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– Gracias -dijo Hultin, y terminó de escribir una retahíla de palabras en la pizarra-. Hjelm.

– Si no te importa, me gustaría hacer mi presentación al final, pues tenemos que hablar sobre el turno de esta noche.

– ¿Eso quiere decir que tienes un candidato tan sólido como para ponerlo bajo vigilancia ya esta noche?

– Eso es lo que habrá que decidir. Creo que sería mejor si escucháramos antes las demás presentaciones. Si Söderstedt y Chávez no tienen también un candidato, claro está…

Los dos policías mencionados negaron con la cabeza. Hultin hizo un sutil gesto con la cabeza.

– De acuerdo -dijo-. ¿Söderstedt?

– He estado reflexionando sobre la idea del asesino en serie -resonó la voz finlandesa suecoparlante-. Desde un punto de vista internacional todavía es muy pronto, pues en realidad dos asesinatos idénticos no significan otra cosa que dos asesinatos idénticos.

– Cierto -interrumpió Hultin-, pero en las líneas directrices que han trazado Mörner, el jefe de la policía criminal nacional, y el círculo interior de la DGP se insiste, sobre todo, en el aspecto de la protección. Ésa es la razón por la que tratamos esto como asesinatos en serie antes de que lo sean formalmente. Además, yo mismo estoy bastante convencido de que es así. Y, al fin y al cabo, es mi juicio lo que, en última instancia, decide la dirección de la investigación.

Vaya, pensó Hjelm. La primera demostración de poder del comisario Jan-Olov Hultin. Pero Söderstedt no se rindió.

– Yo sólo estaba pensando en que últimamente los asesinos en serie están de moda. Resulta fácil dejarse impresionar por las atrocidades norteamericanas. Hace poco, un loco de nombre Jeffrey L. Dahmer fue condenado a cadena perpetua por asesinar, descuartizar y comerse a diecisiete jóvenes negros. Su padre acaba de escribir un bestseller sobre cómo es ser padre de un monstruo. Tanto el padre como el propio Dahmer se han hecho ricos; numerosos simpatizantes, de Sudáfrica, por ejemplo, entre otros lugares, le envían dinero a la cárcel, y existen varias revistas en Estados Unidos que glorifican los asesinatos en serie y en masa. Naturalmente, se trata de sociedades en plena decadencia en las que un sentimiento de frustración generalizado hace posible que un pueblo entero se identifique con la marginación más extrema y enfermiza. La absoluta ruptura con todas las reglas sociales ejerce una enorme fascinación, tanto que incluso, como acabo de decir, se llega a mandar dinero a asesinos. Un poco de sueldo retroactivo. Pero allí se trata siempre de víctimas insignificantes y débiles, cuyas únicas características mediáticas son precisamente las de ser víctimas. Uno se pregunta sobre los posibles efectos que esta historia podría ejercer en el espíritu del pueblo sueco. No existen acciones aisladas.

Hjelm se sobresaltó.

– Söderstedt, me dijeron en Västerås que tienes tendencia a perderte en digresiones -comentó Hultin de modo neutro-. Al grano en lo que se refiere a las finanzas.

– No hay que perder la perspectiva, eso es todo -murmuró Söderstedt mientras hojeaba un taco de folios impresos-. Como has dicho, Hultin, es una auténtica maraña. Yo sólo he empezado a rascar en la superficie. Daggfeldt tenía dos empresas bastante grandes de su propiedad y de nadie más: la sociedad financiera DandFinans S. A., con cuatro filiales, y la empresa de importación Malackalmport S. A. También era copropietario de otras ocho empresas más pequeñas, de las cuales tres son holdings; y tenía una cartera de acciones a rebosar, principalmente compuesta por valores de cinco de las mayores empresas de exportación del país. La empresa cabecera de Strand-Julén se llama Strand-Julén Finans S. A., a la cual van adheridos toda una serie de holdings con tenencias accionarias cruzadas. Es aún más difícil, si cabe, hacerse una idea de este grupo de empresas que del grupo de Daggfeldt.

– Sólo una pregunta -dijo Hjelm-. ¿Qué es un holding?

El Grupo A pareció observarle como con un solo ojo.

-All musties and no brain [15] -añadió para disculparse.

– Un holding es una compañía que posee y administra acciones en otras empresas -contestó Söderstedt.

– ¿Eso es todo lo que hacen?

– Sí. La única empresa que he encontrado que tiene algún tipo de relación con lo que solemos entender como vida industrial -o sea, productiva- es la empresa de importación de Daggfeldt, que importa latas de conserva del Lejano Oriente; están en todos los supermercados. Y aun así, sólo es productiva de forma indirecta. Seguimos empleando criterios de la época industrial al considerar el mundo postindustrial. Strand-Julén, por lo tanto, poseía acciones en masse según ese modelo, pero también tenía una cartera personal al estilo de Daggfeldt. No he encontrado ninguna relación directa entre los negocios de los dos caballeros. En cambio, ambos tienen acciones en Electrolux, Volvo y ABB. Algo que no les diferencia especialmente del resto de los suecos. Tal vez el vínculo más claro hasta el momento son unas pocas acciones en la pequeña fábrica de cristal de Hyltefors, en la provincia de Småland. Es posible que allí haya algo.

– ¿Has hablado con la policía financiera? -preguntó Hultin.

– Fue lo primero que hice. Resulta que los dos están implicados en juicios fiscales de esos que se prolongan durante años y luego todo se esfuma como si nada, pues las leyes fiscales se van suavizando más y más. Daggfeldt fue llevado a juicio por fraude cuando arruinó a su primer socio, Unkas Storm, del que ya ha hablado Nyberg. Fue absuelto. Aparte de eso, nada.

– Chávez -indicó Hultin-. Los consejos de administración.

– También una maraña -dijo Chávez sumergiéndose en una larguísima lista impresa del ordenador-. Aunque tal vez algo menor. Incluidos los consejos en los que no han coincidido, el número es de diecisiete. Si sólo contamos los consejos en los que han coincidido, son ocho: Sandvik, 1978-1983; Ericsson, 1984-1987; SellFinans, 1985; Skanska, 1986-1988; Bosveden, 1986-1989; Sydbanken, 1987-1991; MEMAB, 1990. Al fallecer estaban en un solo consejo común, uno que no deja de tener un punto irónico: el de la funeraria Fonus, al que pertenecieron a partir de 1990.

– Bueno, así por lo menos las familias sabrán a qué funeraria contratar -comentó Söderstedt.

– ¿Eso significa, por lo tanto, que realmente se conocían? -preguntó Viggo Norlander.

– Sí que se conocían -intervino Hjelm.

– Por otra parte -siguió Chávez-, hay bastantes personas en un consejo de administración, y sólo se reúnen un par de veces al año. Se puede estar en un consejo junto con otras personas y no intercambiar nunca una sola palabra, tal vez ni siquiera saber que el otro existe.

– ¿No se trata de períodos muy breves? -preguntó Kerstin Holm-. ¿Sólo un año o dos en cada consejo?

– Me refiero a los años en los que coincidían -dijo Chávez-. Luego, por separado, han estado considerablemente más tiempo. Daggfeldt, por ejemplo, permaneció en el consejo de Skanska hasta su muerte, mientras que Strand-Julén lo dejó en 1988; en cambio, éste llevaba allí desde 1979. En los demás casos, se repite más o menos la misma historia.

– ¿De modo que la pista de la funeraria Fonus no nos lleva a ninguna parte? -preguntó Norlander.

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[15] «Sólo músculo, nada de cerebro.» (N. de los t.)