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– Lo hecho, hecho está. Anoche reparé en que seguramente papá encontró los dibujos y creyó que si alguien los veía su carrera estaba lista. Probablemente echó a Simon de casa y le amenazó con denunciarlo si volvía. Sabía que mamá no pararía de buscarlo mientras hubiera alguna esperanza de que siguiera con vida, así que…

– Le hizo creer que había muerto.

– Solo así le encuentro sentido. -Se mordió el labio-. Anoche estuve pensando en ellos dos. A papá lo torturó, Daniel.

– Ya lo sé. -También a él ese pensamiento lo había mantenido en vela.

– ¿Crees que lo torturó para que le dijera dónde estaba mamá?

– Yo también me lo he planteado -confesó Daniel-. Creo que Simon es perfectamente capaz.

– A mí me lo vas a contar.

– Suze… ¿Qué ocurrió? ¿Qué te hizo?

Ella negó con la cabeza.

– No es el momento. Algún día te lo contaré, pero ahora no.

– Cuando lo creas conveniente, solo tienes que llamarme.

Ella le apretó más la mano.

– Lo haré.

– Quiero creer que papá habría muerto antes de dejar que Simon le pusiera la mano encima a mamá -dijo él.

– A mí también me gustaría creerlo -respondió ella en tono cansino, lo cual lo decía todo.

– Ya sabes que Simon no está ahí dentro -dijo Daniel cuando la grúa elevó el ataúd.

– Ya lo sé.

Filadelfia,

viernes, 19 de enero, 16:20 horas

– Sophie.

A Sophie el corazón le dio un vuelco cuando vio a Harry atravesar a toda prisa el vestíbulo del museo y pasar por delante del agente Lyons sin siquiera mirarlo.

– ¡Harry! ¿Qué le ha pasado a la abuela?

Él miró con recelo el hacha que Sophie llevaba al hombro.

– Nada, Anna está bien. ¿Puedes bajar eso? Me pone nervioso.

Ella, aliviada, depositó el hacha en el suelo.

– Dentro de pocos minutos tengo programada una visita, Harry.

– Tengo que decirte una cosa y quería que fuera personalmente. No es nada bueno. Freya me ha dicho que habías llamado preguntado si nosotros habíamos guardado la colección de discos de Anna. Pues no, nosotros no la hemos guardado. He hecho unas cuantas comprobaciones y… mmm… se la han llevado.

Ella entornó los ojos.

– ¿Quién? -Aunque ya sabía la respuesta.

– Lena. Se presentó en casa cuando Anna tuvo el derrame, pero yo la eché. Entonces fue a casa de Anna y se llevó los discos y otras cosas de valor. He visto algunos anunciados en eBay. El vendedor creía que pertenecían a Lena. Lo siento.

Sophie emitió un lento suspiro. Notaba los latidos de su corazón en la cabeza.

– ¿Hay más cosas?

– Sí. Cuando descubrí que los discos habían desaparecido, hablé con el abogado de Anna. Al parecer, tenía invertido mucho dinero en bonos del tesoro, y yo no sabía nada. A su muerte, su abogado nos lo hubiera dicho. Como si… -Suspiró-. El abogado ha comprobado los números de serie de los bonos, y los han canjeado. Lo siento, Sophie. Una buena parte de lo que habría sido tu herencia… y la de Freya, se ha evaporado.

Sophie asintió, atontada.

– Gracias por decírmelo personalmente. Ahora tengo que trabajar.

Harry frunció el entrecejo.

– Tenemos que llamar a la policía y denunciarla.

Ella agitó con fuerza el hacha por encima del hombro.

– Encárgate tú. Si la denuncio yo, tendré que verla y prefiero no tener que hacerlo nunca más.

– Sophie, espera. -Harry había reparado en el agente Lyons-. ¿Por qué hay un policía en el museo?

– Normas de seguridad. -Era más verdad que mentira-. Harry, hay un grupo esperándome en la sala. Tengo que marcharme. Haz lo que quieras con Lena, a mí me da igual.

Viernes, 19 de enero, 17:00 horas

Vito se dejó caer en su silla de la sala de reuniones y se frotó la nuca con cansancio y frustración.

– Mierda.

Tras interrogar a Van Zandt durante tres horas habían conseguido ver algunas cosas desde otros ángulos, pero, en definitiva, no habían obtenido la información que tanto deseaban.

Liz se sentó a su lado.

– Es posible que Van Zandt no sepa dónde está Simon, Vito.

– Podrías intentarlo sometiéndolo a tortura -masculló Jen, y se encogió de hombros cuando Liz arqueó las cejas-. Es una idea.

– Una idea fantástica -comentó Katherine, y por las miradas que observó alrededor de la mesa, daba la impresión de que todo el mundo compartía su opinión.

Se habían reunido para celebrar la sesión informativa de última hora de la tarde. Estaban Nick y Jen, Katherine y Thomas, Liz y Brent, todos con expresión sombría. Se les había añadido una cara nueva, la ayudante del fiscal del distrito, Magdalena López, que junto con Thomas y Liz había observado el interrogatorio de Van Zandt. Maggy era una mujer delicada de ojos castaño oscuro que ahora entornaba al hablar.

– Puede que lo sepa y puede que no, pero no estoy dispuesta a darle más de lo que yo tengo, y menos la plena inmunidad.

Maggy le había ofrecido reducir la acusación de asesinato a homicidio involuntario si le decía dónde podían encontrar a Frasier Lewis, o sea a Simon, pero el arrogante de Van Zandt había solicitado la plena inmunidad.

– No queremos que le concedas la inmunidad, Maggy -dijo Vito-. Es posible que él no haya matado a nadie, pero está más claro que el agua que pensaba aprovecharse de ello.

– Además -añadió Nick-, si Simon creyera que Van Zandt posee información útil, no nos lo habría entregado así como así. Has hecho lo correcto, Maggy. -Pronunció la última frase con admiración, aunque no sin cierta reticencia; Vito pensó que era probable que se debiera al veredicto de culpabilidad que Maggy había obtenido en el caso Siever. Por fin Nick se sentiría merecedor de las postales navideñas que los padres de la chica asesinada le enviaban cada año.

– Nos ha dado el número de móvil de Simon -dijo Vito.

– El mismo desde el que me ha llamado a mí -aclaró Liz-. No tiene GPS; no podemos localizarlo.

– La reacción de Van Zandt al saber que por culpa de ese videojuego habían muerto personas de carne y hueso me ha parecido de lo más contundente -musitó Thomas-. «Para salvar un árbol hace falta cortar las ramas podridas» -dijo, imitando el marcado acento de Van Zandt-. «A veces sin querer se corta alguna rama sana.»

– Menuda filosofía barata -convino Nick-. Qué falso es ese tipo.

– Sophie nos explicó que la «R» de oRo correspondía a una palabra holandesa que significa riqueza -reveló Vito-. Me parece que Van Zandt nunca ha ocultado que lo único que le interesa es el dinero.

Thomas sacudió la cabeza.

– Es posible que Van Zandt sea un sociópata aún peor que Simon Vartanian. Por lo menos a Simon lo mueve el arte.

– Van Zandt nos ha dicho que todavía no le ha pagado a Simon -le explicó Vito a Katherine, Brent y Jen-. Su forma de pago se basa en los derechos de autor, y se hace efectiva a los noventa días.

– Además el porcentaje de los derechos es una miseria -añadió Nick-. Simon no ha hecho todo esto por dinero.

– ¿Cómo entró Simon en contacto con Van Zandt? -quiso saber Jen.

– Van Zandt se encontraba en un bar cerca de su casa, en el Soho -respondió Vito, y sacudió la cabeza-. El bar está justo enfrente del parque donde Susannah Vartanian pasea a su perro. Creemos que Simon conoció a Van Zandt uno de los días en que vigilaba a Susannah. La cuestión es que hace un año Simon se acerco a Van Zandt en el bar, lo invitó a unas cuantas copas y le enseñó una demo.

– Era el estrangulamiento de Clothilde -explicó Nick-, solo que en un escenario moderno. Van Zandt le vio futuro y le prometió a Simon que si situaba la escena en la Segunda Guerra Mundial, la incluiría en su siguiente videojuego. Simon lo hizo y Van Zandt le pidió más. Entonces Simon creó las escenas de la Luger y la granada. Fue todo cuanto Van Zandt pudo incluir en Tras las líneas enemigas porque se le echaba encima la fecha del lanzamiento.