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– Vaya letra -exclamó Perdomo mientras leía los nombres.

– ¿No se entiende?

– Al contrario, parece que en vez de una mano tuvieras una linotipia. ¿Dónde aprendiste a escribir así?

– Me enseñé a mí misma, después de un viaje a México (donde conocí a Mr. Estimada Señorita Torres) en el que tomé muchas notas. Al regresar a España me pasó algo alucinante, y es que ¡no entendía mi propia escritura! Me juré a mí misma que jamás me volvería a suceder.

Perdomo estaba impresionado, tanto por lo abultado de la lista como por la minuciosidad con la que había trabajado Amanda. Junto al directorio de nombres, que superaban la treintena, la periodista había anotado la causa de la muerte, la fecha de la misma, la cantidad exacta de días que aquellos desdichados habían logrado sobrevivir a su veintisiete cumpleaños y los motivos por los que los músicos se habían convertido en famosos. El policía observó que había cinco nombres de la lista subrayados y preguntó a qué se debía.

– Son los cinco grandes -le explicó Amanda-. Kurt Cobain, Brian Jones, Janis Joplin, Jim Morrison y Jimi Hendrix. Su fama ya era muy notable en vida, pero el hecho de ingresar en el club los catapultó a la inmortalidad. Al lado de los nombres te he adjuntado las fotos de cada uno, a la edad en que murieron.Forever young, que decía la canción. Por eso al Club 27 también se le llama el Forever Club.

– Y ahora los cinco grandes ya son seis. ¿O no podemos considerar que Winston esté a su altura?

– Winston estaba por encima de todos ellos,darling. Aunque él, a veces, creía que no, porque le atormentaba esa inseguridad tan entrañable que caracteriza a muchos artistas y que los vuelve vulnerables y tiernos.

Perdomo estudió la lista en silencio durante un rato y luego comentó:

– Entre los cinco grandes no hay ningún homicidio, ¿no?

– No estés tan seguro -afirmó la reportera adoptando su tono más misterioso.

– Me remito a lo que tú misma me has escrito en este papel, Amanda. Brian Jones, el guitarrista de los Rolling Stones, se ahogó en su piscina el 3 de julio de 1969; Jimi Hendrix fue encontrado muerto en su apartamento de Londres, ahogado en su propio vómito después de una sobredosis de pastillas, el 18 de septiembre de 1970; Janis Joplin, sobredosis de heroína, el 4 de octubre del mismo año; Jim Morrison, fallo cardíaco, probablemente debido al abuso de estupefacientes, en 1971; y finalmente, Kurt Cobain, el cantante y líder de Nirvana, suicidio con arma de fuego el 5 de abril de 1994. El único que habría muerto asesinado es Winston, todas las demás son muertes accidentales.

– Ésas son las versiones oficiales, querido -le explicó la mujer-. Pero te aclaro que a Jim Morrison, por ejemplo, ni siquiera se le hizo la autopsia. De Kurt Cobain aún se sigue diciendo que lo mató Courtney Love, para quedarse con todo su dinero. Y en cuanto a Brian Jones, habrás leído hace poco que la policía de Sussex acaba de reabrir el caso, después de que un periodista delDaily News haya conseguido reunir más de seiscientos documentos que tienen relación con su muerte.

– ¿Se te ocurre alguna razón por la que estén muriendo más músicos a los veintisiete años que a cualquier otra edad? -preguntó Perdomo.

– Se han hecho estudios astrológicos serios sobre el tema y parece ser que, al menos los cinco grandes, fueron víctimas del retorno de Saturno.

– ¿El retorno de Saturno? Parece el título de una película de serie B. ¿De qué se trata?

– No soy ninguna experta en la materia -admitió la reportera-, de modo que si de verdad te interesa el asunto, yo no dudaría en consultar con un especialista. Lo único que puedo decirte es que se trata de un fenómeno astrológico que se repite tres veces a lo largo de la vida de una persona. La primera entre los veintisiete y los treinta años, la segunda entre los cincuenta y ocho y los sesenta, y la tercera entre los ochenta y seis y los ochenta y ocho, coincidiendo con el tiempo que tarda Saturno en completar una órbita alrededor del Sol.

La información que le estaba proporcionando Amanda era de tanto interés y tan abundante que Perdomo, a pesar de poseer una memoria excelente, se sintió en la necesidad de tomar algunas notas. Al ir a extraer su libreta de investigación de la americana, la huella de oreja del presunto asesino que le había facilitado Guerrero se le cayó al suelo y Amanda estuvo a punto de atraparla. Pero sus brazos eran demasiado cortos y el inspector logró anticiparse, colocando aquella prueba fuera del alcance de la incisiva periodista.

14

When numbers get serious

– ¿Qué diablos era ese documento? -protestó Amanda, indignada por la falta de información-. ¡No me digas que tenéis ya la descripción física del asesino y no me la vas a mostrar!

– Tal vez luego te hable de eso -respondió fríamente el inspector-. Continúa.

– ¡Ah, las margaritas! ¡Por fin! -celebró la periodista, al ver acercarse a la camarera con las copas-. ¿Sabes? Creía que los policías no bebíais estando de servicio.

– Me parece que has visto demasiadas películas -dijo cínicamente Perdomo-. ¡Chinchín!

– ¡Chinchín! ¡Por nuestro caso! -exclamó la reportera, convencida de que ya había empezado a desempeñar un papel clave en la investigación.

A diferencia de Perdomo, que se limitó a dar un sorbo breve a su margarita, Amanda apuró la suya casi de un trago. Luego empezó a emitir un chasquido con la lengua, que recordaba el crotorar de una cigüeña -pac prac, pac prac, pac prac-, lo que llevó al inspector a mirar abochornado a un lado y a otro de su mesa, para cerciorarse de que no estaban llamando la atención.

– ¡Pura vida, hermano! -voceó la periodista, al dar por terminado su crotoreo. Perdomo dejó su copa sobre la mesa y volvió a clavar su mirada en la lista que le había entregado Amanda.

– El Club 27, en el que acaba de ingresar Winston, ¿tiene fans? -preguntó.

– ¿A qué te refieres?

– Quiero decir si cabe la posibilidad de que alguien que no esté muy bien de la cabeza haya decidido que Winston tenía que pertenecer a ese club por la fuerza.

– Cabe esa posibilidad, como caben otras muchas -respondió Amanda-. En el mundo del rock and roll no hay nadie en su sano juicio,my dear. Y los más zumbados de todos son los fans. Te recuerdo que fan viene de fanático.

– Es curioso -dijo el inspector-. Yo he empleado esa misma expresión hace tan sólo unas horas.

– Entonces estarás conmigo en que lo más probable es que a Winston lo haya asesinado un fan cabreado, como pasó con John Lennon.

– ¿Qué te hace pensar eso?

– Es una manera rápida de hacerse famoso. Y Winston está considerado el John Lennon del siglo XXI.

– Pero para ser famoso -objetó el inspector- hay que dar la cara. Y el asesino de Winston parece tener mucho interés en que no sepamos quién es.

– No ha dado la cara, pero la dará, puedes creerme -dijo Amanda muy segura de sí misma-. Tal vez no se haya entregado aún porque esté planeando matar a más gente. Chapman dijo en su día que su idea era cargarse a un buen puñado decelebrities: desde Elizabeth Taylor a Ronald Reagan. O tal vez esté esperando a ponerse a salvo, para luego colgar un vídeo en internet, reivindicando el asesinato. A Chapman, convertirse en una estrella le ha costado muy caro, y éste no querrá acabar como él.

– No sé nada del asesino de John Lennon, excepto que sigue en la cárcel, ¿no? -preguntó Perdomo.

– En efecto,my love. Mark David Chapman está recluido en la penitenciaría de Attica, en Nueva York, desde comienzos de los años ochenta. Podría haber salido hace mucho tiempo, por buen comportamiento, pero Yoko Ono se opone a que le concedan la libertad condicional. Eso que sale ganando.