No hubo preguntas.
O no de las que Hultin era capaz de contestar.
Abandonaron el magnífico chalé al cuidado de los técnicos de la policía científica.
Hultin tuvo señales de vida del señor jefe técnico Brynolf Svenhagen a las 11.22 del 3 de abril. A las 11.51, el grupo ya estaba reunido en la sala bautizada por Chávez -y conocida por todos- como «el cuartel general del alto mando». Waldemar Mörner dio su visto bueno al nombre «absoluta e incondicionalmente», en sus propias palabras. A las 11.23, cuando Hultin les convocó a la reunión por el interfono, todos estaban en sus despachos. Todos menos uno.
Hjelm se hallaba en ese momento en un sótano de Stallgränd, en el casco viejo. Hasta allí no llegaba ni la red de telefonía móvil. El guardián Clöfwenhielm tecleó el nombre de Carlberger, Nils-Emil, en su pequeño ordenador, el que guardaba bajo una quesera, sin obtener resultado alguno. Nils-Emil Carlberger no era, ni había sido nunca, miembro de la Orden de Skidbladner ni de la de Mimer. Y, dicho sea de paso, de ninguna otra orden.
A las 11.35, Clöfwenhielm descorrió la pesada cortina que tapaba la entrada a lo más sagrado de la orden. A las 11.41, Paul Hjelm salió jurando solemnemente no revelar nunca nada de lo que había visto allí dentro. Cumplió su palabra. A las 11.42 accedió al estrecho callejón y recibió el mensaje de Hultin en el móvil. A las 11.51 entraba en el denominado Cuartel general del alto mando con C mayúscula. A las 13.09 soltó una carcajada al enterarse de este nombre, que Chávez, también entre risas, le confirmó.
Antes había ocurrido otra cosa en el Cuartel general del alto mando para la unidad especial A de la policía criminal nacional, la denominación completa de esta pequeña sala de reuniones.
La noticia sobre el asesinato del director Nils-Emil Carlberger, líder del Grupo Carlberger, aún no había llegado a los medios de comunicación, informó Jan-Olov Hultin. Al parecer, y para su gran alivio, tal y como Hultin dijo sin inmutarse, la filtración a los medios no provenía del Grupo A.
– Como sospechaba -dijo Hultin modestamente-, la bala que quedó incrustada en la pared tenía unas características bastante especiales. Svenhagen ha realizado algún tipo de incomprensible pero indiscutible análisis químico del destrozado pedazo de plomo y ha llegado a la conclusión de que tiene una composición química muy particular. Para abreviar lo que luego sin duda será un informe más que completo del laboratorio forense, se trata de un tipo de plomo no puro de composición única. En resumen: son unas balas de muy mala calidad que, en concreto, proceden de una pequeña fábrica de armas de segunda situada en una ciudad llamada Pavlodar, en el actual Kazajstán. El país de Vladimir Smirnov, ya sabéis. Esta mañana Svenhagen lo ha consultado con la Interpol y le han comunicado lo siguiente: la fábrica de armas en cuestión tuvo problemas tras la caída de la Unión Soviética y se vieron obligados a cerrarla cuando la economía de mercado hizo acto de presencia para llevar a cabo, cito a Svenhagen, «su infalible selección natural». No había mercado para la pésima munición que producía la fábrica. Sin embargo, cuando la fábrica quebró quedó, por lo visto, una enorme cantidad de existencias que nadie sabe adónde ha ido a parar. No obstante, la Interpol afirma de manera bastante contundente que está en manos de la mafia.
Hultin hizo una pausa. Quizá esperara que sus palabras surtiesen algún efecto, algo que no ocurrió. Quizá sólo quería recuperar el aliento. Al cabo de un rato continuó:
– La mafia rusa es, como sabéis, una organización muy heterogénea. En realidad, sabemos muy poco de ella, demasiado poco teniendo en cuenta que, en cierta medida, ha cruzado el Báltico. Ya domina una gran parte del mundo del hampa en Helsinki y hay signos de que Estocolmo va a ser el próximo gran mercado. En su mayor parte, consiste en un montón de bandas de chalados que han llevado hasta las últimas consecuencias los principios de la economía del mercado: gana el más fuerte. Pero también existen agrupaciones más sofisticadas cuyas ramificaciones se extienden hasta el más absoluto poder nacional en Rusia y en los países bálticos, y que además tienen íntimos contactos con importantes capos mafiosos de Italia y Estados Unidos. La presencia de esta munición en la casa del tercer destacado capitalista sueco asesinado en serie en el transcurso de unos pocos días nos abre unas perspectivas aterradoras que nosotros, claro está, no hemos sido los primeros en descubrir. Ya vimos la curiosa manifestación de la Säpo en el chalet de Djursholm, como si de repente quisieran salir de la oscuridad para mostrar su existencia; y en cuevas aún más profundas -en Lidingövägen y en otros lugares- los servicios de seguridad militar sin duda también estarán trabajando a pleno rendimiento con el asunto.
Hultin suspiró, se tomó un trago de agua mineral y siguió con la misma voz monótona:
– Si combinamos esta munición con el método de ejecución, se nos presenta un verdadero motivo de preocupación. Como supimos ayer, Norlander ha localizado tres organizaciones internacionales que siempre ejecutan a sus víctimas con tiros en la cabeza. Una de estas organizaciones es, como se dijo, un pequeño clan criminal de origen ruso-estonio, bajo el mando de un jefe anónimo conocido -o más bien desconocido- como Viktor X. La naturaleza exacta de sus vínculos con la mafia no está del todo clara. Tenemos que investigar este tema más a fondo. Esto va a modificar el reparto de tareas. Poco antes de venir aquí me he cruzado con Mörner en el pasillo. Me informó de que «debido a la aterradora conexión con la mafia estatal rusa» ha designado a otros dos policías a nuestra unidad. Ambos son de la policía financiera. Nos van a echar una mano en la parte de finanzas, porque es ahí donde tenemos que ampliar y profundizar las indagaciones para averiguar -y esto es importante- posibles relaciones comerciales con la mafia rusa. Con estos refuerzos espero poder liberar de vez en cuando a los que estáis trabajando en este tema y encargaros también otras tareas, más al estilo de Hjelm. No debemos de ninguna manera obsesionarnos con esta pista rusa. Aun así, te mando a ti, Nyberg, con Norlander, para que le apoyes en el estudio de la banda de Viktor X. Es decir, vamos a trabajar en dos flancos: el ex soviético y el sueco. En algún sitio, ambos flancos deberán coincidir para ponerse en formación ante la batalla final.
– Te relacionas demasiado con Mörner -dijo Hjelm.
– Totalmente -admitió Hultin.
Llamaron a la puerta y asomaron dos caras: un hombre alto y rubio con la piel casi transparente que debía de tener como mucho treinta años y una mujer morena, igual de joven, de estatura muy por debajo de la media. Hacían, en definitiva, una pareja bastante rara.
– Bien, pasad -dijo Hultin-. Sentaos. Estamos a punto de empezar con el repaso de la vida y milagros de Carlberger. Os presento a los nuevos miembros del Grupo A: Billy Pettersson y Tanja Florén. Hemos conseguido vaciar el despacho 305 para que se instalen allí. Ahora, ¿hay alguien que tenga algo sobre Carlberger, aparte del tema de los negocios? ¿Algo que no sepamos todavía? ¿Kerstin?
Kerstin Holm negó con la cabeza y dijo:
– La esposa y los hijos llegarán a Estocolmo dentro de poco. En cuanto estén aquí les tomaré declaración.
– ¿Actividades de ocio? ¿Hjelm?
– Al igual que Daggfeldt y Strand-Julén, Carlberger jugaba al golf y le gustaban los barcos; en su caso, sin embargo, los barcos de motor. Al parecer tiene un verdadero yate de lujo atracado en un puerto deportivo de Lidingö; y no me preguntes por qué. La conexión del golf, no obstante, está clara: al igual que los otros dos, era miembro del Club de Golf de Estocolmo y jugaba normalmente en el campo de Kevinge. Pero no era miembro de la Orden de Mimer ni de ninguna otra, por lo que he podido averiguar.
– Entonces creo que podemos poner esa pista entre paréntesis -dijo Hultin, y se puso a dibujar cuadros en la pizarra.