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– Oresund es uno de los tres estrechos que conectan el mar Báltico con el mar del Norte y es una de las vías marítimas más utilizadas del mundo. Tiene un puente gigantesco, que une Copenhague con la ciudad sueca de Malmó, seguro que lo has visto alguna vez en fotografías. O'Rahilly merodea por ese estrecho continuamente y ha colocado incluso la bandera del Partido Pirata en el mástil, que es una vela blanca ondeando al viento, sobre fondo negro.

– Menudo pájaro -exclamó Guerrero-. Pero no creo que farolee. Si el barco es tan sofisticado como dice Villanueva, es muy posible que pueda haber montado el laboratorio holográfico a bordo del mismo. Todo lo que necesita O'Rahilly es un dispositivo consistente en una lámina de plástico especial, metida entre dos piezas de vidrio, cada una recubierta con un electrodo transparente. Luego no tiene más que grabar las imágenes en ese plástico (que no es más que un polímero fotoreactivo) mediante haces de láser y ya tiene su holografía. Lo jodido es actualizarla en tiempo real.

– Algo imprescindible, si quiere crear la sensación de un concierto en vivo, donde los artistas están interactuando constantemente con el público -puntualizó Villanueva.

– Espera, espera, Guerrero -le frenó Perdomo-, vas demasiado deprisa para mí. Polímero, electrodo transparente… ¿quépalabros son ésos? Necesito entender un poco más cómo funciona el tinglado de ese pirata.

Guerrero se armó de paciencia, adoptó la misma actitud que mostraría un profesor benévolo con un alumno que se ha quedado atrás en el dictado y dijo:

– Voy a ir por partes. ¿Tenemos claro qué es una holografía?

– Una imagen en movimiento y en tres dimensiones, ¿no? -aventuró Perdomo. Se notaba, por la inseguridad de su tono de voz, lo mucho que le imponía Guerrero y el miedo que tenía a equivocarse delante de él, con su subordinado de testigo.

– Correcto -le tranquilizó el de la Científica-. Sólo que para que el espectador experimente el efecto 3D, no son necesarias esas gafas tan chuscas que nos entregan en el cine. La ilusión óptica se crea mediante un rayo láser. El invento, al menos en su modalidad más básica, tiene ya sus años. Lo descubrió en 1947 un húngaro llamado Gabor, que recibió por ello el Nobel de Física. Actualmente el holograma se ha desarrollado lo suficiente como para ofrecer un alto grado de fiabilidad, al menos en la industria de la seguridad. Insertados en billetes de banco y tarjetas de crédito, los hologramas resultan extraordinariamente difíciles de falsificar, porque se replican a partir de una holografía master, que sólo puede ser generada mediante un procedimiento tecnológico sumamente caro y avanzado.

– ¿Cómo de caro? -preguntó Perdomo-. ¿Como la bomba atómica?

– Sí -concedió Guerrero-. Es caro de cojones.

Villanueva intervino en ese momento para recordar a sus colegas que O'Rahilly estaba ganando millones de euros con su portal de descargas y que podría estar financiando su nuevo proyecto con esos ingresos ilegales.

– Los actuales hologramas -continuó Guerrero- se imprimen de manera permanente, sin que puedan ser borrados o actualizados. Me refiero a los básicos, como los que se incluyen en las tarjetas de crédito. Pero ahora se intenta que las holografías, además de tridimensionales, sean dinámicas, es decir, que puedan borrarse y reescribirse en cuestión de segundos. En eso es, por lo que me contáis, en lo que está trabajando O'Rahilly.

– Actualmente ya existen clones digitales en dos dimensiones de muchos actores -apuntó Villanueva.

– ¿Y resultan reales? -preguntó Perdomo.

– Mucho -dijo el subinspector-. ¿Te acuerdas de Brandon Lee, el hijo de Bruce Lee, que falleció durante el rodaje de la películaEl cuervo? Reconstruyeron digitalmente su cara y la incrustaron sobre la de un doble, para terminar la película. Pues bien, yo no fui capaz de distinguir unas escenas de otras. También he visto a Lawrence Olivier en Sky Captain and the world of tomorrow, actuando junto a Jude Law, después de muerto, y parecía más vivo que nunca.

Los tres policías experimentaron una mezcla de fascinación y horror por el hecho de que la tecnología hubiera logrado suprimir ya, al menos en el cine, la frontera entre los vivos y los muertos.

– Hipótesis número tres -dijo Perdomo para resumir la reunión-: «El crimen fue cometido por O'Rahilly». Se la tenía jurada a Winston por haber contribuido a que le cerraran su primer portal y además ha ideado la manera de multiplicar por diez sus ingresos, organizando conciertos holográficos ilegales de The Walrus. Es de suponer que tendrán una demanda formidable, porque para los millones de fans será ya la única manera de disfrutar en directo del grupo de moda.

– Si pudiéramos tener acceso a la holografía original -dijo Guerrero, mientras le devolvía el teléfono de Moon a Villanueva- sabríamos si los clones de luz creados por O'Rahilly tienen la calidad suficiente para satisfacer al público en un concierto.

El subinspector dejó helados a sus compañeros cuando les informó de que había solicitado al Ericsson Globe el listado de todos sus tónicos de sonido.

– Os recuerdo -dijo- que fue uno de ellos el que filmó la holografía y se la hizo llegar a Winston. Pues bien, del directorio de quince técnicos que me ha facilitado la dirección del auditorio, hay un nombre que me llama poderosamente la atención: Niklas Hollsten.

– ¿Y eso por qué? -preguntó Perdomo.

– Porque falleció la semana pasada, en un misterioso accidente de automóvil.

51 Sticky Fingers

Tras la reunión con Guerrero y Villanueva, Perdomo llamó a Amanda, que le había estado telefoneando insistentemente a lo largo del día. Tras el ataque que había sufrido hacía pocas horas a manos de su amante homosexual despechada, el inspector mantenía una actitud ambivalente hacia la periodista, pues había llegado a la conclusión de que su círculo de amistades resultaba francamente peligroso. Pero la investigación del asesinato de Winston caminaba en esos momentos por unos derroteros que hacían necesaria, por no decir indispensable, su participación en el caso. Perdomo no había olvidado una de las últimas informaciones que le había aportado Guerrero, relativa al contenido de la cásete hallada en la habitación de Winston, y necesitaba la opinión de una especialista en la materia.

– Quiero que escuches esa cinta cuanto antes -le dijo a la reportera- y me digas todo lo que puedas acerca de su contenido.

Amanda, que se había sentido injustamente marginada de la investigación en las últimas horas, se hizo de rogar.

– La verdad es que esta tarde me viene fatal -dijo aparentando indiferencia-. Como te dije anoche durante la cena, he vuelto, cual hija pródiga, al mundo sibarita del vinilo, y me acaban de llamar de La Vitrola para avisarme de que acaba de llegar mi pedido.

Perdomo se quedó sin saber qué decir. Amanda se había desvivido desde el primer momento por participar en las pesquisas policiales, pero en esos instantes le hablaba con voz distante y fría, y ni siquiera demostraba curiosidad por conocer el contenido de la cásete.

– Tal vez sea una prueba importante para poder resolver el caso -insistió Perdomo, para tratar de encelarla-. Me han dicho que se trata de una canción de John Lennon.

– ¿Y qué tiene de extraño? -respondió la reportera-. Winston era fan absoluto de Lennon.

La estudiada actitud de Amanda empezaba a sacar de quicio al inspector.

– ¿Te parece normal que la cásete estuviera dentro de una caja fuerte? Y si era para escucharla, ¿por qué estaba en formato cásete, si hace tiempo que ya no se ve ni una en el mercado?

– No lo sé -respondió la periodista simulando desinterés-. Seguro que la Policía Científica tiene gente sobradamente preparada para resolver esos y otros enigmas.

La frase sonó tan forzada a los oídos de Perdomo que delató a la periodista.