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La leyenda de Gene Biscailuz no trascendía los límites del condado. El mito de Bill Parker se extendió a lo largo y ancho del país. Al sheriff le sentaba mal la popularidad del DPLA, que consideraba a la Oficina del Sheriff una institución rural y se atribuía el mérito exclusivo de sus operaciones conjuntas.

La ideología diferenciaba las dos agencias. La topografía las separaba aún más. El DPLA señalaba que la densidad de población de su jurisdicción y la demografía racial demostraban claramente su superioridad y eran la justificación de su mentalidad de estado de sitio. La Oficina del Sheriff, por su parte, apuntaba que el condado se extendía a una velocidad extraordinaria.

Las dos tuvieron nuevo terreno en que trabajar. Las nuevas poblaciones solicitaban cada vez más sus servicios, de modo pues que no podían permitirse el lujo de patear culos indiscriminadamente.

Bill Parker cumplió cincuenta y seis años en 1958. Su sensibilidad estaba en el punto álgido. Gene Biscailuz cumplió setenta y cinco y proyectaba retirarse al final de aquel año.

Hacía medio siglo que Biscailuz había ingresado en la Oficina del Sheriff. Había visto sustituir los caballos por automóviles. Primero, modelos antiguos; después, aquellos sedanes conocidos como «Fantasma Gris», y más tarde los Ford blancos y negros. También había visto cómo el Los Ángeles del Salvaje Oeste crecía y se reinventaba mucho más allá de las fronteras del mito en que él se había convertido.

Sabía, probablemente, que los colonos blancos violaban a las indias sqaw. Sabía, probablemente, que en el Salvaje Oeste los agentes de la ley eras psicópatas y borrachos. Incluso habría estado de acuerdo en que la mayor parte de su leyenda era producto de las ilusiones y del licor casero clandestino.

Para él, la nostalgia era un modo de complacencia. Sabía, probablemente, que el Salvaje Oeste era fatal para las mujeres (entonces y ahora).

Sabía, probablemente, que en el Salvaje Oeste la noche del sábado constituía una leyenda por sí sola.

Biscailuz habría podido catalogar a la enfermera pelirroja como una víctima de leyenda.

5

La investigación continuó.

Hallinen y Lawton se dedicaron a ella a tiempo completo. Jim Bruton siguió a bordo. A Godfrey y a Vickers les fueron adjudicados otros casos.

Los periódicos de Los Ángeles publicaron el retrato robot del sospechoso y dejaron caer en el olvido la historia. La pelirroja no llegó a cuajar en ningún momento como víctima. El caso Lana Turner / Cheryl Crane / Johnny Stompanato acaparaba todos los titulares.

Hallinen y Lawton se hicieron caras conocidas en el Desert Inn. Hablaron con los clientes habituales y con gente de paso, pero no consiguieron ninguna pista firme. También visitaron repetidas veces otros bares de Five Points. En suma, probaron suerte en todas partes.

El Departamento de Policía de El Monte mantuvo la presión. Los coches patrulla circulaban con el retrato robot del sospechoso y la fotografía de la víctima. La vigilancia era estrecha.

El jueves 3 de julio la policía recibió un soplo. Un hombre declaró que unas semanas antes había visto a cuatro jóvenes arrojar latas de cerveza en Rio Hondo Wash. Los chicos iban en un Oldsmobile 88 matrícula HHP 815. Uno de ellos había comentado que aquella noche tenía una cita con una enfermera llamada Jean.

Se procedió a contrastar la información y se identificó el coche como un Oldsmobile cupé del 53. Estaba registrado a nombre de Bruce C. Baker, Hallwood 12.060, El Monte. Baker y sus amigos fueron interrogados y descartados como sospechosos.

Hallinen y Lawton entrevistaron otra vez a las compañeras de trabajo de la víctima y localizaron a los amigos y amigas de ésta. Todos insistieron en calificar la vida de Jean Ellroy de «casta». Nadie hizo referencia a una rubia con coleta o a un hombre moreno. El ex novio de Jean, Hank Hart, también fue descartado de inmediato. Era un tipo bajo y gordo, y le faltaba un pulgar. Además, tenía coartada para la noche del 21 de junio.

Hallinen y Lawton repasaron casos recientes de estrangulamiento e intentaron identificar un método. Un caso de la Oficina del Sheriff y dos del Departamento de Policía de Los Ángeles llamaron su atención.

Helen Kelly, fecha de defunción 30/10/53, en Rosemead. Golpeada y estrangulada en su casa. Se trataba de una anciana, y no había sido violada. Parecía un caso de robo en el cual el ladrón hubiese sido sorprendido por la víctima.

Ruth Goldsmith, fecha de defunción 5/4/57, en el distrito de Wiltshire, Los Ángeles. La víctima tenía cincuenta años. Fue encontrada en el suelo del cuarto de baño, semidesnuda. La habían violado. Tenía las muñecas atadas a la espalda con una media de nailon, y en la boca, a modo de mordaza, un paño de cocina atado con otra media. La causa de la muerte había sido la asfixia. El piso estaba intacto y los detectives del DPLA descartaron que fuese un caso de robo con homicidio.

Marjorie Hipperson, fecha de defunción 10/6/57, en el distrito de Los Feliz, Los Ángeles. La víctima tenía veinticuatro años. Había aparecido en su cama, con el camisón por encima de las caderas. La habían violado y tenía una media de nailon atada a la muñeca derecha. Una segunda media aparecía en torno al cuello. Tenía los labios amoratados y debajo de la cabeza se halló un trapo de limpiar utilizado como mordaza.

En los tres casos la investigación estaba en punto muerto, y, en comparación con el caso Ellroy, en los modus operandi de todos ellos había más diferencias que puntos de semejanza.

El Servicio de Archivos de la Oficina del Sheriff proporcionó fotografías e historial de antecedentes de cuarenta y seis agresores sexuales que encajaban con la descripción del hombre moreno.

La mayoría eran blancos. Una decena de ellos estaban clasificados como «varones mexicanos» y se les atribuía toda clase de delitos sexuales. La mayoría estaba en libertad condicional.

Algunos habían dejado Los Ángeles. Otros se hallaban otra vez entre rejas. Hallinen y Lawton repasaron con Lavonne Chambers y Margie Trawick todas las fotos de posibles sospechosos. Los policías fueron descartando nombres.

Investigaron de forma especial a aquellos que mayor parecido guardaban con el hombre moreno. Los localizaron en sus casas y pidieron a los agentes encargados de su libertad condicional que los interrogaran. Todos quedaron descartados.

Otras agencias enviaron más fotos. Hallinen y Lawton las repasaron con Lavonne y con Margie.

Lavonne y Margie siguieron diciendo que no. Eran dos testigos clave. Ambas no sabían más de lo que sabían.

Lavonne tenía tres hijos de un matrimonio fracasado. En Stan's Drive-In obtenía buenas propinas, libres de impuestos, además. Su novio era agente de la comisaría de Temple City. Las camareras de Stan's daban de comer gratis a los polis a cambio de que éstos persiguieran a los clientes que dejaban cheques falsos y los obligaran a pagar sus deudas. Los empleados de la comisaría lavaban y daban brillo al coche de Lavonne. La mujer sabía tratar con la poli.

Margie tenía una hija de catorce años. Su marido había muerto en 1948 de un ataque cardíaco. Margie había dilapidado el dinero que le había dejado y se había trasladado a vivir con sus padres. Tenía el mismo tipo de Jean Ellroy, pero en moreno. Conocía al detalle el ambiente de los bares de El Monte. Era débil de salud y estaba enganchada a los fármacos que le recetaba el médico.

A Lavonne y a Margie les encantaba el papel de testigos. Hallinen y Lawton encontraban encantadoras a aquellas muchachas. Mientras repasaban las fotos en busca de posibles sospechosos, tomaban café y charlaban.