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– Uno de sus alumnos sacó el tema -dijo Vito, esforzándose por respirar-. ¿No fue ninguno de vosotros?

Ambos negaron con la cabeza.

– En el curso somos cuatro -explicó Marta-. No hemos encontrado a Bruce ni a John, por eso hemos venido los dos solos.

– John es el nombre que mencionó Sophie. John… -Vito cerró los ojos-. Trapper.

Jen suspiró.

– Vaya.

– ¿Sabéis dónde vive John? -preguntó Vito, pero ellos volvieron a negar con la cabeza-. ¿Y qué coche tiene?

– Una camioneta blanca -respondió Spandan de inmediato-. Acompañó a la doctora J el martes por la noche.

– Porque le habían estropeado la moto. -«Respira, piensa.» Entonces reparó en otro detalle-. Si es alumno del curso, tiene que pagar las cuotas de la universidad. -Se volvió hacia Brent.

El informático ya tecleaba.

– Estoy en ello. Me iría bien saber su número de estudiante.

– Solo sabemos el propio -dijo Spandan-. Pero seguro que en la biblioteca lo tienen. Para sacar libros, hace falta el número de estudiante.

– Llamaré a la biblioteca -se ofreció Brent-. Aunque seguramente hoy estará cerrada.

Maggy se levantó de la silla.

– A lo mejor a nuestros invitados les apetece tomar algo.

Jen arqueó las cejas y su mirada denotó que la había comprendido.

– Los acompañaré a la cafetería.

Marta sacudió la cabeza con gesto rotundo.

– No, yo no soy capaz de probar bocado.

– Quieren que nos vayamos -musitó Spandan. Miró a Vito-. Volveremos al campus. Por favor, avísennos en cuanto la encuentren.

Brent aguardó a que se hubieran marchado.

– La biblioteca está cerrada. ¿Quieres que busque el modo de entrar?

Jen alzó la mano.

– Espera. Liz, Beverly y Tim estuvieron investigando a John Trapper. Bev me dijo que según su historial médico va en silla de ruedas.

– Pero sabemos que Simon manipula los historiales -dijo Vito-. Si Bev y Tim han accedido al suyo, deben de saber el número de la Seguridad Social que ha estado utilizando. Si pagaba las cuotas universitarias, eso nos llevará hasta el banco.

– Los llamaré -decidió Jen, y ocupó el escritorio libre mientras Maggy López se le acercaba con expresión grave.

– He encontrado un nombre en el Servicio de Administración Tributaria. Vito, tiene que quedarte clara una cosa. Lo que estamos haciendo es ilegal, y los datos que encontremos por esta vía serán fruto del árbol prohibido. No podremos utilizarlos como pruebas. Si detienes a Simon Vartanian a partir de lo que encontremos ahora, podría salir impune aun habiendo cometido trece asesinatos.

Vito la miró a los ojos.

– Más vale que no sean catorce.

25

Sábado, 20 de enero, 22:30 horas

A Sophie le dolía todo el cuerpo. Tenía todos los músculos tensos hasta tal punto que le resultaba imposible dominar su voluntad y relajarse. Se había producido una explosión, tan fuerte que todavía notaba la vibración en los oídos y tan violenta que se habían desprendido piedras de las paredes. Había conseguido ahogar el grito antes de que este brotara de su garganta, pero era incapaz de disimular los movimientos reflejos debidos a la tensión. Si en aquel momento aparecía Simon Vartanian, vería que no estaba dormida.

Tenía que relajarse. Pensó en la música, en el «Che faro» de Vito. Recordó su mirada mientras cantaba para… Anna. «Anna. Quiero que vivas, abuela, por favor. Por favor, quiero que estés bien.»

Rezó por Anna. Rezó por que Simon hubiera muerto en aquella explosión.

Oyó crujir el techo; fue un crujido sonoro y prolongado que le encogió el corazón. Simon no estaba muerto. Caminaba por la planta superior. Rezó por que se quedara donde estaba, al menos hasta que las lágrimas que resbalaban de sus ojos cerrados se hubieran evaporado.

Sábado, 20 de enero, 23:45 horas

Liz estampó una caja sobre el escritorio de Vito.

– Creía haberte dicho que te marcharas a casa.

Vito miró con el entrecejo fruncido a Maggy, que seguía sentada frente al escritorio de Nick, y a Jen, que había acercado una silla a donde estaba Vito y se había sentado en ella con los pies apoyados en el borde de la mesa y el portátil sobre su regazo. Brent había adoptado una postura similar y los cables cruzaban por encima de sus piernas.

– Y vosotros tres, ¿qué? -los acusó Liz-. Lo estáis apoyando en contra de mis órdenes.

Jen se encogió de hombros.

– Ha traído rosquillas. -Señaló la caja con el dedo gordo del pie-. Toma una.

Nick entró con otra gran caja de pruebas.

– Anda, rosquillas. Estoy muerto de hambre.

Liz inspiró aire irritada, y si no fuera porque ya habían encontrado lo que buscaban, la situación no habría pintado nada bien.

– A ver, ¿qué está pasando aquí?

Vito levantó la cabeza de la pantalla del ordenador.

– Es ingeniero de redes.

Liz sacudió la cabeza para aclararse las ideas.

– ¿Que es qué? ¿Quién?

– Simon Vartanian es ingeniero de redes. -Vito recogió la hoja que acababa de salir de la impresora-. Hemos accedido a su información fiscal.

Liz frunció el entrecejo.

– ¿Cómo? ¿O es mejor que no lo sepa?

Jen se encogió de hombros.

– Brent ha mantenido una conversación amistosa con un colega, otro loco de la informática que resulta que trabaja en el Servicio de Administración Tributaria.

– Y que resulta que es amigo de un amigo de otro amigo -dijo Brent sonriéndole a Maggy-. Hemos encontrado el número de la Seguridad Social que Simon utilizó cuando se matriculó en el curso universitario de Sophie con el nombre de John Trapper. Paga las cuotas mediante cheques bancarios y en la cuenta constan varias imposiciones hechas durante el último año. Trapper tiene su propio negocio de instalación de redes informáticas.

Vito le entregó la hoja a Liz.

– John Trapper ha recibido 1099 solicitudes de veinte empresas en ese tiempo. -Miró a Liz con ironía-. Es un maldito consultor.

Vito podía ver las vueltas que Liz le estaba dando a la cabeza.

– Y no trabaja gratis -dedujo ella.

– No. -Vito sonrió con tristeza-. Ni por asomo.

– Vito se preguntaba de dónde podía estar sacando Simon tanto dinero -explicó Jen-. Ha recibido atención médica gracias a la póliza de Frasier Lewis, pero tiene que vivir en alguna parte, tiene un equipo informático que cuesta un riñón y dispone de dinero en efectivo para comprarle material a Kyle Lombard. Claire no tenía dinero, por lo que no pudo robárselo a ella, y tampoco le robó a sus padres. Así que ¿de qué vive?

– Ha decidido seguir la pista del dinero -musitó Nick con una rosquilla en la boca-. Bien pensado.

– Muy bien -admitió Liz-. Os sigo. ¿Qué hace exactamente un ingeniero de redes?

– Instalar redes -respondió Brent-. Conectar los ordenadores de una empresa entre sí y con otros sistemas. Todos estos ordenadores están conectados a la red del Departamento de Policía. Hay archivos guardados en servidores compartidos que puede ver todo aquel que tenga acceso, hay bases de datos que pueden consultarse si se tiene acceso. La clave está en tener acceso.

Liz tomó una rosquilla de la caja.

– Sigue hablando, Brent. De momento no me he perdido.

– Las empresas o instituciones grandes, como el Departamento de Policía de Filadelfia, disponen de un servicio informático propio para asegurarse de que todo el mundo pueda acceder a la información que necesita, a las cuentas de correo electrónico, etcétera. Pero es imprescindible asegurarse de que acceda a la información solo quien verdaderamente la necesita. Por ejemplo, todo el mundo puede bajarse los formularios para solicitar atención médica del servidor de Recursos Humanos, pero el encargado de distribuir el correo interno no tiene acceso al Sistema Automático de Identificación Dactilar. Jen sí que tiene acceso porque necesita identificar huellas dactilares.