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– ¡Chorradas! -gritó Chávez, alegre y animado, en español.

– Que sí, es verdad, es verdad -rió Alberto ruidosamente-. ¿Me dejas la cinta?

Kerstin Holm entró la última a la habitación. Sostenía tres CD en la mano y al final consiguió sacar la cinta del bolso.

– ¿Te atreves a dejar la tienda sola? -preguntó, y le tendió la cinta.

– Nadie me roba -dijo Alberto enigmático, e introdujo la cinta en el aparato.

Sonó el final de Misterioso.

– No tiene muy buena calidad -siguió-. Será una segunda copia, o incluso una tercera. Y no creo que sea de un CD. Tampoco se oyen los típicos chasquidos de un LP. Yo diría que el original es el clásico magnetófono de bobina abierta de los años cincuenta.

– Ahora viene -adelantó Chávez cuando empezaron los aplausos y el júbilo del público.

Al momento dieron comienzo las impetuosas improvisaciones. Vieron cómo la cara de Alberto se iluminaba en la oscuridad.

– Aaah -dijo, y se lanzó a una apasionada carrera lingüística en español.

– En sueco -le interrumpió Chávez.

– Perdón, es verdad. Esto es algo muy pero que muy raro. No lo tengo ni yo. Espera y déjame escucharlo hasta el final.

Poco más de tres minutos duró el caos. Ya hacia el final, ese caos se fue reduciendo, como si los músicos encontraran juntos una forma y la fueran moldeando. Resultaba muy extraño -eso lo percibió hasta Hjelm- oír cómo los fraseos y fragmentos lanzados a la improvisación se entrelazaban, se unían y se fusionaban. Transcurrieron tres minutos muy curiosos.

Alberto carraspeó y paró la cinta.

– Misterioso fue grabado por el productor y fanático seguidor de Monk Orrin Keepnews y el técnico Ray Fowler la mágica noche del 7 de agosto de 1958 en el Five Spot Café de Nueva York. En su relanzamiento en CD, cuando Monk ya había fallecido, Keepnews añadió un par de piezas que habían descartado de la grabación anterior del 9 de julio para el sello Riverside. No están aquí. Ésta debe de ser una pieza de la que había oído hablar pero que nunca había escuchado. Al parecer, esta pieza se grabó por pura casualidad: dicen que Ray Fowler se durmió borracho cuando tenía que haber parado la grabadora. Aunque puede que sea una leyenda. La verdad es que esta improvisación recibió un título después: Risky. Eso sería «arriesgado», ¿no? ¡Arriesgado, Jorge! -exclamó en español. – Ni Keepnews ni Monk se molestaron en incluirla en el disco, y tampoco está en la recopilación The Complete Riverside Recordings. Fue una de esas cosas que resultó mágica cuando nació pero que murió enseguida. Para ellos. Aunque, como podéis oír, no es así. Alguien lo sacó de los sótanos más profundos y lo copió.

– Así que has oído hablar de la pieza… -intervino Hjelm-. ¿Cuándo, dónde, cómo?

– Una vez, a mediados de los años ochenta, me ofrecieron comprar una copia. Un músico de jazz americano que vive en Suecia. Pero quería mil dólares. No podía pagar eso.

– ¿Quién era? -preguntó Chávez.

– Tú le conoces, Jorge. Casi acabas tocando con él hace unos años. Jim Barth Richards.

– ¿El tenorista?

– Ése. White Jim. La piel más blanca que he visto jamás en un músico de jazz. Un poco como Johnny Winter. Se quedó en Suecia. «Mejores centros de desintoxicación», fue lo que me dijo cuando le vi el año pasado. Necesita una desintoxicación cada dos meses más o menos. Luego se va otra vez para allá. No sé si toca en algún sitio ahora o si está ingresado.

Dieron las gracias a Alberto, recuperaron la cinta y se dispusieron a irse. Entonces escucharon desde la oscuridad:

– Una copia a cambio de esos discos.

Kerstin Holm se miró la mano, que sujetaba los discos de música gregoriana. Los había olvidado.

– ¿Cuánto tiempo te llevará? -preguntó Chávez justo cuando Hjelm iba a protestar.

Alberto rió y abrió la segunda apertura para casetes. Sacó una cinta.

– Ya está -dijo mostrando una amplia sonrisa.

Efectivamente, Jim Barth Richards tenía la piel más blanca que Hjelm había visto en su vida. Lo encontraron bastante sobrio en un pequeño apartamento del casco viejo. Rondaba los cincuenta años y tenía el pelo igual de blanco que la piel. Estaba tumbado sobre un colchón en el suelo y vestía pantalones cortos y camiseta.

– ¿No has oído hablar de las nuevas escuelas de jazz de Estados Unidos? -preguntó Chávez-. Los antiautodestructivos. Los hermanos Marsalis y otros chavales aún más radicales. ¿No te parece que va siendo hora de que dejes aparcado ya para siempre ese mito del outsider?

– ¡Tradicionalistas! -espetó White Jim en su mezcla de sueco e inglés americano-. Los hijoputas creen que se puede crear música empollándose la historia, ¡joder!, como si fuese una puta asignatura del colegio. Where does their fucking pain come from! Books? Fucking mother's boys! Those who talk don't know, those who know don't talk. [40]

Hjelm y Holm intercambiaron una rápida mirada.

– Crean algo nuevo porque lo conocen todo -se empeñó Chávez-. ¡Tampoco lo veo tan raro, coño! Conocen cada riff, cada pequeño pasaje, cada condenado gorgorito en toda la maldita historia del jazz. Y de esa fuente recogen toda la fuerza y todo el dolor que necesitan. Pueden aprovecharse de vuestras conquistas sin tener que repetir los errores. Es una manera completamente nueva de relacionarse con el arte.

– ¡Es una manera más antigua que la hostia de relacionarse con el arte! -exclamó Richard con rabia contenida-. Pero si acabamos de librarnos de eso, joder. Y ahora queréis volver a la era de las putas repeticiones. Me alegro de que nunca te permitiera tocar conmigo, Jorge.

– Sois vosotros los que os repetís, precisamente porque no conocéis vuestra historia. Creéis que estáis creando algo nuevo sólo porque vais demasiado colocados para ver que todo lo que hacéis ya está hecho. La expresión personal y singular no es más que una larga repetición, un autoengaño de la peor especie. La única forma de crear algo nuevo de verdad es conocer todo lo que ya se ha hecho. Luego se puede empezar a hablar de un nuevo comienzo. El amanecer de la historia otra vez. Aunque un amanecer que lleva todos los demás amaneceres dentro de sí.

– ¡Mierda teórica! -soltó White Jim furioso-. All the pain comes from in here! [41] -se golpeaba el huesudo pecho, donde se podía distinguir cada costilla a través de la sucia camiseta. Se oyó un inquietante eco-. You can never replace the direct feeling! [42]

– ¡Ahí está, ése es justo el tema! -gritó Jorge mientras iba de un lado para otro por el descuidado apartamento-. No hay nada que salga directamente from in here [43] No se busca aquí. El dolor siempre tiene que pasar por las formas. Es sólo que no lo veis. Confundís las nieblas de la droga con el sentimiento y volvéis a inventar la rueda de nuevo, una y otra vez, y cada vez pensáis que sois vosotros los que la habéis inventado. ¡Y no vale ni una mierda!

Hjelm empezó a preocuparse: iban a perder a White Jim antes de haber empezado siquiera a hablar con él. El riesgo de que les pudiera echar a patadas de su casa en cualquier momento parecía evidente. Pero de repente Jim Barth Richards se incorporó del colchón, soltó una ruidosa carcajada y dijo, golpeando a su lado con la palma de la mano:

-Sit down, for God's sake! [44]

Jorge se sentó, cogió la botella de Jack Daniels que White Jim había sacado como por arte de magia de no se sabe dónde y se tomó un buen trago.

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[40] «¿De dónde sale su dolor? ¿De los libros? ¡Jodidos niños de mamá! Los que hablan no saben, los que saben no hablan.» (N. de los t.)

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[41] «¡Todo el dolor sale de aquí!» (N. de los t.)

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[42] «¡No puedes sustituir la emoción directa!» (N. de los t.)

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[43] «De aquí» (N. de los t.)

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[44] «¡Siéntate, por Dios santo!» (N. de los t.)