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El sargento de guardia transmitió la información a Bill Vickers. Vickers encontró el número de Patricia Fields en el listín telefónico y la llamó.

La señorita Fields le dijo que Johnny llevaba desde diciembre en el extranjero, por asuntos de trabajo. Se comunicaban por carta. Vickers le preguntó si podía demostrarlo. La señorita Fields le dijo que llamara a Peggy Narucore. El teléfono era GI3-2638.

Vickers llamó. Peggy Narucore confirmó lo que había contado la señorita Fields.

Era media tarde.

Frank Godfrey y Bill Vickers seguían preguntando en bares y restaurantes. Ward Hallinen y Jack Lawton volvían a interrogar al ex marido de la víctima y a su hijo.

El apartamento era pequeño y caluroso. Estaban sentados en torno a una pequeña mesa de cocina.

Armand Ellroy mencionó que el funeral se celebraría la semana siguiente. El entierro y el servicio religioso tendrían lugar en el cementerio de Inglewood. La hermana de Jean y su marido llegarían en avión desde Madison, Wisconsin. El lunes, llevaría al chico a la casa de El Monte para que recogiese sus cosas.

Hallinen y Lawton hicieron algunas preguntas al chico.

«¿Tu madre conocía a una mujer rubia que solía usar coleta? ¿La viste alguna vez con un hombre mexicano o con un blanco de piel morena? ¿Había hecho amistades en el trabajo? ¿Había hecho amistades desde que os instalasteis en El Monte? ¿Por qué decidió trasladarse a El Monte?»

El chico respondió que su madre mentía sobre los motivos por los que se habían mudado. Según ella, quería que él viviese en una casa, no en un apartamento. Pero el chico estaba seguro de que mentía.

A él le gustaba Santa Mónica. El Monte le infundía miedo. No entendía por qué se habían trasladado tan lejos.

No conocía a ninguna rubia. No conocía a ningún tipo mexicano ni a ningún blanco de piel morena. No conocía a los amigos o amigas de su madre en el trabajo. Ya les había hablado de Hank Hart y de Peter Tubiolo. La señora Krycki era amiga de su madre, de eso estaba seguro.

Lawton le preguntó si su madre era dada a la bebida.

El chico respondió que bebía grandes cantidades de bourbon Early Times.

Jim Bruton recibió una llamada el martes por la mañana. La Oficina del Sheriff de Temple le enviaba una información: Tommy acababa de aparecer por el Ivanhoe.

Bruton dispuso que un coche de la Oficina del Sheriff lo trasladara a la comisaría de El Monte. Preparó una sala de interrogatorios con un falso espejo y llamó a Myrtle Mawby, quien accedió a acudir para ver al sospechoso.

Dos agentes llevaron a Tommy. Se trataba del Tom Baker del libro de huéspedes del Desert Inn. Bruton le preguntó qué había hecho y dónde había estado el sábado por la noche.

Baker respondió que había ido al hipódromo de Hollywood Park. Se había quedado hasta la séptima carrera y luego había ido a un restaurante situado en Florence y Rosemead. Tomó una hamburguesa y volvió a su casa, en Baldwin Park. Pasó el resto de la velada mirando televisión con su casero y con el hijo de éste. El sábado por la noche no pisó el Desert Inn.

Myrtle Mawby observó a Tom Baker y dijo a Bruton que no era el hombre que había visto con la pelirroja.

Soltaron a Tom Baker. Un coche patrulla lo condujo de regreso al Ivanhoe.

Eran las ocho de la noche.

Vickers y Godfrey estaban en Temple visitando a camareras y encargados. Hallinen y Lawton hicieron varias llamadas desde la comisaría de El Monte.

Intentaban localizar a Margie Trawick y a Mike Whittaker.

Era preciso que hiciesen una declaración formal esa misma noche.

Encontraron a Margie en casa de sus padres. Dieron con Mike en el Melody Room y le dijeron que mandarían un coche a buscarlo. Luego, pidieron a un taquígrafo de la Oficina del Sheriff que acudiese a la comisaría. El sargento de guardia los interrumpió para informarles de que acababa de llegar una pista: una camarera de Stan's Drive-In quizás hubiese visto algo el sábado por la noche.

Lavonne Chambers llevaba un uniforme rojo y oro. Hallinen y Lawton se entrevistaron con ella en el pequeño despacho del gerente.

El Stan's Drive-In era circular y moderno, a tono con la era espacial. Una espiral de neón asomaba del techo. El aparcamiento trasero era enorme. Los coches podían formar de tres en fondo y sus ocupantes hacer parpadear las luces para que los atendieran.

Lavonne dijo que había oído la noticia por la radio. Se había pasado un día entero dándole vueltas al asunto y, finalmente, le había contado a su jefe de turno lo que sabía. El hombre había llamado a la Oficina del Sheriff en su nombre.

Hallinen y Lawton trataron con tacto a la muchacha. Lavonne e relajó y les contó la historia.

Había reconocido a la mujer por la descripción que dieron en la radio. Recordaba a la pelirroja; tanto el vestido como el anillo de la perla. Estaba segura de haber servido dos veces a la mujer y a su acompañante: el sábado por la noche y el domingo de madrugada.

Llegaron poco después de las diez. La mujer pidió un bocadillo caliente de queso; el hombre, café. Conducía él. El coche era un sedán Oldsmobile del 55 o del 56, de dos tonos de verde; el más claro, probablemente, en la parte superior. El hombre era muy delgado, debía de tener entre treinta y cinco y cuarenta años, y llevaba el cabello negro peinado hacia atrás. Parecía descendiente de griegos o italianos.

La mujer actuaba con despreocupación. Quizás estuviese un poco ebria. El hombre se mostró aburrido y reservado.

Terminaron su consumición y se marcharon. Regresaron entre las dos y las tres menos cuarto de la madrugada y aparcaron otra vez delante de uno de los mostradores que atendía la muchacha.

La pelirroja pidió enchilada con frijoles. El hombre, café. Ella seguía achispada. El se mantenía reservado y con expresión de aburrimiento. Cenaron, pagaron y se marcharon.

Hallinen y Lawton le mostraron el gabán de la víctima, cubierto ahora de etiquetas de los forenses. Lavonne Chambers identificó el forro de inmediato. Con la misma rapidez, identificó a la víctima en la foto. Accedió a realizar una declaración formal al día siguiente, pero si ésta se llevaba a cabo en su casa. No podía dejar solos a sus hijos.

Hallinen y Lawton establecieron una cita con ella para las tres y media de la tarde. Lavonne continuó hablando de la pelirroja sin parar: que si era tan guapa, que si parecía tan agradable…

La declaración formal de Mike Whittaker fue un verdadero lío. Seguía insistiendo en que estaba borracho. Confundía a la víctima pelirroja de cuarenta y tres años con una morena de veintipocos. Llamaba mexicana a la rubia de la coleta.

El relato de los hechos era vago y lleno de zonas oscuras. Contradecía continuamente su declaración del sábado por la noche. Su único marco de referencia cronológico era el momento en que había caído de la silla. La entrevista terminó a las 21.35 horas.

Mike Whittaker dejó la sala. Margie Trawick entró en ella.

DECLARACIÓN DE MARGIE TRAWICK, TOMADA EN EL DEPARTAMENTO DE POLICÍA DE EL MONTE, EAST VALLEY BOULEVARD, 505, EL MONTE. PRESENTES: SARGENTO W.E. HALLINEN, SARGENTO J.G. LAWTON. 21.41 HORAS, 24 DE JUNIO DE 1958. PARA EL EXPEDIENTE N.° Z-483-362. TRANSCRITA POR DORA A. BRITTON, TAQUÍGRAFA OFICIAL.

POR EL SARGENTO HALLINEN:

P. ¿Su nombre completo?

R. Margie Trawick.

P. ¿Su segundo nombre, por favor?

R. Lucille.

P. ¿Se la conoce en alguna parte por otro apellido?

R. De soltera, me llamaba Phillips.

P. ¿Dónde vive?

R. En el 413 de Court Adair, El Monte.

P. ¿Tiene teléfono?

R. Gilbert, 8-1336.

P. ¿Puedo preguntarle cuál es su edad?

R. Hace una semana, el sábado 14 de junio, cumplí treinta y seis.