El inspector volvió a mostrarle la clase de gestualidad a la que hacía referencia. Seguidamente, le explicó a la periodista que siempre que alguien se tapaba la boca con la mano, apretaba los labios o se los mordía, antes de responder a una pregunta comprometida, era probable que estuviera mintiendo. Las mujeres hacían un gesto peculiar en los momentos de incomodidad, que era llevarse la palma de la mano a la parte más alta del pecho; los hombres en cambio tendían a frotarse la nuca en situaciones de tensión.
– Por último -concluyó Perdomo-, no pierdas nunca de vista a un individuo que trata de ocupar más espacio corporal de lo que suele ser normal en él. Si ves que alguien en la mesa, de repente, se echa para atrás y extiende los brazos, como tratando de aparentar un estado de confort absoluto, desconfía inmediatamente, porque está enviando una señal falsa. Todo lo contrario de aquel que une las yemas de los dedos de ambas manos, mientras apoya los codos en la mesa: quien actúa así, demuestra que sabe lo que se trae entre manos.
Amanda, que había estado escuchando con interés y concentración las revelaciones de Perdomo, notó que éste había adoptado, después de acabar con su informe, una expresión preocupada.
– ¿Hay algo que me estés ocultando,my love? -inquirió tras comprobar que el inspector seguía encerrado en su mutismo.
– Sólo me estaba preguntando -dijo Perdomo- qué nos ocurrirá si gracias a tu habilidad al póquer y a las técnicas del FBI de las que te he hablado, acabaras ganando la partida de esta noche. ¿Cómo le sentaría a O'Rahilly que dos perfectos desconocidos se llevaran de su barco casi un millón de euros, que él debe ya considerar prácticamente como suyos?
64 To be or not to be
Perdomo y Amanda llegaron a Elsinor pasadas las cinco de la tarde. En el castillo de Kronborg les informaron de que el horario de visitas había concluido hacía veinte minutos, de manera que la pareja se quedó con las ganas de conocer la residencia del príncipe Hamlet. Tampoco pudieron disfrutar de otras atracciones turísticas de la ciudad, como el museo Karen Blixen -dedicado a la autora deMemorias de África-, porque su horario de apertura era similar al del castillo. La pareja se encontró entonces con que tenía por delante cuatro horas de espera, a las que no sabía muy bien cómo hacer frente. Amanda propuso una visita al Casino de Marienlyst, el más antiguo de toda Dinamarca -inaugurado en 1904-, pero a Perdomo no le sedujo la idea, pues les esperaban muchas horas de partida aquella noche y no quería llegar fatigado a la cita. Tampoco le hacía feliz la idea de arriesgar su propio dinero en un casino danés.
– Sólo te lo había sugerido como una especie de precalentamiento para esta noche -dijo Amanda-. Por cierto, ¿has traído la pasta?
Perdomo se dio un par de golpecitos en el bolsillo interior de la americana, para indicarle que todo estaba en orden.
– ¿Quieres que repasemos la tabla de probabilidades o la lista de las veinte mejores jugadas en el Texas Hold'em?
El inspector hizo un gesto negativo con la cabeza. Luego añadió:
– No te ofendas, pero me siento como ti estuviera velando armas, antes de la batalla decisiva, y estos momentos los paso mejor en soledad. Te propongo que nos separemos hasta la hora de recogida, así podremos hacer algunas compras y realizar las llamadas de rigor a España.
65 Riverboat gambler (reprise)
La lancha rápida que recogió a la pareja, cuatro horas más tarde, era una Baja Outlaw de trescientos veinte caballos de potencia, con capacidad para ocho pasajeros. Empezó a surcar el estrecho de Oresund a una velocidad tan inverosímil que, tanto Perdomo como Amanda, tuvieron la sensación de hallarse a bordo de una nave galáctica, no de una embarcación marítima. Una vez superada la isla de Ven, pudieron contemplar a lo lejos, recortándose contra el cielo escandinavo, la imponente silueta del puente de Oresund, esa gigantesca serpiente de hierro y hormigón que, desde el siglo pasado, une a Dinamarca y a Suecia: más de siete kilómetros de ingeniería, para dar soporte a dos líneas de tren y seis pistas de carretera; Oresund era el puente combinado más largo de toda Europa. A voz en cuello, para que sus gritos prevalecieran sobre el rugido de la imponente motora, Perdomo le contó a Amanda que el puente se había inaugurado en el verano de 2000, con la presencia de la reina Margarita de Dinamarca y el rey Carlos Gustavo de Suecia.
– El rey Gustavo -apostilló el policía- está casado, como sabes, al igual que nuestro príncipe, con una plebeya.
– Sólo que Silvia de Suecia -apostilló Amanda- es bastante más polémica que Letizia de España. Estoy harta de leer reportajes que hablan de la afiliación nazi de su padre y sus operaciones de cirugía estética. Puede que yo no lea elHola, Perdomito, pero el Qué me dices lo devoro semana tras semana.
Cuando la embarcación llegó a su destino, descendieron de la misma, además de la piloto (una mujer en la cuarentena, bronceada de pies a cabeza, con aspecto de protagonista de serie americana de televisión), cuatro personas más: tres hombres y una mujer. Dos de los varones resultaron ser accionistas de la empresa Carlsberg, el fabricante de cerveza más importante del país, mientras que el tercero dijo ser un alto directivo del grupo Danfoss, dedicado a la fabricación de aparatos de refrigeración y aire acondicionado. Ni siquiera las malas artes de Amanda consiguieron arrebatarle a la única mujer del pasaje información alguna acerca del modo en que se ganaba la vida.
– Resulta chocante -comentó Perdomo al oído de Amanda, una vez que se hallaron a bordo delRevenge- que personas aparentemente respetables como éstas accedan a jugar con un tipo de la catadura moral de O'Rahilly. Ya sé que por estos lares hay mucho simpatizante del Partido Pirata, pero aun así…
– El póquer, querido, al igual que la política, hace extraños compañeros de cama -respondió en voz baja la periodista-. Es un juego que nació en los tugurios de Nueva Orleans y últimamente hay gente que piensa que, gracias a la televisión, se ha vuelto, ¿cómo decirlo?, demasiado respetable. Estamos asistiendo a una especie de vuelta a los orígenes, y las partidas que organiza el irlandés tienen, para esta gente, el atractivo de lo peligroso y lo prohibido. Aquí se viene a descargar adrenalina,my love.
Los recién llegados -seis en total, contando a Amanda y a Perdomo- fueron invitados a pasar a la sala de juego, en la que hallaron ya, con sendos whiskies en la mano, al padre Hughes, que vestía un eleganteclergyman negro azabacache, y a una segunda mujer de apellido impronunciable, que debía su considerable fortuna a un ventajoso divorcio de uno de los fundadores de Bang & Olufsen. La piloto que les había traído desde Elsinor les hizo saber que la partida comenzaría a las 22 horas, que ella sería la encargada de repartir las cartas durante toda la noche y que el señor O'Rahilly subiría a darles la bienvenida en breve.
Mientras los jugadores inspeccionaban la mesa de juego y sus aledaños, al objeto de asegurarse de que no había cámaras ni espejos sospechosos, la periodista se interesó por Rami, el chef de cocina, y fue informada por la crupier de que éste se encontraba muy atareado en la cocina, preparando las viandas que les servirían en el descanso.
– Vendrá a saludarles en cuanto haya concluido su trabajo -les prometió la mujer.
Aprovechando su fluido inglés, Perdomo elogió el diseño del barco, que calificó de revolucionario, y formuló un par de preguntas, aparentemente inocuas, sobre la distribución de los camarotes, que la crupier respondió sin reserva de ningún tipo. El interior delRevenge -o al menos la parte visible del mismo- se asemejaba al de un yate de lujo, no al de un buque científico. El amplio salón en el que iban a disputar la partida recordaba más, por ejemplo, a la espaciosa suite de hotel en la que habían asesinado a John Winston que a los aposentos de un barco. En las paredes colgaban costosas reproducciones de cuadros de Matisse, Cezanne y Picasso y la moqueta que recubría el suelo era de tal espesor que Perdomo tuvo la sensación de que los pies se le hundían hasta el tobillo. Las luces indirectas proporcionaban un ambiente de gran calidez a todas las estancias del piso superior, que incluían, además de la sala de juego, un salón comedor con capacidad para una docena de personas y un cuarto de estar equipado con home cinema y pantalla de proyección del tamaño de un pequeño minicine. Además de las cabinas, en las que dormía la tripulación, el Revenge contaba con cinco camarotes dobles para invitados, cada uno con su propio baño y su pantalla de plasma de 40 pulgadas, y todos ellos disponían de wifi, aire acondicionado y un sinfín más de detalles que Perdomo no llegó a retener.