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La relaciones públicas hizo una pausa melodramática tan eficaz que la mano de Anita se clavó, como una garra, sobre el antebrazo de John.

– … se puede ver claramente la imagen de un hombre con el torso desnudo y los brazos extendidos, como un crucificado. Muchos aseguran que es el fantasma de Morrison.

La mujer volvió a callar, como para sopesar desde el silencio el efecto que sus palabras habían causado en sus interlocutores.

– He traído mi ordenador -dijo al cabo-. ¿Quieren ver la fotografía?

– Sí -dijo John.

– ¡Yo no quiero! -protestó Anita-. ¡Creo que ninguno de los dos deberíamos verla!

– ¿Por qué? -inquirió John-. ¿Crees que me voy a sugestionar?

– No es por eso. La foto seguramente es unfake, pero precisamente por eso, creo que dará más miedo. Es lo mismo que pasa con las psicofonías que lleva la gente a los programas de esoterismo. Sabes que son falsas, pero luego te pasas toda la noche escuchándolas en tu cabeza, porque están muy bien hechas, y se convierten en más reales que si fueran verdaderas.

La relaciones públicas cerró la tapa del ordenador ante el gesto resignado de John, que por un lado ardía en deseos de contemplar aquel supuesto montaje, pero, por otro, no quería hacer enfadar a su mujer en plena luna de miel.

– Lo cierto es que Meisner -continuó la empleada del hotel-, que era completamente escéptico, hizo que un especialista analizara la foto y éste aseguró que no se trataba ni de una doble exposición ni de un efecto de iluminación.

– ¿Pues qué explicación dio entonces? -preguntó John, intuyendo que la respuesta iba a ser inquietante.

– Ninguna en absoluto. Afirmó que la foto era inexplicable.

18 Wanted dead or alive

El músico fue a ponerse en pie, como para despedir a las relaciones públicas, pero su mujer se lo impidió. -Veámosla -dijo Anita resuelta.

– ¿Estás segura, cariño? -preguntó John tratando de no parecer demasiado ansioso-. Mira que no quiero que luego esto sea motivo de discusión entre nosotros. ¡Con lo bien que lo estamos pasando en París!

– Muéstrenos la foto -volvió a insistir la argentina-. ¡Acabemos con esto de una vez!

– La donna é mobile -bromeó John ante la relaciones públicas, para explicar el súbito cambio de opinión de su mujer.

La empleada del hotel tardó menos de diez segundos en localizar la foto en internet y cuando logró ampliarla a plena pantalla, giró el Mac hacia la pareja con un gesto teatral.

– Voila le fantóme -dijo enfatizando sus palabras, como si ella fuera la autora de la foto.

Anita se abrazó con fuerza a John y ambos contemplaron la polémica fotografía, sin decir palabra durante largo rato. Mientras tanto, la relaciones públicas les observaba en busca de alguna reacción.

– ¿Qué les parece? -preguntó al fin-. ¿Es un montaje o no es un montaje?

– Por supuesto que esunfake -exclamó Anita-. ¿Nos ha tomado por niños pequeños? La cuestión es que, tal y como me temía, el montaje está hecho con talento y resulta sumamente perturbador. El fantasma está lo bastante borroso como para resultar inidentificable y sin embargo hay algo en él (creo que es la posición de los brazos) que le dice a tu inconsciente que es Jim Morrison.

– Es cierto -afirmó John-. No es un crucificado, parece más bien que está… ¡en plena actuación!

La mujer acercó su silla en dirección a la pareja, como si presintiera que iba a escuchar un relato interesante.

– Morrison no tocaba ningún instrumento, era el cantante y letrista de los Doors -continuó John-. Eso le dejaba los brazos libres para hacer todo tipo de gestos ante el público, desde los más obscenos, como bajarse los pantalones y simular que se masturbaba en directo, a los más ingenuos como cerrar los ojos y creerse una peonza dando vueltas y más vueltas sobre el escenario. Una peonza impulsada por lo que se hubiera metido aquella anoche, que solía ser LSD. ¿Tienes aquí la cámara, Anita?

– Sí, siempre la llevo en el bolso -respondió la mujer.

La argentina le dio la cámara a Winston y éste fotografió la foto que aparecía en la pantalla.

– Puedo enviarles el link a cualquier dirección electrónica que me indiquen -dijo la relaciones públicas-. Así podrán estudiar el original.

– No es necesario -repuso John-. Tampoco estamos hablando de un cuadro del Louvre.

– El acierto del montaje -añadió Anita contemplando la foto con detenimiento- es que el que lo hizo debió de emplear una imagen del verdadero Morrison en pleno concierto y la insertó en la instantánea del cementerio. No es una foto de Jim muerto, sino de Jim vivo.

La empleada del hotel se quedó observando la pantalla del ordenador durante un instante, como si estuviera reinterpretando la fotografía a la luz de las observaciones de la pareja y luego dijo:

– La cuestión entonces es si se trata del Jim vivo de 1971 o del de ahora.

Tanto John como Anita se estremecieron al escuchar a su interlocutora. Ambos habían oído en más de una ocasión la historia de que Morrison estaba aún con vida y que su muerte en París sólo había sido la escenificación de una farsa. El propio teclista de The Doors, Ray Manzarek, había concedido una entrevista al diario británicoDaily Mail para ratificar estos hechos:

Jim siempre había sido un alma inquieta a la búsqueda constante de nuevas experiencias, e incluso seis años de éxitos y excesos al frente de los Doors no habían sido suficientes para él. Un año antes de morir me mostró una foto de las Seychelles y me dijo: «¿No crees que sería un lugar perfecto al que escaparse si todo el mundo creyera que estás muerto?».

– En el mundo del rock -trató de explicarle John a la relaciones públicas- siempre circulan historias así, no les haga ningún caso. Al que está vivo lo dan por muerto, como hicieron con Paul McCartney en 1966, o viceversa. Ahora la han tomado conmigo.

– Sí, ya he visto la prensa -dijo la mujer-. Por cierto, señor Winston, ¡felicidades!

– Gracias -dijo John-. Es la única frase amable que me han dicho hasta ahora en mi veintisiete cumpleaños.

– ¿Saben una cosa? -añadió la empleada antes de irse-. Yo no creo que se trate de un montaje. Meisner confesó alSunday Express que su vida nunca más volvió a ser igual después de hacerse esa foto y dijo que lo lamentaría para siempre. Su matrimonio se fue a pique, un íntimo amigo suyo murió de sobredosis y a partir de aquel día empezaron a llamar a su puerta todo tipo de personas asegurando que le traían un mensaje del dios del rock.

19 The doors of perception

Tras su conversación con la relaciones públicas, John y Anita decidieron salir del hotel para dejar atrás aquel inquietante fantasma e iniciaron un paseo que les llevó hasta L'Etoile. Nadie volvió a humillar a Winston, confundiéndole con su doble cinematográfico (mucho más famoso que él), y ambos evitaron deliberadamente pasar junto a quioscos de periódicos, para no toparse con más diarios y revistas vaticinando la muerte del músico. Cuando les venció el cansancio, tomaron un taxi que les condujo hasta el restaurante donde habían planeado celebrar el cumpleaños de John. Los recién casados pudieron paladear algunos de los deliciosos platos que la comida francesa ofrece al gourmet, rematados con dos postres de excepción: hojaldre caramelizado con fresas y vainilla para ella y suflé de cacao amargo con crema chantillí de vainilla para él. La buena comida no sólo estimuló los jugos gástricos de John, sino también los creativos. El músico creía ver cada vez más potencial en el epitafio de Morrison y estuvo comentando con su mujer las distintas posibilidades que ofrecían aquellas palabras en griego, para crear una canción.

– Ya tengo claro -aseguró- que«Kata ton daimona eaytoy» será la única frase del estribillo, como hizo Lennon con Lucy in the sky with diamonds.