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– Alguien ha encontrado la manera de piratear un concierto, reproduciéndolo en 3D sobre un escenario, valiéndose de holografías.

– ¿Alguien? ¿De quién estamos hablando?

– De Alex O'Rahilly -afirmó Moon-, más conocido por Mister Download. Y aquí tengo la prueba. -Le entregó el teléfono después de haber pulsado la teclaplay.

Villanueva se quedó contemplando el vídeo musical que había almacenado en el móvil hasta que éste terminó -el archivo duraba apenas veinte segundos- y miró luego al batería con cara de no entender nada.

– Lo único que veo aquí es a The Walrus actuando en directo.

– Exacto -dijo Moon-. Sólo que ESO no es The Walrus. Es una holografía creada por O'Rahilly, de principio a fin. Dicen que ese cabrón tiene ya la tecnología necesaria para poner en escena un concierto nuestro… pero sin nosotros.

Villanueva volvió a ver el vídeo sin poder dar crédito a las palabras del músico. Si aquello era en verdad una holografía, el grado de realismo era tal que la copia resultaba indistinguible del original.

– ¿De dónde ha salido este vídeo?

– John me lo envió por bluetooth.

– ¿Y cómo llegó a poder de Winston?

– Se lo pasó un ingeniero de sonido del Ericsson Globe, cuando estuvimos tocando en Estocolmo hace unas semanas.

– ¿Recuerda su nombre? -Villanueva sacó ansioso su libreta.

– Lo siento, yo ni siquiera toqué ese día, estaba ingresado en el hospital, con neumonía. Pero el ingeniero le contó a John que O'Rahilly está trabajando en algo que puede acabar para siempre con la música: las holografías pirata de conciertos.

– Y ese técnico, ¿cómo obtuvo la información?

– Trabajó en el laboratorio de O'Rahilly durante un par de semanas. De ahí proceden esos veinte segundos de filmación, hechos a escondidas por el técnico.

Villanueva balanceó varias veces el teléfono de Moon con su mano derecha, como si estuviera sopesando la verdad de esas informaciones.

– ¿Un concierto de The Walrus… sin The Walrus? ¿Eso es posible? -preguntó atónito el inspector.

– Ese ingeniero dice que lo vio con sus propios ojos -respondió el teclista.

– ¿No se referiría a un DVD pirata de un concierto real?

– No, él le habló a John de holografía en tres dimensiones. Aseguró que vio las primeras pruebas en el laboratorio pirata de O'Rahilly y que el efecto era asombroso, totalmente real.

– ¿Dónde se supone que están tocando en este vídeo?

– Le repito que ésos no somos nosotros, poli -replicó Moon, como si le irritara la lentitud de Villanueva-. Son clones digitales creados por O'Rahilly. Ahí los está viendo en 2D, porque eso está filmado con la cámara de un teléfono móvil, pero los verdaderos son en 3D.

– ¿Y están tocando en un escenario real?

– En cierto modo. Se trata de una fusión del Shea Stadium y el Madison Square Garden. O'Rahilly tiene un equipo artístico que crea los sets de actuaciones que él decide. Cuando tenga listo su invento, podrá montar conciertos nuestros en cualquier lugar del mundo que se proponga, desde una playa de Brasil hasta las ruinas de Stonehenge. Y la gente tendrá la impresión de que, efectivamente, está disfrutando de un concierto de The Walrus en directo.

Villanueva volvió a contemplar por tercera vez el vídeo del teléfono móvil y tuvo que admitir que, desde un punto de vista estrictamente tecnológico, aquellas imágenes eran las más impactantes que él había visto en mucho tiempo.

– De modo que esto es lo que nos espera -dijo en un tono mezcla de preocupación y asombro-. El futuro de la piratería es… la suplantación integral del artista.

– Ni siquiera John lo hubiera expresado mejor -repuso Moon desde el más profundo abatimiento-. En efecto, ése es el futuro, poli, la muerte de la música en directo. A John lo han matado físicamente, pero si O'Rahilly se sale con la suya, el resto de los músicos no estaremos, desde el punto de vista artístico, mucho mejor que él.

Villanueva extrajo de la americana su propio teléfono móvil para informar inmediatamente a Perdomo de aquel hallazgo extraordinario, pero el inspector debía de tener el suyo en modo silencio porque no le hizo caso ni al tercer intento.

– ¿De dónde procede el sonido? -preguntó a Moon después de desistir de sus llamadas.

– De nuestro último disco -aclaró el batería-. De todo el vídeo, es lo único que es real. El sonido está ecualizado y mezclado con ambiente de directo, para que parezcaUve.

– Lo cierto es que pareceUve -concedió Villanueva-. Estuve en su último concierto en el Bernabéu y no encuentro ni un solo detalle que me chirríe.

– Cuando vi las imágenes -le explicó Moon- yo mismo puse en duda que fueran holográficas. Damos tantos conciertos al año que podrían pertenecer a cualquiera de ellos. Pero hay un pequeño detalle que me confirmó que ésos no somos nosotros, sino nuestros clones holográficos.

Villanueva contuvo la respiración durante el dramático silencio que hizo el batería antes de contestar.

– Fíjese en el bombo de la batería -dijo-, detrás de la cabeza de John. Está un poco desenfocado, pero no tanto como para que no pueda leerse la marca. ¿Qué lee usted?

Villanueva sacó una gafas de presbicia, se las colocó sobre la nariz, puso en marcha el vídeo y tras acercarse tanto como pudo a la pantalla del teléfono móvil dijo al fin:

– ¿Primer?

– Exacto -confirmó el músico-, en el bombo ponePrimer. Pero esa marca no existe. Yo, igual que hacía Keith Moon en su día, toco con Premier. Podríamos llamar a eso una errata holográfica.

Aquel detalle terminó de convencer a Villanueva de que la información era veraz y no el delirio de un batería paranoide y cocainómano. Sin embargo, el subinspector aún no conseguía poner en relación las holografías de The Walrus con el móvil del crimen.

– Hay una cosa que no logro entender -objetó-. Supongamos que O'Rahilly estuviese ya en condiciones de ofrecer un concierto holográfico de The Walrus. ¿Por qué atentar contra Winston? En todo caso, sería Winston quien tendría un móvil para atentar contra el irlandés, por intentar suplantarle mediante un clon virtual.

– No lo pillas, ¿verdad, poli? Pero aquí está el bueno de Moon para echarte un cable. Si creas un clon del original y el original desaparece, el clon se convierte en el original y tú pasas a ser el propietario de la gallina de los huevos de oro. O'Rahilly es ahora el único, aunque ilegítimo, propietario de The Walrus.

47 Lucy in the Sky with Diamonds (reprise)

A Villanueva le costó convencer a Moon de que le entregara voluntariamente su teléfono móvil, pero no había otra salida posible: el subinspector necesitaba mostrar a Perdomo y a Guerrero la filmación de la holografía, para que pudieran evaluar directamente el grado de credibilidad de aquellas imágenes. El batería, tras comprender que, si no cedía de buen grado el terminal, tendría que acompañar al policía hasta la UDEV, extrajo la tarjeta SIM y le hizo entrega de su Nokia de última generación.

Mientras tanto, en el hotel ME, el interrogatorio de la viuda estaba llegando a su punto culminante. Perdomo le acababa de preguntar a Anita por el hecho sorprendente de que Winston, ya convertido en una estrella internacional, no hubiera contratado vigilancia personal.

– Siempre salía sin guardaespaldas -respondió la viuda-, porque lo cierto es que los problemas que le ocasionaban los fans eran solventables. La gente se lo encontraba de compras, o en el cine, y como estaba solo, muchas veces no podían creer que fuera él, así que le dejaban tranquilo. En otras ocasiones sí le abordaban, claro, y en esos casos jamás se comportaba como un famoso: no firmaba autógrafos; todo lo más, estrechaba la mano del que se le acercaba. La gente lo entendía, o mejor dicho, John les convencía de que tenía derecho a sus momentos de privacidad, y le dejaban en paz. Podía ser muy persuasivo cuando se lo proponía.