– ¡Meeeec! Otro error de principiante. Movido por el entusiasmo que te ha provocado tener un as en la mano, has metido mucho dinero en el bote, que podrías perder a la primera de cambio. Ten en cuenta que te sientas en una mesa de nueve jugadores, y es probable que alguno de ellos tenga otro as, pero acompañado con una carta más alta que la tuya. Esa carta, que llamamoskicker, es clave en caso de que ambos liguéis la misma jugada. Grábate esto a fuego, honey: en caso de empate, el que tiene el kicker o carta de apoyo más alta, se lleva el bote. Mi consejo, con as y kicker bajo, es que te limites a ver la ciega inicial y te retires sin dudarlo en cuanto haya una subida fuerte.
Otra de las manos de prueba, en las que Amanda se despachó a gusto, fue aquella en la que a Perdomo le tocaron un siete y un dos de color. La periodista le había informado de que la combinación siete-dos era, de todas las posibles, la más débil de todas, puesto que no sólo el valor de las cartas era bajo, sino que además resultaba imposible ligar escalera. En cuanto vio las cartas que le habían repartido, el inspector se deshizo de ellas, ante la mirada reprobatoria de su profesora, que las recogió de la mesita y se las colocó de nuevo en la mano.
– Acabas de perder una oportunidad de oro,honey hunny -dijo la mujer-. Te he puesto el bote muy barato y tienes dos cartas del mismo palo. ¿Y si ligas color en el flop?
– ¡Pero Amanda -protestó Perdomo, en el mismo tono en que un alumno de instituto pediría a la profesora una revisión de examen-, si me has dicho hace diez minutos que no me deje tentar por el color!
– Lo sé, pero he insistido mucho en que en última posición se puede jugar casi con cualquier cosa, siempre que te lo dejen barato. Ir a esta jugada sólo te cuesta mil euros, pero si la suerte te acompaña podrías ganar veinte o treinta mil. No sólo te podrían caer tres cartas de color en elflop, sino dos o tres sietes, dobles parejas de sietes-doses, etc. No es probable, lo sé, pero el póquer es un juego en el que, en cada mano, hay que esforzarse en adoptar la decisión correcta, y aquí lo más sensato es arriesgarse a perder mil para obtener una ganancia infinitamente mayor.
Llegó un momento en que Perdomo se saturó de póquer por completo y reconoció que era incapaz de jugar una sola mano más. Amanda entonces se levantó de su asiento, pidió a una auxiliar de vuelo que le ayudara a abrir el compartimento superior y extrajo de su bolso de mano un pequeño reproductor de DVD.
– Faltan sólo veinticinco minutos para que aterricemos en Copenhague -observó extrañado Perdomo-. ¿Te vas a embarcar a estas horas en una sesión de cine?
– Sólo quiero -dijo la reportera- rematar la clase de hoy, mostrándote el enfrentamiento final de la película de James BondCasino Royale. No te preocupes, ya no te formularé más preguntas, ni te reprenderé por hacer malas jugadas. La he traído únicamente para que la disfrutes.
Amanda buscó el punto exacto de la película que deseaba visionar con el policía y le dio a la teclaplay.
– A diferencia de lo que ocurre en muchas películas de póquer -comentó la reportera- la partida deCasino Royale, aunque tiene algunos fallos, está bastante bien planteada y resulta creíble, incluso para un profesional. Ojalá te sirva de inspiración para esta noche.
Ambos contemplaron la escena hasta su desenlace final, en el que Bond se lleva la partida con una escalera de color, y al terminar el vídeo Perdomo planteó una cuestión que llevaba rondándole la cabeza desde hacía algunos minutos.
– ¿Sabes, Amanda? -dijo pensativo el policía-. Tal vez no llegues a verme hacer el ridículo total esta noche en el barco. Puede que no tenga ni idea de póquer, pero he interrogado a centenares de sospechosos a lo largo de mi vida y me suelo dar cuenta de cuándo miente o dice la verdad un detenido. El FBI, que es la policía que posee las técnicas de interrogatorio más sofisticadas del mundo, nos ha impartido cursos en Quantico, Virginia, en al menos un par de ocasiones y siempre ha insistido en este punto: cuando una persona miente, trata de confundir al otro mirándole fijamente a los ojos, como si anduviera sobrado de confianza en sí mismo. Al que dice la verdad no le hace falta este alarde visual, porque no tiene nada que demostrar. Eso me permitirá apagar bastantes faroles esta noche.
– ¡Qué hijos de puta! -exclamó la periodista, dejando escapar una carcajada que sobresaltó a los pasajeros de las filas contiguas-. ¿De modo que tenéis truquitos para detectar a los mentirosos y los guardáis bajo siete llaves? ¡Con lo bien que nos valdrían las técnicas del FBI a los jugadores de póquer para detectar faroles! Dime una cosa, Perdomo ¿cuándo pensabas contármelo?
– No exageres, Amanda -masculló Perdomo, quitándose importancia-. Cualquier buen jugador de póquer, y no me cabe duda de que tú lo eres, intuye cuándo el contrario le está mintiendo. El FBI lo único que ha hecho es sistematizar una serie de patrones que se repiten, con infinidad de variantes, en todos los mentirosos del mundo. Eso incluye también a los faroleros.
– ¡Ya sabía yo que había algo que me rechinaba en esta escena! -Amanda, visiblemente excitada, rebobinó la película de Bond unos segundos, hasta el momento preciso en que el archienemigo del agente 007 inicia su duelo visual-. ¡El malo debería mostrarse más huidizo con la mirada, puesto que no va de farol! Ha ligado full de ases y está convencido de que tiene la jugada más alta de la mesa,the nuts, como decimos nosotros. Al mirar a Bond de forma tan desafiante, parece que estuviera intentando amedrentarle, ¿no es eso lo que dirían tus chicos del FBI?
– Más o menos -concedió el inspector. Amanda explotaba de curiosidad.
– ¿Qué más cosas os han contado los del FBI? -dijo llevándose una mano a la boca, en actitud confidencial.
– El seminario duró tres días -respondió el inspector-. ¡Si te empiezo a contar cosas, podríamos estar aquí hasta mañana!
Amanda se quedó mirando a Perdomo con un gesto de ofendida desconfianza.
– ¡Estás lleno de recursos para afrontar la partida de esta noche y no quieres compartirlos conmigo! ¿Por qué?
– Digamos que soy muy competitivo -confesó el policía- y me ha molestado el comentario que has hecho antes, de que me iban a eliminar a la primera de cambio. Como te he dicho hace un momento, yo también tengo mi pequeño arsenal de trucos, ¿sabes? Lo cual me lleva a plantearte una pregunta, que no había surgido hasta el momento. ¿Cómo debemos comportarnos si tú y yo llegamos a enfrentarnos en la mesa?
Amanda parecía haber previsto ya esta contingencia, porque no dudó ni un instante en la respuesta.
– Si el enfremamiento es entre nosotros dos -dijo- deberás aceptar mi envite, por más alto que sea, para al final, sea cual sea tu jugada, anunciar que todo era un farol y que has perdido la mano.
Perdomo se agitó, molesto, en la butaca del avión.
– ¿Por qué razón habría de hacer eso?
– De nosotros dos, no te ofendas de nuevo, yo soy la que más posibilidades tiene de llegar a la final. Por tanto, deberemos aprovechar cualquier ocasión que surja para que mi posición en la mesa se fortalezca.
– Creí que habías dicho que no debía parecer un pardillo, para evitar que O'Rahilly sospechara.