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Conoció a Laney Jacobs en una fiesta. Empezó a comprarle coca. Laney utilizaba una compañía de limusinas de la que Bob Evans era copropietario. Su chófer más utilizado era un tipo llamado Gary Keys. Keys le comentó a Laney que Evans buscaba dinero. Quería hacer una película sobre el Cotton Club, el local de Harlem tan popular en los años treinta. Laney le dijo a Keys que tenía dinero para invertir en un proyecto que le pareciera interesante.

Laney trabajaba para un magnate de la coca llamado Milan Bellachaises. La había mandado a Los Ángeles para que se encargara del abastecimiento de la Costa Oeste. El distribuidor de Laney era un blanco sureño llamado Tally Rogers. Vendían treinta kilos al mes. Obtenían un beneficio de medio millón de dólares mensuales.

Laney era cocainómana. Quería ser productora de cine, Gary Keys le dijo a Bob Evans que tenía dinero para gastar.

Laney y Bob hicieron buenas migas. Empezaron a salir de juerga y a follar. Laney alquiló un apartamento en Beverly Hills y montaba orgías en él.

Evans le explicó que el Cotton Club era un proyecto de gran presupuesto. Necesitaba un mínimo de cincuenta millones. Laney dijo que conocía a un tipo llamado Roy Radin. Tenía muchísimo dinero y quería empezar a invertir en el cine. Evans le pidió que le concertara una cita. Laney se apresuró a hacerlo.

Radin se puso muy contento. Dijo que vendería su casa y daría un sablazo a unos inversores asquerosamente ricos. Evans le prometió a Laney cincuenta mil dólares por hacer de intermediaria.

Radin se puso en contacto con un amigo banquero de Puerto Rico. El tipo estaba relacionado con el gobernador territorial, a quien consiguió entusiasmar con el proyecto. Radin le pidió cincuenta millones de dólares en efectivo. El gobernador dijo que sólo soltaría treinta y cinco. Radin aceptó. Voló a Nueva York para discutir el negocio con Bob Evans.

Se encontraron en el apartamento de Evans. Apareció Laney. Le dijo a Radin que quería el cinco por ciento de los beneficios del proyecto por haber hecho de intermediaria. A Radin la cantidad le pareció excesiva. Evans se puso de parte de Laney. Radin se enfureció y se marchó dando un portazo.

Laney regresó a Los Ángeles y enseguida tuvo otro problema.

Tally Rogers quería más dinero. Se movía por la costa, arriba y abajo, cargado de droga y apenas ganaba nada. Laney se negó a subirle el sueldo.

Se presentó la mujer de Tally Rogers. Se llamaba Betty Lou y había llegado de Tennessee sin previo aviso. Laney la llevó a lugares de moda de Los Ángeles. Tally la convenció de que le hiciese conocer Las Vegas.

Laney y Betty Lou se marcharon. Tally saqueó el garaje de Laney. Se llevó doce kilos de coca y doscientos cincuenta mil dólares en efectivo.

La sirvienta llamó a Laney. Le contó que había visto a Tally merodear cerca del garaje. Tally llamó a Betty Lou y le dijo que desapareciera. Betty Lou tomó un taxi en dirección al aeropuerto de Las Vegas.

Laney regresó a Los Ángeles. Telefoneó a Milan Bellachaises, quien le dijo que recuperara su droga y su dinero.

Laney conocía a Bill Mentzer. El tipo hacía prácticamente cualquier cosa con tal de que le pagasen por ello. Lo llamó y lo contrató para que buscase a Tally Rogers.

Mentzer pidió a Alex Marti y a Bob Lowe que le echasen una mano. Volaron a Memphis y secuestraron al mejor amigo de Tally. El tipo les enseñó las guaridas de éste. No lo localizaron en ninguna de ellas. Soltaron al amigo y fueron a Miami. Discutieron el asunto de Tally con Milan Bellachaises. A nadie se le ocurrió nada constructivo.

Mentzer llamó a Mike Pascal. Le dio los nombres de amigos íntimos de Laney para que comprobara sus facturas de teléfono. De ese modo tal vez encontraran una pista para dar con Tally.

Pascal llamó a Mentzer al cabo de dos días. Sabía que Mentzer quería resultados. Sabía que Laney odiaba a Roy Radin. Sabía que Radin salía de juerga con Tally Rogers.

Pascal mintió a Mentzer. Le dijo que Tally había llamado a Radin justo después de robar el dinero y la droga. Radin telefoneaba mucho a las Bahamas. Quizá Tally se escondiera allí.

Mentzer regresó a Los Ángeles. Laney estaba allí. Milan Bellachaises le dijo que obedeciera las órdenes de Mentzer. Radin estaba en Los Ángeles. Laney lo llamó. Lo acusó de haberle robado el dinero y la droga. Le dijo que intentaba joderle su porcentaje en el negocio del Cotton Club.

Radin negó haber cometido el robo. No tenía ni idea de dónde se encontraba Tally Rogers. Decía la verdad.

Mentzer le contó a Laney su plan.

Ella atrae con engaños a Radin a una limusina. El chófer es Bob Lowe. Le dice a Lowe que se detenga para comprar cigarrillos. Un coche los sigue. Mentzer y Marti saltan de él y se abalanzan sobre la limusina. Laney desaparece. Los chicos se llevan a Radin y lo torturan hasta que habla.

La historia del Cotton Club era ridícula e insignificante. Los asesinos, unos payasos. La víctima, una mierda avariciosa. Los actores secundarios, parásitos salidos del fango.

Stoner prosiguió en su intento de localizar a Bunny Krauch y a Tracy Stewart.

Mentzer y Marti estaban en Los Ángeles. Lowe estaba en Maryland. Laney estaba en Okeechobee, Florida, con Larry Greenberger. Stoner y Avila aumentaron la presión.

Billy Rider llamó a Mentzer y le dijo que estaba en Los Ángeles. Lo invitó al Holiday Inn. Pusieron micrófonos en la habitación de Rider. Stoner y Avila ocuparon la habitación contigua.

Rider habló de su pleito contra Larry Flynt. Mentzer habló del golpe de Radin.

Detrás de la limusina aparecieron tres agentes de policía. Mentzer pensó que estaban compinchados. Marti le hundió la pistola a Radin en la entrepierna. Mentzer le metió el cañón de la suya en la boca. Los tres agentes pasaron por delante de ellos con paso rápido, entre carcajadas.

Mentzer cambió de tema. Stoner y Avila necesitaban más palabras incriminatorias. Tenían que grabar de nuevo las conversaciones entre Rider y Mentzer.

Decidieron fingir una compra de droga. Se reunieron con la Brigada de Narcóticos de la Oficina del Sheriff y juntos elaboraron un plan.

Pusieron micrófonos ocultos en una habitación del Holiday Inn de Long Beach. Rider llamó a Mentzer. Le dijo que iba a comprar droga y que necesitaba un guardaespaldas. Le ofreció doscientos dólares. Mentzer aceptó.

Prepararon la compra en un aparcamiento cercano al hotel. Utilizaron droga de verdad. Unos agentes del sheriff se hicieron pasar por traficantes de coca. Después de la compra, Rider subió con Mentzer a la habitación de aquél. Stoner y Avila estaban pegados a sus auriculares en la habitación de al lado.

Mentzer habló por los codos.

Tenía armas y explosivos C-4 guardados en una caja de seguridad pública. Habían matado a Roy Radin con unas balas de punta hueca del calibre 22. Los imbéciles de la pasma pensaron que lo habían hecho con un fusil.

El explosivo C-4 era extraordinariamente combustible. Almacenar aquella mierda en un lugar público constituía un peligro para la comunidad. Stoner quería eliminar aquel riesgo. Le dio a Rider una caja de seguridad vieja y le dijo que llamara a Mentzer. Rider llamó a Mentzer y le ofreció la caja. Mentzer aceptó el regalo. Rider y Mentzer llevaron la caja a la cabaña de almacenamiento y metieron las armas y el C-4 en ella. Rider llevaba encima un micrófono.

Mentzer dijo que Larry Greenberger estaba muerto. Él mismo lo había matado accidentalmente. Había ocurrido en Okeechobee. Mentzer empezó a sospechar del negocio.

Stoner llamó a la policía de Okeechobee. Ellos también sospechaban. Laney Jacobs seguía escondida siguiendo el consejo de su abogado. Stoner sabía que era ella quien había matado a Greenberger.

La policía de Okeechobee llamó a Stoner y le comunicó que Jacobs había huido. Stoner empezó a seguirle el rastro por los movimientos de su tarjeta de crédito.

Había llegado el momento de golpear duro.

Stoner fue a ver a David Conn, ayudante del fiscal del distrito. Le contó toda la historia y le hizo escuchar la cinta de Rider y Lowe y la de Rider y Mentzer. Conn le dio luz verde.