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Patty Ann sonrió y Ted y Darla la miraron orgullosos. No era precisamente Broadway, pero Patty Ann por fin se había hecho un hueco en el mundillo y había visto su nombre escrito con luces de neón.

– La sala está dividida en tres secciones. En «La excavación» pueden ensuciarse las manos buscando objetos. Luego viene «El siglo xx», donde darán un paseo por los descubrimientos científicos y los acontecimientos culturales y políticos de la época y oirán los relatos de las personas que los vivieron. Por último «La libertad» es una exposición cambiante que destacará los testimonios de personas que tuvieron que pagar un alto precio por ella. La primera de estas exposiciones está dedicada a la Guerra Fría.

Miró a Yuri Petrovich Chertov.

– ¿Está listo?

Ella colocó con cuidado las tijeras en sus manos y luego les entregó a Ted y Darla las suyas.

– No sé cómo es capaz de aguantar el tipo -musitó Harry con voz ronca.

A Vito se le hizo un nudo en la garganta al pensar en lo que venía a continuación. Pero Sophie sonrió cuando Yuri y los Albright ocuparon sus puestos junto a la cinta roja que se extendía frente a la puerta de lo que once meses antes era un almacén vacío.

– Muy bien. -Sophie se acercó al micrófono-. Es un placer inaugurar la nueva sala del museo dedicada a la memoria de Anna Shubert Johannsen. -Retrocedió entre los centelleos de las cámaras para dar paso a quienes tenían que cortar la cinta. Había aceptado el empleo en el museo para pagar la residencia de Anna y ese empleo le había servido para superar la tristeza después de que Anna muriera mientras dormía, un mes después de que Simon Vartanian dañara su corazón sin remedio.

Katherine había declarado homicidio la muerte de Anna, y la lista de las víctimas de Simon había ascendido a diecinueve.

Según Vito, ni siquiera en el infierno Simon Vartanian ardería todo lo que se merecía.

Pero aquella no era la noche apropiada para sentirse triste. Sophie había abandonado la tarima y se había mezclado con la multitud buscando a Vito con la mirada. Reparó en los ojos empañados de Harry y le dirigió a Vito un gesto de asentimiento y una sonrisa antes de volverse a hablar con un periodista del Inquirer.

– Harry, tengo que acercarme ahí y asegurarme de que los aficionados al manoseo se estén quietecitos. ¿Podrías ir a por una bebida para Sophie? Creo que habrá pasado mucho calor con los focos.

Harry asintió y cobró ánimo.

– ¿Qué tomará? ¿Vino? ¿Champán?

– Agua -dijo Vito-. Solo bebe agua.

Harry entrecerró los ojos.

– ¿Solo agua? ¿Por qué?

– No puede tomar alcohol -dijo Vito y dejó que se le escapara una sonrisa-. No es bueno para el bebé.

Harry se volvió hacia Michael, que aún se enjugaba los ojos.

– ¿Tú lo sabías?

– Desde esta mañana. Ha pedido salmón ahumado para acompañar las rosquillas. Menuda combinación.

Vito sonrió.

– Papá ya está diseñando la cuna.

– La construirá Theo. -Michael miró complacido al chico que había hecho lo que ni Vito ni sus hermanos habían sido capaces de hacer: seguir con el oficio de su padre. A ninguno de los hijos se le daba nada bien trabajar la madera, sin embargo Theo Cuarto lo compensaba con creces.

– No es nada del otro mundo -musitó Theo.

– No es nada del otro mundo -repitió Michael en tono burlón-. Ya ha terminado una de las de Tess.

Después de dos años intentando concebir un hijo, Tess iba a tener gemelos. Vito no podía sentirse más feliz. Comenzaba la segunda generación de nietos Ciccotelli; más alegría para la familia.

Y para Vito esa era la mayor de las riquezas.

Agradecimientos

Muchas personas han contribuido a ampliar mis conocimientos mientras escribía este libro. A todos vosotros, mi más sincera gratitud.

A Danny Agan, por responder a todas mis preguntas sobre detectives y en particular por ayudar a mi héroe a localizar las cosas ocultas bajo tierra.

A Tim Bechtel, de Environscan Inc., por la información general y los detalles y cuestiones más técnicos sobre el radar de penetración terrestre.

A Niki Ciccotelli, por hacerme una descripción tan realista de lo que fue crecer en Filadelfia que me sentí como si yo misma me hubiese criado allí.

A Monty Clark, del Art Institute of Florida de Fort Lauderdale, por la inestimable y actualizada información sobre el diseño y los diseñadores de videojuegos.

A Marc Conterato, por todas las cuestiones médicas, y a Kay Conterato, por recortar todos esos artículos de periódico tan extremadamente útiles sobre los sistemas de seguridad informáticos y los hackers.

A Diana Fox, por un gran título.

A Carleton Hafer, por responder a mis preguntas sobre informática de forma que pudiera entenderlo todo con claridad.

A Linda Hafer, por la maravillosa introducción a la ópera y por abrirme la mente a un universo musical que nunca creí que pudiera gustarme pero que, de hecho, me encanta.

A Elaine Kriegh por sus gráficas descripciones de tumbas medievales.

A Sonie Lasker, mi senpai, por su demostración del manejo de armas y por enseñarme lo enriquecedoras que pueden resultar las artes marciales en el terreno personal. Domo arigato.

A Deana Seydel Rivera, por mostrarme Filadelfia… nada menos que tres días antes de su boda.

A Loretta Rogers, por su habilidad con las motocicletas. ¡Cómo me gustaría tener el valor de andar por ahí zumbando sobre dos ruedas!

A Sally Schoeneweiss y a Mary Pitkin, por mantener mi página web organizada, atractiva y funcional.

A mis asesores lingüísticos: Mary C. Turner y Anne Crowder, merci beaucoup; Bob Busch y Barbara Mulrine, spasiba; Kris Alice Hohls, danke, y Sarah Hafer, domo arigato.

A todos los amigos que han respondido a mis múltiples preguntas: Shari Anton, Terri Bolyard, Kathy Caskie, Sherrilyn Kenyon y Kelley St. John.

A mi editora, Karen Kosztolnyik, y a mi agente, Robin Rue, que han convertido esto en algo tan divertido.

Como siempre, cualquier error es exclusivamente mío.

Karen Rose

Karen Rose es una de las escritoras que se está ganando con mayor rapidez el favor de las lectoras y la crítica norteamericanas. Publicó su primer libro en 2003. Con el tercero, Alguien te observa, ganó el premio RITA a la mejor novela romántica con suspense que concede la Asociación de Autores de Novela Romántica de Estados Unidos, un galardón al que ha sido finalista en posteriores ocasiones.

Una sabia y equilibrada mezcla de intriga y pasión, unos personajes principales con carácter, unos secundarios bien perfilados y un suspense que atrapa hasta el final son el sello de las novelas de esta autora.

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