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Les dio algunos nombres:

Su esposa, Alberta Bert Outlaw. Su hermana, Myrtle Mawby. Las dos se encontraban en su casa en ese momento. Vivía en los apartamentos Royal Palms, en el 321 de West Mildred Avenue, West Corvina. Podían probar también con Margie Trawick, en el teléfono Gilbert 8-1136. Era camarera eventual en el Desert Inn y según había oído Outlaw, la noche anterior estaba en el local.

Hallinen anotó la información y salió del Desert Inn tras los demás agentes. En el aparcamiento había un número considerable de miembros del Departamento de Policía de El Monte pendientes de lo que sucedía.

Un segundo grupo estaba apostado en Bryant y Maple a la espera de que apareciesen el ex esposo de la víctima y su hijo.

Eran las seis y media de la tarde y había refrescado. Se hallaban a principios de verano y aún faltaba bastante para que oscureciese.

Varias autorradios empezaron a parlotear a la vez.

El niño y el ex habían vuelto. En aquellos momentos eran trasladados a la comisaría de El Monte en unidades separadas.

Al ex marido de la víctima le faltaba una semana para cumplir los sesenta. Alto y de constitución atlética, parecía controlar sus emociones.

El hijo de la víctima era regordete y de mayor estatura que la mayoría de los niños de su edad, diez años. Estaba nervioso, pero no se lo veía perturbado.

El chico llegó a casa en taxi, solo. Se le informó de la muerte de su madre y encajó la noticia con calma. Dijo a un agente que su padre estaba en la estación de autobuses de El Monte, esperando un vehículo de la compañía Freeway Flyer que lo llevara de regreso a Los Ángeles.

La dotación de un coche patrulla recibió la orden de desplazarse hasta allí para recoger a Armand Ellroy. Padre e hijo no habían estado en contacto desde su despedida en la estación. Ahora, los retenían en habitaciones separadas.

Hallinen y Lawton hablaron primero con el ex marido. Ellroy declaró que llevaba divorciado de la víctima desde 1954 y que aquel fin de semana estaba ejerciendo su derecho a visitar a su hijo, según lo establecido. Había recogido al chico en un taxi a las diez de la mañana del sábado, y no había visto a su ex esposa. Él y el chico tomaron un autobús hasta Los Ángeles, donde vivía. Almorzaron y fueron al Fox-Wilshire Theatre a ver una película titulada Los vikingos. La sesión terminó a las cuatro y media. Después, hicieron unas compras en la tienda de comestibles y regresaron al apartamento. Cenaron, miraron la tele y, entre las diez y las once, se acostaron.

Por la mañana, despertaron tarde. Tomaron un autobús en dirección al centro y almorzaron en la cafetería Clifton. Pasaron varias horas mirando escaparates y regresaron, también en autobús, a El Monte. En la estación, el padre puso al chico en un taxi y se sentó a esperar el autocar que lo devolvería a Los Ángeles. Un policía se acercó a él y le dio la noticia.

Hallinen y Lawton preguntaron a Ellroy qué tal se llevaba con su ex. Respondió que se habían conocido en el 39 y se habían casado en el 40. Se divorciaron en el 54; las cosas salieron mal y terminaron por aborrecerse. Los trámites del divorcio fueron reñidos y plagados de desacuerdos.

Hallinen y Lawton preguntaron a Ellroy por la vida social de su ex esposa. Respondió que Jean era una mujer reservada que se guardaba las cosas para sí. Mentía cuando le convenía, y, en realidad, no tenía los treinta y siete años que declaraba, sino cuarenta y tres. Era promiscua y alcohólica. Su hijo la había sorprendido en la cama con desconocidos en varias ocasiones. Su reciente traslado a El Monte sólo podía deberse a que huía de algún degenerado con el cual salía, o bien a que iba al encuentro de éste. Jean se mostraba reservada acerca de su vida privada porque sabía que él quería demostrar que era una madre incompetente y conseguir con ello la plena custodia de su hijo.

Hallinen y Lawton preguntaron a Ellroy el nombre concreto de los amigos de su ex esposa. Respondió que sólo conocía uno: Hank Hart, un tipo gordo, oficinista, al que le faltaba un pulgar.

Hallinen y Lawton agradecieron a Ellroy su colaboración y se dirigieron hacia una sala de interrogatorio situada al fondo del pasillo. Unos agentes fuera de servicio hacían compañía al hijo de la víctima.

El chico estaba bastante animado. Se mantuvo serio y sereno durante toda la entrevista.

Hallinen y Lawton lo trataron con delicadeza. El muchacho confirmó hasta el menor detalle el relato de su padre sobre el fin de semana. Dijo que sólo conocía el nombre de dos de los hombres con quienes su madre se veía: Hank Hart y un maestro de su escuela llamado Peter Tubiolo.

Eran las nueve de la noche. Ward Hallinen dio un caramelo al chico y lo acompañó por el pasillo a ver a su padre.

Armand Ellroy abrazó a su hijo, que le devolvió el abrazo. Los dos parecían aliviados y extrañamente felices.

Armand Ellroy obtuvo la custodia del chico. Un agente los llevó a la estación de autobuses de El Monte. Tomaron el Freeway Flyer de las 9.30 de regreso a Los Ángeles.

Virg Ervin condujo a Hallinen y a Lawton de vuelta a los apartamentos Royal Palms. Mostraron la fotografía y sometieron a Bert Outlaw y a Myrtle Mawby a la serie de preguntas habituales.

Las dos mujeres reconocieron a la víctima. Las dos afirmaron que no era una habitual del Desert Inn, aunque había estado en el local la noche anterior. Se había sentado con un hombre menudo, de cabello negro liso y rostro delgado. Fueron los últimos clientes en marcharse, a la hora de cerrar, las dos de la madrugada.

Ambas mujeres declararon que nunca habían visto al hombre menudo.

Myrtle Mawby dijo que a quien debían llamar era a Margie Trawick. Margie estaba en el bar antes de que ellas llegasen y quizá pudiera añadir algo. Jack Lawton marcó el número que les había dado Ellis Outlaw. Margie Trawick respondió en el otro extremo de la línea.

Lawton le hizo algunas preguntas preliminares. Margie Trawick fue muy rotunda; en efecto, la noche anterior había visto a una atractiva pelirroja sentada con un grupo de gente. Lawton le dijo que se reuniera con él en la comisaría de El Monte media hora más tarde.

Ervin condujo a Lawton y a Hallinen de vuelta a la comisaría. Margie Trawick estaba esperándolos. Se la veía muy tensa e impaciente por colaborar.

Hallinen le enseñó la fotografía de Jean Ellroy. Margie la identificó al instante.

Ervin salió hacia el Desert Inn para enseñar la foto. Lawton y Hallinen hicieron que Margie Trawick se sintiera cómoda y la dejaron hablar sin interrupción.

Margie dijo que no era empleada del Desert Inn, pero que desde hacía nueve meses ayudaba a servir mesas de vez en cuando. Recientemente había sufrido una intervención quirúrgica y disfrutaba yendo al local, ya que allí se entretenía.

La noche anterior había llegado hacia las 22.10. Se había sentado a una mesa cerca de la barra y había tomado unas copas. La pelirroja había entrado hacia las 22.45 o las once. Iba acompañada de una corpulenta rubia con cola de caballo. Ambas debían de tener unos cuarenta años.

La rubia y la pelirroja se sentaron a una mesa. Enseguida entró un hombre, que por el aspecto debía de ser mexicano, y ayudó a la pelirroja a quitarse el abrigo. Se dirigieron hacia la pista y se pusieron a bailar.

El hombre tendría treinta y cinco o cuarenta años y debía de medir uno setenta y cinco o uno ochenta. Era delgado y tenía el cabello oscuro peinado hacia atrás, con tupé. Su tez era morena. Llevaba traje oscuro y camisa blanca con el cuello abierto.

Parecía conocer a las dos mujeres.

Otro hombre se acercó a Margie y la invitó a bailar. Tenía veinticinco aproximadamente, cabello claro, estatura y constitución medianas. Iba desaliñado y llevaba zapatillas de tenis. Estaba bebido.