Como si ella hubiera captado sus deseos, volvió la cabeza hacia un lado, exponiendo una parte mayor de su blanca piel y mostrándole un poco más de sus deliciosos senos.
– ¿Os molesta que os interrumpa? -La voz de Witt pareció hacer eco por toda la sala y Zachary comenzó a apartar sus manos con culpabilidad. Intentó poner cierta distancia entre su cuerpo y el de Kat, pero ella se mantuvo pegada a él.
Volviendo unos ojos adormilados hacia su marido, y con una mueca picara en los labios, le susurró:
– Imagina que no has dicho nada.
Witt se ruborizó. Sus ojos se desviaron hacia su rebelde hijo, mientras Zachary daba un paso atrás y London, que todavía estaba entre los brazos de su padre, era depositada en los brazos abiertos de Zach.
– Mantente alejado del champán -dijo Witt-. Sería muy vergonzoso que Jack te arrestara aquí. Ahora, da unas cuantas vueltas con London y luego pídele a una de las hijas de los Kramer que baile contigo; no te han quitado los ojos de encima en toda la noche.
Tragando saliva, Zachary deseó poder golpear a su viejo en la cabezota. Cuando miró hacia Kat, vio que ella estaba riendo con unos ojos que le brillaban con descarada diversión. A su costa. Apretó los puños y, si no hubiera sido por el hecho de que tenía a London entre los brazos, en aquel mismo momento habría hecho que la situación empeorase todavía más. Parecía que su padre y su madrastra se hubieran puesto de acuerdo para tomarle el pelo.
Se le tensaron los hombros mientras notaba que un calor que surgía de su nuca empezaba a subirle por la cara. Aunque había varias muchachas vestidas con trajes caros que trataban de llamar su atención, Zach no les dio ni la más mínima oportunidad. Llevó a London hasta donde estaba la niñera deseando poder golpear algo… o a alguien.
Se arrancó la corbata, deseando poder abandonar aquel condenado hotel y calmarse. Con ganas de pelea, abandonó la pista de baile. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido? ¿Cómo? Por culpa de Kat. ¡Maldita mujer! Sus puños se volvieron a cerrar con rabia impotente. Tenía que salir de allí.
Jason, con una bebida en la mano, se acercó a Zach, quien estaba altivamente apoyado contra una de las columnas cercana a la puerta, planeando cómo escapar.
– No dejes que te afecte tanto -le advirtió Jason.
– ¿Quién?
– Kat -contestó Jason, dando un trago a su bebida, whisky solo, y sonriendo.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó Zach, intentando aparentar normalidad.
Jason resopló y movió la cabeza en dirección a la pista de baile.
– He visto el pequeño espectáculo. Zach apretó los dientes sintiéndose mortificado. -Demonios, mira que llega a ser puta. -Jason se pasó una mano impaciente por su espeso cabello castaño claro-. Me di cuenta de lo que estaba tramando cuando la vi acercarse a ti. Sería capaz de tumbarse en el suelo y abrirse de piernas en medio de la pista de baile. -Tomó un trago de su bebida y se quedó mirando a Kat y a Witt-. Para ella no es más que un juego.
Un músculo de la mandíbula le empezó a temblar. Zach notó ese tic de enfado pero no pudo hacer nada por detenerlo.
– Se acercó a ti con toda la intención de ponerte en tu lugar, entiendes. Lo cual, debo añadir, creo que consiguió.
– La odio.
– ¿Acaso no la odiamos todos? -replicó Jason sin perder de vista a su madrastra mientras esta bailaba-. Pero resulta que es la mujer más increíblemente sexy de todo el planeta. Me pregunto cómo debe de ser en la cama.
– Yo no tengo ningunas ganas de saberlo -añadió Zachary, frunciendo el entrecejo y evitando mirar hacia el objeto de aquella discusión.
– Seguro que sí te gustaría. A todos los hombres que hay en esta sala les gustaría darle un mordisquito a Kat. -Jason echó un brazo fraternal por encima de los hombros de Zachary-. Pero ella no está dispuesta a jugar con ellos. Ni hablar. Por alguna razón, parece que te ha escogido a ti como su juguete. Puede que me equivoque, pero yo diría que te ha echado el ojo.
– ¡Oh, Dios, eso es imposible! -dijo Zach, a pesar de que sintió un sobresalto en el corazón.
– Yo no estaría tan seguro. De lo que sí estoy seguro es de lo que ha hecho hace un momento, cuando creía que nadie la estaba mirando. Y de la manera que te mira. Por Dios, se ve que está caliente.
– ¡Déjalo ya!
– Pero tú no puedes liarte con ella. Si papá llega a enterarse…
– Corta el rollo, Jason -dijo Zach, sintiéndose de repente angustiado. Primero Kat y ahora su hermano-. No pienso liarme con ella.
– Todos han dicho siempre que tú eres diferente -dijo Jason, alzando los hombros-. Imagino que Kat solo intenta descubrir si es verdad.
– Por Dios, Jason, ¿no te das cuenta de lo que estás diciendo? No, ya veo que no. Eso que dices es enfermizo.
– ¿Sabes lo que tienes que hacer?
Zach no respondió.
– Búscate a alguien con quien acostarte. -Apoyándose al lado de Zach, Jason señaló con el dedo a un grupo de quinceañeras peinadas y maquilladas al estilo de las revistas para adolescentes. Comparadas con Katherine parecían desgarbadas y… desesperadas-. Pero no con Kat. Como te digo, el viejo te iba a quemar la piel si se enterara. Pero Alicia Kramer está tan colada por ti que no te costaría nada seducirla. Te aseguro que se deshace con solo mirarte.
– ¡Basta ya! -siseó Zach, pero Jason se rió, obviamente divertido por su violenta reacción.
– Haz caso de lo que te digo, introducirse en ella puede ser como meterse en un pastel recién salido del horno.
– ¡Por el amor de Dios, déjalo ya! -dijo Zach, lanzando una mirada en dirección a Alice y encontrándose con la esperanzada mirada de ella.
Era una muchacha joven, con grandes tetas y un rostro poco agraciado que trataba de disimular con un exagerado maquillaje. Tenía los dientes rectos gracias a los aparatos que había llevado durante más de dos años. No era demasiado desagradable. Se sonrojó y rió tontamente cuando se dio cuenta de que Zach la estaba mirando. Pero Zach no estaba interesado en la hija de un importante banquero. Ni hablar. Comparada con Kat, Alicia le parecía una niña.
– Está tan caliente que a duras penas puede aguantarse con la ropa puesta. Mira, te puedo asegurar por experiencia que las muchachas de los Kramer son definitivamente de sangre caliente. Mi opinión es que Alicia te puede dar un revolcón que recordarás durante el resto de tu vida.
– No, gracias -replicó Zach.
– Te estoy diciendo, hermanito, que ya va siendo hora. Si quieres, te puedo echar una mano con…
– Olvídalo, Jason.
– Escúchame, Zach-dijo él, cogiéndole la mano-Sé perfectamente cómo te sientes: como un barril de cerveza a punto de estallar. Y, créeme, no podrás aguantarlo mucho más tiempo. -Bajó un poco la voz-. Conozco a una chica… bueno, en realidad es una mujer. Ella… bueno, ella sabe cómo hacer que un hombre se sienta bien. Me está esperando esta noche.
– ¿Una puta? ¿Me estás hablando de una puta? -preguntó Zach sorprendido, aunque un tanto intrigado. ¿De verdad conocía Jason a una prostituta? ¡Por todos los diablos!
Jason lo tomó del brazo y lo llevó hacia una esquina tranquila de la sala, lejos de los invitados y de las mesas repletas de comida y bebida.
– Ahora, escúchame. Esa chica, Sophia, es… bueno, créeme, te gustará. Es una buena persona.
– La buena gente no vende su cuerpo -replicó Zach.
– No es una mujer de la vida. De hecho, lo hace porque le gusta. Siempre está dispuesta.
– ¡Oh, Dios…!
– Es hermosa y limpia, y solo hará lo que tú quieras que haga. Te la puedes follar hasta reventar si es eso lo que deseas, o si solo te apetece hablar… ella te escuchará. De verdad. Todo depende de ti. -La voz de Jason tenía un tono de fraternal preocupación.