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La condición humana, pensó Hjelm, y dijo:

– Una pregunta profesional, si me permites. ¿Cómo entraste en las casas?

– Si sigues a una persona el tiempo suficiente, tarde o temprano puedes acceder a sus llaves -contestó Andersson indiferente-. Luego es sólo cuestión de conseguir un rápido molde en un trozo de barro para poder hacer una copia de la llave. No es mucho más difícil que confeccionar un dardo. Después estudias los hábitos que tienen y les esperas.

– ¿Has terminado de estudiar a tu próxima víctima?

Por un momento se hizo el silencio. Hjelm temía que Andersson hubiera colgado.

– El tiempo suficiente -respondió Andersson al final, y continuó-. Pero esta conversación ya se ha alargado demasiado. Sólo te he llamado para decirte que te mantengas alejado de mi novia. Si no, me veré obligado a matarte a ti también.

La pregunta le había estado rondando por la cabeza a Hjelm desde el principio. ¿Cuál sería la mejor táctica? ¿Hacerla o no? ¿Cómo reaccionaría Göran Andersson? Se sintió más inseguro que nunca al final de esta escalofriante conversación. Escalofriante por su aparente normalidad. Pero se la hizo, aun a sabiendas del riesgo:

– Si has estado en contacto con Lena, supongo que ya sabes que está esperando un hijo tuyo. ¿Qué futuro le espera a ese niño?

Se instaló un silencio absoluto.

Al cabo de diez segundos, escuchó un pequeño clic y la conversación finalizó. Hjelm colgó, apagó la grabadora, sacó la cinta y se fue a ver a Hultin.

– Acabo de hablar con él -anunció Hjelm.

Hultin levantó la vista de sus papeles y se le quedó mirando fijamente a través de las gafas de media luna.

– ¿Con quién?

– Con Göran Andersson -aclaró Hjelm tirando la cinta al aire.

Sin inmutarse, Hultin señaló el magnetófono con el dedo.

Escucharon la conversación de principio a fin. De vez en cuando, a Hjelm le parecía que había sido demasiado pasivo y a veces que había sido directamente tonto, pero, visto en su conjunto, se trataba de una asombrosa -y larga- conversación entre un asesino en serie y un policía.

– Entiendo tu cautela -dijo Hultin cuando la cinta llegó al final-. Aunque quizá podrías haber luchado un poco más para conseguir pistas. Aquí hay, a mi juicio, tres. Una: aunque interpretemos ese silencio final como una confirmación de que no conocía el embarazo de su novia, parece obvio que ha estado en contacto con ella. Supongo que ella simplemente se lo ha callado. Y teniendo en cuenta que el contacto tuvo lugar poco tiempo después de que estuvierais allí, es probable que hayan hablado antes. Resulta difícil de creer que la primera vez que contactan en tres meses y medio sea justo el día después de que vosotros le identificarais. Holm tendrá que presionar mucho más a Lena Lundberg en Algotsmåla. Sabe más de lo que ha dicho. Dos: Andersson contesta «A todos no…» cuando tú le dices que estamos vigilando a todos los miembros de la junta directiva. Eso se podría interpretar como que Alf Ruben Winge es el objetivo; es el único al que no hemos localizado todavía. Tenemos que dedicar el máximo esfuerzo a encontrarlo. Tres: cuando tú preguntas si ha terminado de estudiar a su próxima víctima, él responde: «el tiempo suficiente». Esto parece indicar que ya está listo para esta noche, a pesar de que el último asesinato tuvo lugar en Gotemburgo anoche. Bueno, no es gran cosa aunque bastante para actuar. Por lo tanto, el lugar de residencia de Göran Andersson en Estocolmo sin duda se lo podremos sacar a Lena Lundberg; la próxima víctima será con toda probabilidad Alf Ruben Winge, y ocurrirá esta noche. Yo llamaré a Holm. Llama a Söderstedt para comentarle lo de Winge. Aquí, utiliza mi móvil.

Hjelm permaneció quieto un instante. Hultin, que estaba a la que salta, ya se había echado encima del teléfono para llamar a Kerstin en Växjö. Casi había terminado de hablar con ella cuando Hjelm cogió el móvil de Hultin que estaba en la mesa y marcó el número de Söderstedt.

– Arto. Winge es el próximo. Probablemente esta noche. ¿Qué sabes? Y, por cierto, ¿dónde estás?

– Aquí -dijo Söderstedt de modo melodramático al abrir la puerta.

Apagó el móvil que sostenía en la mano y continuó:

– Estaba en mi despacho. ¿Qué es eso que habéis averiguado?

– Holm va directa a ver a Lena Lundberg -comunicó Hultin a Hjelm, al parecer sin darse cuenta de la dramática entrada de Söderstedt.

Luego Hultin se dirigió a éste:

– ¿Con quién has hablado sobre Winge?

Söderstedt lo cogió al vuelo:

– Con su mujer, Camilla, en Narvavägen; con dos secretarias o administrativas de su empresa UrboInvest, en Sturegatan, Lisa Hägerblad y Wilma Hammar; con los dos colaboradores de la empresa, Johannes Lund y Vilgot Öfverman; así como con un vecino de su casa de campo en Värmdö, el coronel Michel Sköld.

– ¿Les presionaste mucho?

– No especialmente.

– ¿Te dio la impresión de que alguno de ellos sabía más de lo que te decía? Piénsatelo bien.

– La mujer mostró cierta amargura… Y es posible que hubiera un ambiente en la oficina que diera la sensación de un secreto guardado a voces…

– De acuerdo, ¿sabéis si Chávez o Norlander han vuelto?

– Los dos siguen fuera -dijo Söderstedt.

– Entonces nos encargaremos nosotros -concluyó Hultin; se levantó y se dispuso a ponerse la americana-. Ahora son… las cinco y media. Puede que haya alguien todavía en UrboInvest; les llamaremos de camino. Cogeremos cada uno un coche. Arto, tú vas a ver a la mujer. Paul y yo vamos a la oficina. Si no hay nadie, tendremos que buscarlos en otros sitios. Y nos contaremos todos los resultados, tanto positivos como negativos, a través del móvil. Como siempre, evita la radio de la policía. Yo intentaré localizar a Viggo y a Jorge, y espero la llamada de Kerstin desde Algotsmåla. ¿Todo claro?

– ¿Refuerzos? -preguntó Söderstedt ya en el pasillo.

– A su debido tiempo -dijo Hultin.

En la escalera del edificio de la policía se toparon con Niklas Grundström de Asuntos Internos. Su mirada se cruzó con la de Hjelm. Hjelm advirtió cómo, por puro reflejo, se detenía un segundo.

– Veo que está en su salsa, Hjelm -dijo Grundström con tranquilidad.

– Más bien con la salsa hasta el cuello -repuso Hjelm con la misma tranquilidad.

– Anda, continúa hasta los despachos de Döös y Grahn -intervino Hultin-. Allí tienes a un par que necesitan tus servicios.

Grundström les siguió con la mirada mientras bajaban la escalera corriendo y cogían cada uno un coche. Luego entró para expulsar del cuerpo a dos policías de la Säpo.

Fueron por el mismo camino hasta el barrio de Östermalm conduciendo todo lo rápido que pudieron, uno detrás del otro y sorteando el tráfico en hora punta.

– Vilgot Öfverman se encuentra todavía en la oficina de UrboInvest -comunicó Hjelm por el móvil-. Nos está esperando. El resto se ha ido a casa. Me dio la dirección de la administrativa, Wilma Hammar, en Artillerigatan. Los otros dos viven en las afueras. ¿Quieres que vaya a verla?

– Sí -dijo Hultin.

Los tres coches siguieron juntos hasta el parque de Humlegården. Justo antes del cruce de Sturegatan con Karlavägen Hultin anunció:

– Kerstin dice que ha llegado a casa de Lena Lundberg. Nos llamará de nuevo dentro de un rato. No hay contacto con Jorge. Viggo se ha ido a Ösmo para visitar un apartamento. Llegará en cuanto pueda.

Söderstedt y Hjelm giraron a la izquierda enfilando Karlavägen mientras Hultin seguía una decena de metros más por Sturegatan. Después de unas cuantas manzanas, Hjelm giró por Artillerigatan mientras Söderstedt seguía hacia Karlaplan y Narvavägen.

Hjelm llamó al botón del telefonillo junto a la placa con el nombre de Hammar, y una amable voz masculina le dejó entrar. La puerta de la tercera planta fue abierta por el dueño de esa misma voz, en la medida en que una voz pueda tener dueño, un caballero en esa edad que se suele llamar madura, que fumaba una pipa y desprendía un aire de seguridad.