Yestamos muy separados.
—¿Qué quieres decir?
Akiko Uchiyama dijo que iba a enviarme a 47 Osa Mayor.
—¿Y dónde está eso?
A noventa años-luz de la Tierra.
—¡Años-luz! ¿De qué estás hablando?
Dijo que iba a enviarme… ya sabes, a transmitir una copia de mi Mindscan a uno de los mundos que estaban estudiando con el gran telescopio del SETI en la cara oculta de la Luna.
—Jesús. ¿Y estuviste de acuerdo?
Ellos, ah, no me ofrecieron ninguna alternativa. Pero es aquí donde debo de estar. ¡ Y es increíble! El sol, la estrella de aquí, parece gigantesca. Cubre tal vez una octava parte del cielo.
—¿Y crees que sigue siendo 2045? ¿Fue entonces cuando fuiste… transmitido?
Sí. Pero Akiko dijo que no iba a enviarme a mí solamente: dijo que también enviaba instrucciones para construir un cuerpo robótico para mí.
—¿Y te han instalado en ese cuerpo?
Sí. No parece del todo perfecto… Tal vez les haya costado trabajo fabricar algunas de las piezas… ¡y los colores! No tengo ni idea de si son los acertados, ¡peropuedo ver tantos colores ahora! Pero, sí. Tengo un cuerpo humanoide. No puedo ver mi propia cara, por supuesto…
—¿Hay vida inteligente en ese otro mundo? ¿Cómo es?
No la he visto todavía. Estoy en una sala que parece haber crecido, como si estuviera hecha de coral. Pero hay un gran ventanal y veo el exterior. El sol gigantesco es de un color que no sé cómo llamar. Y hay nubes que parecen sacacorchos en vertical. Y… Oh, ¡algo ha pasado volando! No es un pájaro, más bien parece una manta raya, pero…
—¿Pero no hay alienígenas inteligentes todavía?
Todavía no. Deben de estar aquí, no obstante. Alguien ha construido este cuerpo para mí, después de todo.
—Si de verdad estás… Dios mío, a noventa años-luz de distancia, entonces los alienígenas han tardado doce años en reinstalarte después de recibir la transmisión.
Puede que hayan tardado todo ese tiempo en comprender cómo construir el cuerpo artificial, o en decidir que era buena idea resucitarme.
—Supongo.
¿Puedes contactar con el doctor Smythe? Querrá saber…
—¿Con quién?
Gabriel Smythe.
—Me suena vagamente…
Trabaja para Inmortex. Es el psicólogo jefe, creo.
—Ah, ya. Él. Si no se ha descargado, ya estará muerto. Veré si puedo averiguarlo.
Gracias. Se supone que debo intentar enviar una señal de radio.
Tendré que pedírselo a los nativos. Prueba de concepto: Akiko y Smythe querían demostrar que la conciencia humana podía ser transmitida, que… que podían enviarse embajadores a otros mundos a la velocidad de la luz.
—¿Vas a enviar la señal de radio?
Si los nativos de aquí (sean quienes sean) me dejan, claro. Pero pasarán noventa años antes de que llegue a… ¿cómo demonios lo llamáis? «Sistema Sol», ¿no?
—Supongo. Oye, dime: ¿qué más puedes ver?
Tío, esto sí que es raro…
—¿Jake?
Lo siento. Hay muchas cosas que asimilar a la vez. Conectar contigo; visión a todo color; dónde estoy; el paso del tiempo.
—¿Qué más puedes ver?
Vegetación… supongo que eso es lo que es. Como paraguas vueltos del revés.
—Sí. ¿Y qué más?
Un vehículo pasando. Tiene la forma de una semilla de calabaza. Hay algo vivo dentro, bajo un dosel transparente…
—¡Dios mío! ¡Un alienígena! ¿Cómo es?
Oscuro, grande y… Maldita sea, se ha ido.
—Caramba. Un alienígena de verdad…
¿Vas a decírselo a la gente? ¿Vas a decirle a la humanidad que estás en contacto con un mundo lejano?
—Yo… no lo sé. ¿Quién va a creerme? Dirían que es una alucinación. No tengo nada que mostrarles, y cualquier señal de confirmación que envíes no llegará hasta dentro de casi un siglo.
Supongo. Lástima. Tengo la sensación de que esto va a ponerse interesante.
—Hay una persona con la que sí puedo compartirlo. Una es mejor que ninguna. ¿Quién?
—Karen Bessarian. La conociste. La anciana con la que hablamos en la presentación de Inmortex.
¿Esa era Karen Bessarian, la escritora?
—Sí. Y sigue escribiendo. De hecho, ha vuelto a escribir novelas de MundoDino: los personajes pasaron a dominio público hace treinta años, pero los lectores reconocen que Karen es su creadora, y los libros que está escribiendo se venden mejor que los originales.
Bien por ella. Pero ¿qué pasa con nosotros? ¿Cómo va el negocio familiar?
—Bien. Incluso fabrican la Oíd Sully's en Marte, ahora.
¡Magnífico! ¿Qué más? ¿Estamos casados?
—Lo estoy, sí.
¡Oooh, lo sabía! Con Rebecca Chong, ¿verdad? Sabía que tarde o temprano…
Sonreí.
—No, no con Rebecca. Lleva muerta más de cincuenta años, y, humm, no tenía en demasiada estima a los descargados.
Ah, bueno, entonces supongo que no conozco a la…
—Es Karen —dije sencillamente—. Karen Bessarian y yo estamos casados. Los primeros Mindscans que ataron el lazo.
¿Ella? ¡Pero es muy vieja! Nunca se me hubiera ocurrido…
—Sí, ella. Pero podemos hablar de esto más tarde. Cuéntame más de lo que estás viendo.
Debo de estar sometido a alguna especie de observación: no puedo imaginar que me activaran para otra cosa. Pero hasta ahora no hay signo de los nativos, excepto ese vehículo que ha pasado junto a la ventana. La sala es grande y tiene algo que debe de ser una puerta, pero de casi dos veces mi altura.
—¿Alguna otra pista sobre los alienígenas?
Bueno, hay marcas en las paredes. Espirales, círculos. Escritura, supongo. Dios sabe qué dice. Hay una superficie de trabajo elevada en la sala, pero nada parecido a una silla.
—Sentarse está sobrevalorado.
Sí, tal vez. Yo mismo estoy de pie. Todo es muy… ¡La puerta! La puerta se está abriendo, se pliega a un lado como un acordeón y…
—¿Sí? ¿Sí? ¿Qué ves?
¿Hola? ¿Hola? Humm, me llamo Jake. Jake Sullivan.
—¿Qué ves? ¿Qué aspecto tienen?
Supongo que tendremos que aprender cada uno el lenguaje del otro, ¿eh? No importa…
—¡Jake! ¿Qué aspecto tienen?
Ya veo que tenemos por delante momentos interesantes juntos…
—¿Jake? ¿Jake?
Como decía, me llamo Jake, y supongo que estoy aquí para contarles un poco lo que significa ser humano.
Hubo una pausa, presumiblemente mientras mi otro yo pensaba cosas que no articulaba con palabras, y luego continuó:
Pero, saben, estoy en contacto con alguien más, y creo que él sabe más que yo sobre lo que significa ser humano. Veamos qué tiene que decir…