Un adicto al polvo de ángel salió a merodear en bata. Entró en un remolque y apuñaló a un viejo en los ojos. Los agentes siguieron las manchas de sangre hasta su casa. El chaval intentaba tirar la bata por el retrete. Dijo que no sabía por qué había salido de ronda.
Stoner pensó que buscaba una mujer.
Karen Reilly era un cuerpo podrido. A un tipo se le pinchó un neumático del coche, el tapacubos salió volando y cayó en un campo. Fue a buscarlo. Olió a algo muerto y casi tropezó con ella.
Estaba muy descompuesta y devorada por los animales. Los bichos le habían sacado el hioides. No había forma de saber si la habían estrangulado. No se podían hacer pruebas serológicas ni toxicológicas.
No había manera de determinar la causa de la muerte.
Stoner y Farrington trabajaron en la escena del crimen. La temperatura rondaba los cuarenta grados. Encontraron algunas joyas en el cuerpo y las etiquetaron.
Stoner comprobó las denuncias de personas desaparecidas. En el DPLA dio con un caso registrado dos semanas antes y se puso en contacto con los detectives asignados a él. Les dijo que la descompuesta se parecía a la chica que buscaban. Mostraron las joyas encontradas sobre el cadáver a los padres de Karen Reilly, que las identificaron.
En el caso trabajaban ya dos investigadores privados. Los padres de Karen los habían contratado pocos días después de que ésta desapareciera. Se encontraron con Stoner y Farrington y les contaron lo que habían averiguado.
Karen Reilly tenía diecinueve años. Le gustaban los tipos desagradables y el alcohol. Vivía con sus padres en el barrio de ricos de Porter Ranch.
Estaba apuntada en una agencia de trabajo temporal. Conoció a un hispano llamado John Soto. Soto trabajaba en la agencia. Vivía con su compañera sentimental, el hijo de ambos, su hermano Augie y la novia de éste, que tenía dieciséis años. Karen follaba con John Soto. Sus padres lo desaprobaban.
Antes de desaparecer Karen estuvo en su casa con una amiga. Bebieron combinados. Se emborrachó. Despotricó contra John Soto y su «esposa». Dijo que eran unos padres de mierda y que quería rescatar al crío.
Karen se marchó de casa sola. Sus padres no volvieron a verla. Los hermanos Soto explicaron el resto de la historia.
Karen anduvo hasta una calle principal y empezó a hacer dedo. La recogieron dos chicos. El conductor le pidió su número de teléfono. Karen se lo dio. Los tipos la dejaron delante de la casa de los hermanos Soto.
Los Soto la dejaron entrar. Karen agredió verbalmente a la compañera de John y se marchó corriendo del apartamento. La mujer salió tras ella. En la acera, a las dos de la madrugada, se insultaron mutuamente. John Soto bajó a toda prisa. Hizo subir a su mujer. Augie Soto y su novia salieron y hablaron con Karen, quien dijo que haría autostop hasta su casa o en dirección a Los Banos Lake.
Augie y su novia subieron. John les dio las llaves de su coche y les dijo que fueran en busca de Karen. Eran las dos y media.
Augie y su novia dieron unas vueltas y no vieron a Karen. Se acercaron hasta el 7-Eleven del pueblo y se quedaron charlando con un camarero hasta el amanecer. Nunca más volvieron a ver a Karen.
Los padres de Karen llamaron a los Soto varias veces. John Soto les contó la misma historia que luego explicaría a los investigadores. El hermano de Karen abrió la puerta de los Soto a patadas y se lió a trompadas con John y Augie. Estos insistieron en la historia que acababan de contar a los detectives. La familia Reilly estaba segura de que los hermanos Soto habían matado a Karen. Los detectives no opinaban lo mismo. Creían que Karen se había marchado a dedo y que había topado con algún loco salido.
Stoner habló con los padres y con el hermano de Karen Reilly. Culparon a los Soto. Stoner interrogó a éstos y a sus mujeres. Todos mantuvieron la misma historia. Stoner interrogó al camarero del 7-Eleven. Su relato acerca del encuentro de esa madrugada no concordaba con el de Augie.
Augie decía que habían llegado al local alrededor de las tres. El camarero aseguró que se habían presentado a las cinco. Stoner habló otra vez con John y con Augie y les propuso que se sometieran al detector de mentiras. Los hermanos se avinieron a ello.
John superó la prueba. La de Augie no resultó concluyente. La mujer de John y la novia de Augie se negaron a pasar por el detector de mentiras.
La madre de Karen Reilly telefoneó a Stoner. Le dijo que hacía unos meses su hija había estado a punto de ser secuestrada por un novio que tenía en el instituto. El chico la había abordado ante la puerta de su casa y la había obligado a subir al coche. La madre de Karen había intercedido, pero el chico se había marchado sin hacerle caso.
Stoner interrogó al ex novio. Aseguró que seguía enamorado de Karen. No le gustaba que saliera con un hatajo de pelagatos. La había obligado a subir al coche para hacerla entrar en razón. El chico accedió a pasar la prueba del detector de mentiras. Su madre intervino y no lo permitió.
Stoner regresó al 7-Eleven. Allí le informaron de que el camarero se había marchado a Las Vegas y de que allí lo habían detenido por un asunto de droga.
Ocurrieron otros homicidios. Exigían una rápida atención. El caso de Karen Reilly estaba repleto de sospechosos improcesables.
Tal vez los Soto hubieran engañado al detector de mentiras. Tal vez la hubiese matado el ex novio. Tal vez un hombre la hubiera recogido cuando hacía autostop, le hubiese dado droga adulterada y ella hubiese muerto de sobredosis. Tal vez el hombre la hubiese desnudado y abandonado en la carretera. Quizás hubiera caído en manos de un obseso, que la había violado y luego abandonado para que no lo acusasen. Un asesino en serie estrangulaba mujeres autostopistas. Tal vez hubiese topado con Karen.
Stoner se dedicó a sus casos más recientes, pero en sueños seguía trabajando en el caso Reilly.
Visualizó a Karen viva y consumida, enrojecida y negruzca debido al calor y la putrefacción. Visualizó las maneras en que había podido morir. Bill siempre despertaba intentando capturar el instante en que la muchacha cruzaba esa línea.
El tipo del 7-Eleven la había visto follar con John Soto en el asiento trasero del coche de éste. El coche no paraba de sacudirse allí mismo, en el aparcamiento. La mujer de John vio el espectáculo y montó un escándalo.
Karen invitó a Augie Soto a Los Banos Lake. Augie se presentó con unos cuantos amigos. Los tíos de Karen no querían dejarlos entrar en su cabaña. Karen acampó fuera con sus amigos mexicanos.
La chica bebía muchísimo. Le gustaba sembrar el desconcierto entre sus amigos y entre los severos padres de éstos. Llevaba una vida previsiblemente rebelde.
Se marchó de casa borracha. Acababa de anunciar cuál sería su nuevo objetivo laboral a una amiga borracha. Quería ser prostituta. Salió de casa para enfrentarse con unos padres incompetentes y rescatar al hijo que éstos desatendían.
Estaba confusa, era inocente y cándida hasta la estupidez. Tenía diecinueve años. Podría haber salido de aquel marasmo con la misma facilidad con que había cruzado esa línea.
Stoner no podía dejar de pensar en ella.
Las chicas estúpidas y rebeldes tenían opciones limitadas. La vida favorecía a los chicos estúpidos y rebeldes. Las chicas estúpidas y rebeldes repelían y excitaban a un tiempo. El objetivo de sus actos era desafiar al mundo a que las tuviese en cuenta. A veces, el hombre inoportuno daba la réplica a su actuación en una caracterización demasiado perfecta.
Stoner aprendió que los hombres mataban a las mujeres porque al mundo no parecía importarle y lo perdonaba.
Trabajó en docenas de casos de homicidio y resolvió un porcentaje importante de ellos. Dedicó tiempo a las familias de las víctimas en detrimento de la suya. Sus hijos crecieron rápido. Pasó la mitad de los cumpleaños de éstos en lugares donde habían asesinado a alguien. El índice de asesinatos en el condado de Los Ángeles continuó creciendo. Él mantuvo a raya el voluminoso papeleo y soportó los atascos de tráfico en la autopista. Resolvió asesinatos nuevos y asesinatos antiguos y siguió con suicidios y accidentes laborales. En un año resolvió diecinueve casos de veinte. Tuvo compañeros buenos e hizo la mitad del trabajo. Tuvo compañeros malos e hizo todo el trabajo. Algunos casos le infundieron nuevas energías. Otros lo aburrieron. Trabajó en un millón de casos del tipo «mamá-ha-matado-a-papá» o «papá-ha-matado-a-mamá». Trabajó en la investigación de dos millones de muertes en bares mexicanos en los cuales los cuarenta testigos afirmaban que se encontraban en el aseo y no habían visto nada. Algunos casos le traían a la memoria temas de sexo desenfrenado. Algunos casos lo hacían dormir como si la comida le hubiese resultado indigesta. Le siguió la pista al Acechador Nocturno. Resolvió el caso «mini-Manson» y arrestó a varios maníacos que se cargaban chaperos. Los asesinatos se acumulaban. Aquella vida le produjo «fatiga por implicación en casos de homicidios». Se tomó unas vacaciones y sufrió el «síndrome de abstinencia de la implicación». Ponía el mismo empeño en todos los casos y los discriminaba en la mente y en el corazón. Las fechas de los juicios se acumulaban; comprendían una gran variedad de asesinatos. Algunos eran recientes; otros, viejos. Hacía juegos malabares con una amplia variedad de datos y rara vez fracasaba en el estrado de los testigos.