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– Lo siento, no puedo daros su número de camarote -replicó la enfermera con firmeza.

– Pero… -quiso protestar Gwendolyne.

Fredericka le dio un codazo.

– No pasa nada. A lo mejor viene luego a comer. Gracias, enfermera Keane.

La niña hizo una reverencia y salió corriendo hacia la puerta.

– Pero yo quería ver al tío Harry-lloriqueó Gwendolyne.

– Sígueme. -Fredericka se acercó a un teléfono sobre una mesa en el pasillo, lo descolgó y pidió el número de Harry Crater. Cuando el hombre contestó, parecía furioso-. ¿Cómo se encuentra? -preguntó la niña, después de identificarse.

– De pena. ¿Qué quieres?

– Le hemos hecho unos dibujos y queríamos dárselos. Estamos seguras de que le harán sentirse mucho mejor.

– Estoy descansando. Dejadme en paz.

– También tenemos su móvil.

Ahora le tocó a Fredericka oír la palabra prohibida.

– ¿Dónde estás? -preguntó Crater.

– ¿Dónde está usted, tío Harry? Nosotras se lo llevamos.

Crater le dio el número de habitación. Unos minutos después las niñas llamaban a su puerta. Cuando él abrió se hizo evidente que no pensaba invitarlas a entrar.

– ¡Ha llamado su médico! -informó Fredericka-. Quiere que le llame.

– Seguro -masculló Crater, cogiendo el móvil.

– ¡Aquí están nuestros dibujos! -se enorgulleció Gwendolyne-. Si tiene un poco de cinta adhesiva, se los pondremos en la pared.

Crater se había quedado mirando el dibujo del helicóptero.

– ¿Quién ha hecho esto?

– ¡Yo! -exclamó encantada Gwendolyne-. ¿Me llevará a dar una vuelta en su helicóptero algún día?

– ¿Y tú cómo sabes que tengo un helicóptero?

– Anoche, cuando se lo llevaron a la enfermería, alguien les dijo a papá y mamá que si se ponía usted más enfermo y pensaban que se iba a morir o algo, entonces vendría su helicóptero a llevárselo. ¡Qué guay!

– Sí, ya. Escuchad, niñas, tengo que descansar.

– Ya regresaremos luego, por si se ha vuelto a caer. Nos gusta cuidar de la gente enferma.

Crater les cerró la puerta en las narices.

Las niñas se encogieron de hombro mientras oían echarse los pestillos.

– Como diría papá, «ninguna buena acción queda sin castigo» -comentó Gwendolyne-. Pero Dios nos está viendo y sonríe.

– Vamos a por un café para mamá y papá -sugirió su hermana-. Ya sabes que mamá necesita el café por la mañana.

Las dos niñas echaron a correr por el pasillo como una manada de elefantes, decididas a realizar su segunda buena acción del día.

37

El comodoro, todavía con el pijama de rayas blancas y azules, estaba sentado en el suelo del salón de la suite con las piernas cruzadas, en un intento de lograr la paz interior. También se estaba preparando para las noticias locales de Miami, que estaban a punto de aparecer en su televisión por satélite. A esas alturas lo de la paz interior era un sueño imposible. Se había imaginado que ser dueño del Royal Mermaid le proporcionaría el solaz que había ansiado después de tres matrimonios fracasados y la muerte de su querida madre. Pero no tuvo esa suerte.

Todavía no había comido nada esa mañana. Eric había vuelto a la suite para contarle el accidente de Alvirah Meehan justo cuando Willson llegaba con el desayuno. ¿Qué más podía salir mal?, se preguntó. Como respondiendo a su pregunta, sonó de pronto en la televisión la insistente música dramática de las noticias de las ocho.

– Buenos días -saludó con optimismo un guapo presentador de cara de botox, sonriendo a la cámara-. Hoy, veintisiete de diciembre, nuestro primer titular de la mañana se refiere a la búsqueda de Bala Rápida Tony Pinto, que se ha intensificado. Varios testigos han declarado verle cerca de la frontera de México y Canadá, pero todas las declaraciones han resultado ser pistas falsas. Su esposa, en su mansión de Miami, sigue insistiendo en que está muy preocupada por «su Tony», como suele llamarle. Según su declaración, cuando se despertó ayer por la mañana, él ya no estaba en casa. Teme que el estrés de su inminente juicio le haya trastornado, y ahora pueda haber perdido la memoria de su vida anterior y esté desorientado y necesitado de ayuda. Ha ofrecido una recompensa de mil dólares a cualquiera que ofrezca alguna información que ayude a localizar el paradero de su marido.

– ¡Mil dólares! ¡Venga ya! -masculló el comodoro. En ese momento llamaron a la puerta-. ¡Adelante! -bramó.

Dudley entró en la sala, pero el comodoro le hizo una señal para que guardara silencio.

– … La señora Pinto ha distribuido folletos por toda la ciudad con una fotografía de Bala Rápida en la que aparece con el Premio al Ciudadano Distinguido que recibió de un grupo desconocido.

¿Tendría que salir corriendo y esconderse para escapar de sus problemas?, pensó el comodoro sombrío. Había creído que la vida en el mar sería despreocupada y gratificante…

– Y ahora -prosiguió el locutor- Bianca García nos ofrece nuevas noticias sobre el crucero de Santa Claus que salió del puerto de Miami hace menos de veinticuatro horas. ¿Bianca?

La cámara enfocó a Bianca, que a pesar de haber dormido solo dos horas nunca había tenido los ojos más brillantes. En su mente ya se veía en el Rockefeller Center presentando el programa Today.

– Pues sí, Adam, tengo que decir que es un extraño crucero el que tenemos ahora en alta mar, y la inesperada tormenta que azotó el barco esta noche es el menor de sus problemas…

El comodoro quiso levantarse, pero le hormigueaban las piernas y los pies. Perdió el equilibrio y se cayó torpemente hacia un lado.

Bianca resumió rápidamente su anterior reportaje:

– … Y anoche después de las noticias hablé con uno de mis contactos en el barco. Por lo visto hubo más sorpresas. Dos trajes de Santa Claus fueron robados de una sala cerrada con llave, y una mujer del grupo de Lectores y Escritores entró dando gritos en el comedor durante la cena, declarando haber visto el fantasma de Louie Gancho Izquierdo en la capilla. Hace unos instantes me ha llegado la noticia de que la famosa ganadora de la lotería Alvirah Meehan se cayó en cubierta esta mañana mientras intentaba alcanzar a uno de los Santa Claus del crucero, que al parecer huía de ella. ¡Qué grosero! Y yo que pensaba que era un crucero precisamente para gente solidaria. ¿Qué está pasando? Anoche comenté que tal vez viajaba a bordo el fantasma del primer propietario del barco, Angus MacDuffie, Mac. Esta mujer en cambio sostiene que el fantasma que vio era el de Louie Gancho Izquierdo. -Aparecieron en la pantalla fotografías de los dos hombres-. Es increíble. Ambos son hombres corpulentos vestidos con calzones de cuadros. Yo, personalmente, creo que se trata del fantasma de MacDuffie.

» Veamos, MacDuffie era un excéntrico. Se pasaba el día entero en el barco, incluso después de que acabara en el jardín de la finca que había heredado de sus padres. Tanto su padre como su madre eran coleccionistas sin medida, amantes de todo lo antiguo, desde una escultura griega hasta una gastada tabla de fregar, y jamás tiraban nada. La casa estaba tan abarrotada de objetos que se consideraba en constante peligro de incendio. El yate fue la vía de escape de MacDuffie. Adoraba el mar y disfrutaba de la amplitud del espacio abierto. Él mismo declaró que jamás dejaría ese barco, y yo sostengo que todavía sigue a bordo.

» ¿Cuál de estos dos fantasmas anda rondando el barco? ¿Louie Gancho Izquierdo, a quien se rinde un homenaje, o Mac MacDuffie, quien aseguró que el barco siempre sería suyo? Envíen sus e-mails con sus opiniones. Mientras mis espías sigan enviando datos desde el Caribe, les mantendré informados…

Winston había entrado en la habitación durante el reportaje, con café recién hecho y dos tostadas de pan integral, esperando que su jefe recobrara el apetito.

– ¡Esa mujer me va a enterrar! -exclamó el comodoro.