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Obtuvieron información poco o nada concreta. Comprobaron ciento treinta placas de matrícula. Dieron con parejas casadas, con parejas de una noche, con parejas adúlteras y con parejas de prostituta y cliente. A algunas personas no pudieron localizarlas. Elaboraron una lista sustancial de gente que visitar y comprobar. Muy pronto anduvieron tras los pasos de sospechosos más sólidos.

El miércoles 28 de enero llegó otra denuncia. Una tal Viola Ramsey delataba a su marido.

Se llamaba James Orville Ramsey. Había abandonado a la señora Ramsey hacía un mes. La había llamado el lunes por la noche. «Si te empeñas en sacarme de mis casillas -le dijo-, terminarás como esa camarera de Puente Hills. Si tus amigas te echan de menos durante tres o cuatro días, diles que te encontrarán con el culo en la cuneta, como ella.»

James Orville Ramsey tenía treinta y tres años. Era ayudante de cocinero. La señora Ramsey decía que su ex detestaba a las camareras. Las consideraba vulgares e inútiles. Le gustaban las carreras de caballos y la comida mexicana. Era un borracho. Había estado en la cárcel varias veces por allanamiento de morada y desórdenes públicos. Le gustaban las mujeres mayores. Había amenazado a su mujer con matarla y «escupir sobre su sangre». Conducía un Chevrolet del 54 de dos puertas. Su último lugar de trabajo conocido había sido la bolera Five Points de El Monte. Estaba liado con una chica de diecinueve años llamada Joan Baker, camarera del Happy's Cafe. La señora Ramsey era camarera en el Jack's Bar de Monterey Park.

Claude Everley interrogó a James Orville Ramsey. La denuncia era un absurdo arrebato vengativo.

El jueves 29 de enero los periódicos de Los Ángeles mostraban la foto del coche. También aparecía un anuncio adjunto en el que se solicitaba información y se indicaba el número de teléfono de la Brigada de Homicidios de la Oficina del Sheriff. El caso Long ya estaba en su sexto día. Y era un callejón sin ninguna clase de salida.

Andre y Everley volvieron al hipódromo. La chica que atendía el mostrador de una cafetería dijo que había visto a Bobbie Long la semana anterior. Se había abierto paso a empujones hasta colocarse la primera de la cola. Se había mostrado muy brusca.

Otra chica de la cafetería confirmó la historia. Bobbie se había abierto paso hasta ponerse la primera de la cola. Había actuado con mucha brusquedad. Se negaba a guardar turno, como todo el mundo.

Una cajera dijo que había visto a Bobby la última semana. Había cobrado una apuesta en su ventanilla. Su comportamiento había sido «raro».

Un guarda de seguridad dijo que había visto a Bobbie el jueves. Iba sola.

El encargado de un bar dijo que había servido a Bobbie la semana anterior. Estaba «medio borracha».

Un conductor de autobús dijo que la semana anterior había visto a una mujer que se parecía a Bobbie Long. Había subido a un Ford del 53 en el que iban dos hombres negros. El coche era azul pálido. La puerta del lado del acompañante chirriaba.

Los chicos del laboratorio hicieron un buen trabajo. Colgaron el abrigo, la blusa y la falda de Bobbie Long en varias clavijas y tomaron fotos en color de las prendas. Ward Hallinen tomó dos docenas de copias y salió en coche hacia el valle de San Gabriel. Dejó copias en las comisarías de Temple City y San Dimas, y en los departamentos de policía de Baldwin Park, Arcadia y El Monte. Habló con cinco tenientes detectives y les pidió que investigaran por su cuenta en sus respectivas jurisdicciones. Los cinco tenientes respondieron que intentarían encontrar tiempo para todo.

Ethlyn Manlove se presentó en la Brigada de Homicidios el jueves por la tarde. Ray Hopkinson habló con ella. Un taquígrafo transcribió la declaración.

Ethlyn afirmó que Bobbie Long mentía acerca de su edad y que había estado casada dos veces: con un tipo en Nueva Orleans y con otro en Abilene, Kansas. La mujer no sabía los nombres de los maridos. Bobbie tenía dos hermanos y una hermana. Tampoco sabía cómo se llamaban. Dijo que Bobbie no tenía necesidad de amor ni de sexo. Sólo amaba el dinero. Era «muy mercenaria».

Hopkinson preguntó a la señorita Manlove si creía que Bobbie sería capaz de cambiar sexo por dinero. La mujer contestó que sí. Añadió que durante la Segunda Guerra Mundial un capitán de la Marina «mantenía» a Bobbie. Le pagaba la ropa y el apartamento, y le enviaba doscientos cincuenta dólares cada mes.

Ethlyn Manlove dijo que Bobbie pedía dinero a lo grande. Quería veinticinco o cincuenta dólares por salida. Quizás hubiese pretendido estafar a alguien. Y el tipo acabó por matarla. Tal vez Bobbie hubiera iniciado una pelea y el hombre la hubiese matado para silenciarla y conservar su dinero.

Hopkinson dijo que era posible.

El viernes 30 de enero una mujer llamó a la Brigada de Homicidios. Se identificó como la señora K.F. Lawter y dijo que había visto la foto en los periódicos. La mujer que aparecía en ella era su antigua inquilina, Gertrude Hoven. Gertrude vivía en un edificio de su propiedad.

Ward Hallinen llamó a la señora Lawter, quien le informó de que Gertrude Hoven se había trasladado a San Francisco. La foto había sido tomada en el exterior del edificio, en el distrito de Crenshaw. El Odsmobile pertenecía a la señora Nevala, otra inquilina.

Hallinen visitó a la señora Nevala. La anciana recordaba el incidente. Bobbie Long había sacado aquella foto en un acto impulsivo y descarado. Antes de hacerlo debería haber pedido permiso.

Hablaron de Bobbie Long. La señora Nevala dijo que Bobbie solía apostar con un corredor llamado Eddie Vince. Eddie frecuentaba un restaurante en la Cincuenta y cuatro con Crenshaw. Había muerto en un accidente de tráfico el año anterior. Otro tipo se había hecho cargo del negocio.

El caso Long ya tenía una semana. Y todo en él eran cabos sueltos y desinformación.

Los tipos de los moteles quedaron libres de cargos. Los investigadores comprobaron informes sobre asesinatos por ahorcamiento que se remontaban cinco años atrás y continuaron con las manos vacías. Probaron con algunos de los delincuentes sexuales del caso Ellroy y volvieron a apretarles las clavijas. También se las apretaron a veintidós fichados recientemente por delitos similares. No sacaron nada en claro.

Se produjeron otros asesinatos. Quienes investigaban el caso Bobbie Long se dedicaron a nuevos casos y esporádicamente seguían alguna pista relacionada con el crimen de la camarera.

Les llegó un soplo e identificaron al tipo de las mantequerías Challenge. Se llamaba Tom Moore. La noche en que Bobbie había sido estrangulada se encontraba en su lugar de trabajo.

El 14 de febrero dos agentes de la zona este de Los Ángeles detuvieron a un payaso llamado Walter Eldon Bosch. Siguiendo una pista, lo sorprendieron en una habitación de motel mientras hacía llamadas telefónicas obscenas y se la cascaba. Comprobaron sus explicaciones y lo descartaron como sospechoso.

El 17 de febrero la patrulla de Norwalk detuvo a un tipo llamado Eugene Thomas Friese. Dos agentes lo sorprendieron mientras arrastraba a una mujer hacia un callejón. Friese tenía un historial de violador que se remontaba a 1951. El hombre pasó por el detector de mentiras en relación con el caso de Bobbie Long. Según el experto, la prueba «no había resultado concluyente».

El 29 de marzo llegó un nuevo soplo. Lo recibió la brigada de Temple City. Una mujer llamada Evelyn Louise Haggin denunciaba que un hombre llamado William Clifford Epperly la había secuestrado, violado y sometido a toda clase de perversiones sexuales. Harry Andre habló con Evelyn Louise Haggin, quien dijo que Epperly la había dejado inconsciente. La mujer no tenía marcas en el cuello. Según declaró, habían hecho el amor un par de veces antes de que el hombre la violara. Andre habló con Epperly. El hombre dijo que acababa de cumplir un año de condena. Había estado en prisión desde el 20 de febrero del 58 hasta el 8 de febrero del 59. Andre confirmó las fechas y descartó a Epperly como sospechoso.