cuanto la puerta se cerró tras el doctor Díaz, Gideon tomó en sus brazos a Heidi. Su mirada azul ardía en la de ella.
– Por fin te tengo para mí solo.
Heidi sabía que quería besarla, pero no olvidaba que su hijo los estaba esperando… quizás al otro lado de la puerta.
– No, Gideon -dijo, evitando su boca-. Kevin está ahí fuera. Cuando lleguemos a mi apartamento, deja que me vaya sola, por favor. Mañana hablaremos, después de que lo lleves al colegio.
Apartándose de él, salió apresuradamente al pasillo, temiendo encontrarse con Kevin. Aliviada al ver que no estaba allí, siguió andando hacia la puerta.
Gideon la alcanzó junto a la secretaría. Parecía tan enfurecido que Heidi prácticamente salió corriendo hacia el coche.
Kevin estaba apoyado contra el maletero del Acura. Se irguió al ver que se acercaban. Heidi bajó los ojos para no mirarlo a la cara mientras Gideon le abría la puerta.
– ¿Qué te ha parecido la clase de esta noche, Kevin? -preguntó al sentarse tras el volante.
– No he prestado mucha atención, porque estaba haciendo los deberes de matemáticas.
– Qué pena, porque podías haber aprendido muchas cosas, Puede que el informe del doctor Díaz sea el elemento decisivo que saque a Dana Turner de la cárcel.
Heidi aguardó una respuesta de Kevin. Cuando quedó claro que el chico no pensaba decir nada, se removió inquieta en el asiento y se alegró de vivir cerca del colegio. El trayecto a casa, en medio de aquel angustioso silencio, acabaría enseguida.
Después de lo que le había dicho en el aula, pensaba que Gideon se marcharía tan pronto ella saliera del coche. Pero, para su sorpresa, él apagó el motor y se acercó a su puerta.
– Buenas noches, Kevin -le dijo Heidi a su hijo.
– Buenas noches -respondió él con indiferencia.
Segundos después, al abrir la puerta del apartamento, Gideon entró tras ella y cerró la puerta. Heidi había dejado una lámpara encendida. A su suave luz, la expresión de su rostro la llenó de desaliento.
– Hablaremos mañana -dijo él en tono grave-. Hasta entonces, tendremos que conformarnos con esto.
La besó con un ansia que le llegó al fondo del alma. Mientras la estrechaba en sus brazos, Heidi sintió por primera vez lo que Gaby había intentado decirle esa tarde. En el fondo, aquel hombre fuerte y heroico tenía un alma que anhelaba sentirse completa otra vez. En ese instante, decidió que se ganaría a Kevin porque Gideon era toda su vida. Lucharía por él, pasara lo que pasara.
Capítulo 14
Era la una de la madrugada. Max debería haberlo llamado ya. Gideon apartó la sábana y se levantó. Tras la tensa noche que habían pasado por culpa de Kevin, le resultaba imposible conciliar el sueño.
Pero no podía culpar a su hijo de su inquietud. Era otra cosa lo que lo obsesionaba. Al pensar en su relación con Heidi, se había dado cuenta de que siempre era él quien se acercaba a ella. Heidi no había tomado la iniciativa ni una sola vez desde que se conocían. Naturalmente, siempre respondía a sus besos. Esa noche, en su apartamento, había sido un buen ejemplo de ello. ¿Pero había sido solamente porque él había forzado la situación?
Se preguntó, no por primera vez, si no sería demasiado mayor para ella. Max le había asegurado que no, pero después de aquel día sus dudas se habían afianzado. ¿Se estaba engañando al creer que Heidi estaba tan interesada como él en mantener una relación?
Tal vez la situación de Kevin era demasiado difícil para una mujer de veintiséis años que nunca había estado casada. El sarcasmo que le había lanzado Fay acerca de lo joven que era Heidi le había hecho mella, después de todo.
Incapaz de seguir soportando aquellos pensamientos sombríos, se puso un chándal y salió de puntillas del dormitorio, dirigiéndose a la cocina. Dejaría una nota sobre la encimera, por si Kevin se levantaba. Le diría que iba a correr un rato por la playa y que volvería a la una y media.
Se guardó el teléfono móvil en el bolsillo de la sudadera y se deslizó por la puerta de atrás sin ponerse la chaqueta. La bruma se había convertido en una niebla espesa y húmeda.
Echó a correr. Necesitaba agotarse físicamente si quería librarse de la tensión que había acumulado. La presencia de Heidi había despertado en él sueños que nunca se había atrevido a tener, ni siquiera tras conocer a Fay. Por aquel entonces, era demasiado inmaduro para comprender la riqueza que atesoraba la vida, y su vacuidad cuando las cosas no iban bien.
Con Heidi, le parecía que podía conseguir todo aquello que creía fuera de su alcance. Pero eso no ocurriría, no podría ocurrir, si ella no compartía el mismo sueño. Aquel temor era lo que lo atormentaba.
Cuando volvió a casa, la luz de la cocina estaba encendida. Seguramente Pokey lo había oído salir y había despertado a Kevin. Su hijo abrió la puerta antes de que metiera la llave en la cerradura. Miró fijamente a Gideon, sin decir nada.
– Siento que te hayas asustado al ver que no estaba -cerró la puerta tras él.
– No me he asustado.
– Me alegro. Vámonos a la cama, ¿quieres?
Apagó la luz y se dirigió a su cuarto. Kevin y Pokey lo siguieron por el pasillo.
Gideon se quitó la ropa y se metió en la ducha. Cuando salió, con el albornoz puesto, Kevin estaba sentado en la cama, esperándolo.
– Papá, ¿puedo hablar contigo un momento?
– He tenido un día muy largo. ¿No puede esperar hasta mañana?
– Creo que no.
Gideon respiró hondo.
– Si vas a decirme que ojalá no hubiera conocido a Heidi, ya sé lo que sientes al respecto. Y ella también.
Kevin desvió la mirada, compungido.
– Se trata de mamá.
– Adelante, habla -Gideon se sentó en la cama, a su lado.
– Hoy me llamó cuando estaba en el colegio. Cuando fui a secretaría a responder al teléfono, me dijo que quería que fuera a su casa después de clase. Dijo que saldría pronto del trabajo para que cenáramos juntos. Yo le dije que íbamos a ir a casa de Gaby y Max. Entonces se puso a llorar. Me dijo que iba a venir aquí, a hablar contigo, porque había cometido un gran error al dejarme vivir contigo si piensas casarte con una chiquilla. Intenté decírtelo en el coche, después de clase, pero me dijiste que hablara delante de Heidi. La verdad es que yo no quería que ella se enterara de lo que había dicho mamá. Es un asunto privado, y además podía herir los sentimientos de Heidi. No quería ser antipático con ella, de verdad. Solo intentaba advertirte, por si traías a Heidi a casa. Temía que mamá se presentara y la avergonzara otra vez.
– Oh, Kevin -rodeó a su hijo con el brazo-. Perdóname. Siento haberte malinterpretado.
– Entonces, ¿no me harás volver con mamá?
– No. ¿Por qué piensas eso?
– Porque no me he portado bien con Heidi. Recuerdo lo que me dijiste acerca de que Frank tenía miedo de mí. Creo que a Heidi también le doy miedo.
Si la situación no hubiera sido tan delicada, Gideon se habría echado a reír de alegría al comprender que su hijo por fin estaba madurando.
– Puede que sí, un poco.
– Te vi mirarla durante la cena. La mirabas igual que Max mira a Gaby. Como… como si fueras realmente feliz.
Gideon sonrió.
– Eso es porque tenía a mis dos personas favoritas a mi lado. A mi hijo, y a la mujer con la que quiero casarme.
Kevin alzó la cabeza.
– ¿Se lo has pedido ya?
– No. Ni siquiera le he dicho que la quiero.
– ¿Y eso?
– Por un lado, porque aún no ha llegado el momento. Todavía estoy trabajando para intentar sacar a su amiga de la cárcel. Por otro, ella tampoco me ha dicho que me quiere. Tal vez no sienta lo mismo que yo. No se puede forzar a otra persona a que te quiera. Tiene que ser algo que surja de ella.