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– ¡Que no se filtre a la prensa, Mike! -le suplicó Perdomo-. El arma homicida es lo único con lo que contamos para eliminar falsas confesiones. ¿Tenemos a alguien en Attica que nos pueda tener al tanto de lo que confiese Chapman, cuando le tomen declaración?

– Por supuesto -afirmó Chaparro-. Yo dispongo de gente de confianza en todas partes. Es lo bueno de llevar tantos años en la Academia de Policía, que tengo ex alumnos hasta en el infierno.

Perdomo empezaba a animarse. Conocía a la perfección las técnicas de interrogatorio del FBI y no dudó ni por un instante que la policía estadounidense lograría hacerle confesar a Chapman, en pocas horas, el nombre de la persona que había acribillado a Winston en su nombre. El asesino convicto y confeso de Lennon era una persona débil de carácter, y no tardaría en amedrentarse.

– ¿Chapman tiene hijos? -preguntó el inspector.

– Es difícil de saber -contestó Chaparro-. El tipo tiene una novia desde hace muchos años, una japonesa que vive en Hawai y lo visita de vez en cuando. Chapman se casó con ella año y medio antes de asesinar a Lennon (para imitarle, ya que él se había casado con Yoko) y la tipa ha permanecido fiel a su marido hasta ahora. Pudo dejarla encinta y que no nos hayamos enterado, porque la chica es muy discreta. Jamás ha concedido entrevistas.

– ¡Hay que investigarla! -exclamó Perdomo-. ¡Ese es elleak!¡Tenemos que saber cómo pudo llegar el revólver de Chapman a manos del asesino de Winston!

– No te apures, Perdomo -le tranquilizó el instructor-. Aquí los policías saben lo que tienen que hacer. No te olvides de que los entreno yo mismo.

40 My sweet Lord

En cuanto Perdomo cortó la comunicación con Chaparro, reparó en que Guerrero le estaba observando con cara de triunfo.

– Te advertí que el IBIS nunca falla -dijo muy ufano-. Aunque, por supuesto, estaba dispuesto a solicitar esa comprobación que me habías pedido.

Perdomo le dio una palmada amistosa en la espalda. Con profesionales como aquél, trabajar era un privilegio.

– ¿Qué sabemos -preguntó a continuación- de la cásete que encontrasteis en la habitación de Winston? La que me dijiste que tenía una canción grabada.

– La tienen los de Acústica Forense -le informó el de la Científica-. Me he pasado por su laboratorio esta mañana y aún no han redactado el informe oficial, aunque me aseguran que es una especie de maqueta.

– Quiero una copia cuanto antes. He conocido a una persona que…

– Ya me has hablado de ella -se anticipó Guerrero-. Es esa periodista musical, ¿no?

– En efecto -le confirmó Perdomo-. La mujer es como una enciclopedia ambulante del rock y quiero que oiga la canción.

– La tendrás esta misma mañana -aseguró el de la Científica-. ¿Puedo ayudarte en algo más?

– No, muchas gracias, Guerrero.

Cinco minutos más tarde, el subinspector Villanueva informó a su superior de que Anita, la viuda de Winston, se entrevistaría con ellos a media mañana, una vez que concluyera la ceremonia de cremación del músico, que iba a tener lugar en un tanatorio madrileño, en la más absoluta intimidad. Después de eso, el policía dejó solo a Perdomo y éste fue directo al ordenador para tratar de averiguar cuantos datos fuera posible acerca de Mark David Chapman, convertido ya en sospechoso número uno del crimen del Ritz. En internet pudo comprobar que el asesino de Lennon había concedido varias entrevistas durante su larga estancia en la cárcel, y no sólo a Barbara Walters, sino también a Larry King y otros popes de la comunicación audiovisual. Al leer las transcripciones de las mismas, el inspector se enteró de que Chapman, antes del asesinato de Winston, aseguraba sentirse totalmente recuperado de su esquizofrenia y atribuía su curación, no al tratamiento ni a los médicos, sino a Dios: «Llevo transitando por los caminos del Señor desde hace ya muchos años», confesaba a los periodistas. «No me extraña -se dijo Perdomo- que Chapman afirme que es capaz de desdoblarse», acordándose del famoso salmo de la Biblia que afirma que Dios está en todas partes y lo ve todo.

Antes de telefonear a Amanda, a quien quería comunicar las últimas noticias, Perdomo constató que, en todas las entrevistas, Chapman había declarado que, de joven, su nivel de autoestima era nulo. En el año 77 había intentado suicidarse con monóxido de carbono, conectando una manguera al tubo de escape de su vehículo e introduciendo el otro extremo por la ventanilla del coche. La manguera se derritió por el calor del tubo de escape y lo único que logró fue que lo ingresaran en una clínica mental. Fue precisamente para subir su nivel de autoestima por lo que decidió matar a Lennon. «Así su fama pasará a ser mía», pensó el pobre infeliz, a la manera de los caníbales que se comen a sus enemigos para heredar su valor. Perdomo se preguntó cuál sería su nivel de autoestima antes del homicidio de Winston, al constatar que toda la humanidad le despreciaba y que jamás saldría de la cárcel para disfrutar de la siniestra popularidad que le había otorgado el asesinato de John Lennon. «Tal vez por eso ha matado a Winston -se dijo-. Podría haber caído en el mismo pozo mental que le llevó a acabar con Lennon en el 1980 y ahora haya tratado de reforzar su ego moribundo.»

A Perdomo no le dio tiempo a telefonear a Amanda, porque fue la propia periodista la que se adelantó a su llamada.

41 Double Fantasy

– ¡La mujer de Winston está ya en Madrid! -le informó Amanda muy excitada-. ¡Acabo de verla por televisión, la han sacado lospaparazzi que hay siempre en el aeropuerto! ¡Qué bien le sienta el luto!

– Lo sé -dijo Perdomo-, la vamos a interrogar dentro de una hora. Pero te recuerdo que ya no es la mujer, sino la viuda.

– Quiero acompañarte,meine liebe -le espetó ella.

– Eso está fuera de lugar, Amanda. Eres mi asesora, no mi subinspectora ayudante.

La periodista no se molestó en disimular su irritación ante aquel veto.

– ¡Haces mal! ¡Haces muy mal! -exclamó-. ¡Podría serte de enorme utilidad en el interrogatorio de esa mujer! Se me ocurrirían preguntas que tú no podrías ni imaginar, simplemente porque no conoces el terreno que pisas.

– Denegado -zanjó Perdomo-. Aunque te haré un resumen lo más exhaustivo posible de todo cuanto me diga esa señora. Y ahora agárrate fuerte, ¿me oyes?

– Estoy agarradísima a un donut de chocolate -le aseguró Amanda-. ¿Qué es lo que me tienes que decir?

– Me acaban de confirmar desde Nueva York que el arma con la que mataron a Winston es la misma con la que se cargaron a John Lennon hace treinta años. ¡Lo que hay en Nueva York es un revólver exactamente igual, pero con distinto número de serie!

– ¡Lo hizo Chapman! ¡A través de uncopycat! -gritó entusiasmada Amanda.

Ella había sido la primera en aventurar la hipótesis de que a Winston lo había asesinado un lunático, como a Lennon, para apoderarse de la fama de su víctima y los hechos parecían darle la razón. A Perdomo le faltó tiempo para reconocer lo acertado de su corazonada.

– ¡Es tal como tú me avanzaste, Amanda! -la felicitó-. ¡Al final te voy a tener que llamar de verdad inspectora Torres!

– No sabes el alivio que me produce pensar que el asesino de Winston no es español -manifestó la periodista-. Bastante en crisis está ya el país como para que encima nos echen en cara haber dado muerte al mayor genio musical del siglo XXI

Perdomo trataba de imaginar en su cabeza cómo habría sido la cadena de acontecimientos que había conducido hasta la muerte de Winston.

– Chapman -dijo, casi pensando en voz alta- no ha salido nunca de prisión y el arma estaba en Queens. ¿Cómo se hizo con ella?

– Su marine la robó -aseguró Amanda, totalmente metida en su papel de inspectora Torres-. Debió de sobornar a algún policía de la Forensic División para que lo hiciera.