El 19 de junio se agotaron todas las instancias. Un juez confirmó la condena y ordenó que el 27 del mismo mes Ellis se presentara para oír el fallo.
El Desert Inn era un venerable reducto de blancos, y de mucha clase para lo habitual en El Monte.
Spade Cooley tocaba allí cada vez que se presentaba en la televisión local. Los Ink Spots, o lo que quedaba de ellos, habían actuado allí después de hacerlo en Las Vegas.
Los clientes negros eran ahuyentados enérgicamente. Los hispanos recibían una acogida no exenta de recelo, siempre que acudiesen en grupos reducidos.
El Desert Inn era un buen lugar para beber y buscar compañía. El Desert Inn era seguro y civilizado para lo habitual en El Monte en 1958.
Jim Bruton se reunió con Hallinen y Lawton en el bar. Eran las seis y media de la tarde.
Pidieron a Al Manganiello el libro de huéspedes del Desert Inn. Al les enseñó un registro lleno de nombres y direcciones. Los agentes lo repasaron y descubrieron que había dos Tom.
Tom Downey: Azusa Canyon Road, 4.817, Baldwin Park. Tom Baker: North Larry Street, 5.013, Baldwin Park.
Al dijo que no conocía a Tom Baker. Tom Downey correspondía mejor a la descripción: un tipo de cabellos oscuros lisos, como el que al parecer había bailado con la pelirroja.
Hallinen, Lawton y Bruton se presentaron en casa de Downey. Una mujer salió a la puerta y se identificó como la señora Downey.
Explicó que Tom aún estaba en el trabajo. Era vendedor de El Monte Motors, un concesionario Ford. Llegaría en pocos minutos.
Le dijeron que volverían más tarde y vigilaron la casa desde el coche de Bruton. Los «pocos minutos» se prolongaron nueve horas y media. A las cinco de la madrugada, decidieron abandonar la vigilancia. Bruton llamó por radio a la comisaría y dijo que enviaran una unidad para relevarlos.
Los agentes de la unidad de relevo vigilaron la casa de Downey. Tom apareció cuando llevaban veinte minutos de guardia. Lo detuvieron. Llamaron por radio a la centralita de El Monte y dijeron al agente de guardia que avisara al capitán Bruton.
Tom Downey estaba furioso y desconcertado. Los agentes lo condujeron a la comisaría de El Monte y lo encerraron en una sala de interrogatorios.
Jim Bruton entró en la habitación. Su primera impresión de Tom Downey fue: «Este tipo es demasiado grueso para ser nuestro sospechoso.»
Bruton lo interrogó. Downey dijo que había ido de putas… y que estaba cansado. Bruton le preguntó qué había hecho el sábado por la noche.
Downey respondió que había pasado dos veces por el Desert Inn. La primera, entre las ocho y las nueve. Se había sentado a la mesa con Ben Grissman y otro tipo, mientras éstos cenaban.
Cuando Ben y el otro tipo se marcharon él todavía se quedó unos diez minutos más. Luego entró en varios locales, regresó al Desert Inn y tomó un par de copas. Pagó al barman con un billete de veinte dólares y se marchó justo antes de medianoche. Después, en otro bar, se encontró con un amigo y decidieron ir a cenar a un restaurante de Covina, un asador que servía comidas hasta muy tarde.
Bruton describió a la víctima, a la rubia y al hombre moreno y los situó en el Desert Inn aproximadamente a las horas en que Lowney había visitado el local. Downey declaró que no había visto a nadie parecido.
Bruton anotó «Ben Grissman» y consiguió el nombre del otro tipo. Le dijo a Downey que alguno de los hombres del sheriff tal vez quisiera hablar con él.
Downey le aseguró que colaboraría. Bruton lo envió a su casa en un coche patrulla.
El martes por la mañana llegó a la comisaría de El Monte una carta. Estaba redactada en el dorso de un comprobante de depósito bancario y de una ficha de control de asistencia de empleados.
Al jefe de Policía de El Monte
23 de junio de 1958
Apreciado señor:
En relación con su último caso de asesinato con violación (del cual he tenido noticia en los periódicos de hoy), le sugiero que interrogue a E. Ponce, un reparador de televisores que trabaja en Dorn's y vive en Monterrey Park. Esto queda bastante cerca de El Monte y mi esposa lo acusa de violarla en abril del año pasado, en mi casa. En esa ocasión, el hombre también la amenazó a ella y al resto de la familia. En este momento el asunto está en manos de abogados. Ese hombre es un mexicano alto y delgado, con un acento muy pronunciado. Haga que responda por sus actos y/o por cualesquiera otros similares.
Pregunte a Ponce si conocía a la enfermera violada y asesinada. Averigüe si ella compró alguna vez un televisor o tuvo cualquier otro trato con Dorn's y si Ponce le había reparado alguna vez un aparato, del tipo que fuese. Haga que le explique sus movimientos la noche del crimen. Con pruebas. Pídame que lo identifique, como si yo lo hubiera visto con esa mujer. Déjeme echarle una ojeada.
La carta venía firmada por Lester A. Eby, Cires Avenue, 17.152, Fontana, California. La secretaria del jefe de Policía llamó a Información y pidió el número de teléfono correspondiente a esa dirección. VA2-7814. Lo anotó al pie de la ficha de control de asistencia y llamó otra vez a Información.
Pidió la lista de los «E. Ponce» de Monterey Park. La telefonista le dio el único que había: Emil Ponce, East Fernfield Drive, 320, PA1-3047. La secretaria del jefe anotó la información debajo del nombre del informante y puso la carta en la bandeja de correspondencia del capitán Bruton.
Ruth Schienle telefoneó a la Brigada de Homicidios de la Oficina del Sheriff el martes por la mañana. Dejó un mensaje detallado para Ward Hallinen y Jack Lawton. El hombre que atendió la llamada lo anotó en el dorso de una hoja de teletipo.
La señorita Schienle informa que Henry Kurtz, Irving Pl., 4.144, Culver City, EN-85888, no se presentó a trabajar anoche y ha avisado que tampoco irá hoy (24/6/58). Henry F. Kurtz, varón blanco, 39 a 42, 1,75 m, cabello castaño.
Luego dejó la nota en la bandeja de correspondencia de Jack Lawton.
Jim Bruton telefoneó a Frank Godfrey el martes por la mañana. Le dijo que se acercara a Brea y hablara con una chica mexicana de nombre Carmen Contreras. Habían tenido noticia de que conocía a un cliente del Desert Inn llamado Tommy. La chica vivía en el 248 de South Poplar.
Godfrey se trasladó al condado de Orange y buscó la dirección. La madre de Carmen lo envió al lugar donde ésta trabajaba, la Beckman Instrument Company.
Godfrey habló con Carmen, quien le dijo que, en efecto, conocía a un hombre llamado Tommy, pero que no sabía el apellido. Era de raza caucásica, de entre treinta y cuarenta años y aproximadamente un metro ochenta de estatura. Su tez era morena, y tenía los ojos castaños y el cabello oscuro y rizado.
A Carmen le parecía que vivía en Baldwin Park. Estaba casado, pero tramitando el divorcio. Conducía un Mercury cupé del 57, rosa y blanco. Le había contado que antes tenía un Oldsmobile del 52. Trabajaba en Temple City para una empresa de instalación de suelos. Frecuentaba el Ivanhoe, de Temple City, y el Desert Inn, de El Monte. Le gustaba sentarse a la barra o ir de mesa en mesa. Un par de veces la había llevado a un local italiano en el Valley. Hacía cierto tiempo que no lo veía.
Godfrey le dio una tarjeta y le pidió que se pusiese en contacto con él si recordaba o averiguaba el apellido de Tommy. Carmen le aseguró que lo haría.
Godfrey llamó a Jim Bruton y le resumió la entrevista. Bruton dijo que iría a preguntar al Ivanhoe.
Un comunicante anónimo telefoneó a la Oficina del Sheriff de Temple City el martes por la mañana. Dijo que un tal Johnny podía ser el que había estrangulado a la enfermera.
El comunicante añadió que Johnny iba a menudo al Desert Inn, conducía un Oldsmobile Holiday rosado y blanco y se consideraba un «mujeriego». Era blanco, de entre treinta y treinta y cinco años, medía casi un metro ochenta de estatura y era de constitución mediana. Tenía una ex novia llamada Patricia Fields.