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Vito cerró los ojos y se esforzó por imaginarse la escena, tan horrible como era.

– Pero, Katherine, hay algo que no encaja. La forma en que su cabeza se partió indica que tenía que estar sentado. Si hubiera estado tumbado, el cráneo habría quedado aplastado, no partido. Si ese chico estaba en un estado tan lamentable antes de recibir el golpe del mangual… o lo que sea, ¿cómo es posible que se mantuviera erguido?

Los labios de Katherine dibujaron una fina línea.

– He encontrado restos de cuerda en la piel del torso. Creo que lo ataron para que mantuviera la posición vertical. Las marcas circulares también se aprecian en la cuerda.

Hubo un momento de silencio mientras todos digerían el último horror.

– ¿Qué has obtenido de la búsqueda en la base de datos de tupuedessermodelo.com, Tim?

– Unos cien nombres, más o menos, pero el hecho de que le quemaran los pies es un dato importante. Brittany Bellamy era modelo de manos y el asesino la hizo posar con ellas unidas. Warren llevaba un tatuaje de un Oscar y lo colocó como si sostuviera una espada. -Tim sacó un listado de su carpeta y empezó a examinarlo-. Hay tres que son modelos de pies. -Miró a Katherine-. ¿Qué talla de zapatos utilizaba la víctima?

– Un cuarenta y cuatro.

Tim hojeó las páginas con rapidez. De pronto se detuvo y se fijó en algo.

– Sí. -Volvió a mirar la hoja con expresión triunfante-. Solo hay uno que calce un cuarenta y cuatro. William Melville. Aparece como Bill. El año pasado hizo un anuncio de un espray para pies.

A Vito se le aceleró el pulso.

– Buen trabajo, Tim. Muy buen trabajo.

Tim asintió con seriedad. Luego miró a Katherine.

– Ya tiene nombre.

– Gracias -musitó ella-. Eso significa mucho.

– Tendremos que comprobarlo cuando terminemos la reunión -dijo Vito con denuedo-. Nick y yo nos encargaremos de buscar la dirección de Bill Melville y verificar los datos. Tim, me gustaría que Beverly y tú siguierais investigando la base de datos. Aún me interesa saber a quiénes intentó contratar el asesino sin conseguirlo. También quiero saber con quién se ha puesto en contacto últimamente. Tenemos que encontrarlo y detenerlo antes de que llene la fila.

– Cuando acabemos esto tenemos previsto reunirnos con Brent Yelton, del departamento de informática -explicó Beverly-. Nos ha dicho que intentaría obtener información desde la página de los usuarios pero que probablemente acabaría necesitando la ayuda de los administradores. -Hizo una mueca-. Y para eso nos hará falta una orden judicial.

– Si me proporcionáis toda la información necesaria me encargaré de conseguir la orden -se ofreció Liz.

– O sea que eligió a las tres últimas víctimas por alguna característica física -dijo Thomas con aire pensativo-. Gracias a la base de datos ha podido buscar las características que necesitaba. Lo de las poses implica cierta teatralidad, y los modelos están acostumbrados a posar delante de una cámara.

Nick frunció el entrecejo.

– ¿Es posible que el tipo se dedique a filmar todo eso?

– Es una idea. -Vito lo anotó en la pizarra-. Vamos a dejarlo así de momento. Sigamos. También están los ordenadores. El disco duro de Warren está destrozado, y el de la familia Bellamy también. Sin embargo Claire no tenía ordenador.

– Lo que significa que no se puso en contacto con ella a través de la red -observó Tim-. A menos que hubiera utilizado un ordenador público. Trabajaba en la biblioteca.

Vito suspiró.

– Será muy difícil rastrear una conexión a internet hecha desde un ordenador público quince meses atrás. Estamos en un callejón sin salida.

– ¿Qué has averiguado de la procedencia de los instrumentos que utiliza? -preguntó Nick-. ¿Han resultado de ayuda los contactos de Sophie?

– No mucho. -Vito se recostó en el asiento-. La cota de malla es de buena calidad. Un jubón con los agujeros de ese diámetro cuesta más de mil dólares.

– Joder -exclamó Nick-. Así que el tipo tiene pasta.

– Lo malo es que se puede comprar por internet, y está disponible en varias tiendas virtuales. -Vito se encogió de hombros-. Igual que la espada y el mangual. Será difícil rastrear una compra en particular, pero tenemos que intentarlo. Sophie me ha explicado que uno de sus profesores oyó que ha desaparecido una colección de instrumentos de tortura. Seguiré investigándolo mañana. La procedencia es europea, así que tendré que implicar a la Interpol.

– Eso nos hará perder más tiempo -se quejó Liz-. ¿No puedes pedirle a la arqueóloga que ahonde un poco más?

Jen se estremeció.

– No querrás que busque más tumbas, ¿verdad? -bromeó.

– Se lo preguntaré -se ofreció Vito. «Si cena conmigo esta noche.» Si no… Imaginaba que tendría que retirarse, pero no tenía claro que fuera capaz de hacerlo. Hacía mucho tiempo que ninguna mujer le atraía tanto; tal vez nadie le hubiera atraído así en la vida. «Por favor, Sophie, por favor; acude a la cita»-. Jen, ¿qué más has descubierto en el escenario del crimen?

– Nada. -Arqueó una ceja-. Pero eso ya es significativo. Todavía estamos examinando la tierra del interior de las tumbas, y tenemos para unos días. Sin embargo, echamos en falta una cosa.

– La tierra que extrajo de las fosas -adivinó Beverly, y Jen le dio un toque en la nariz.

– Hemos peinado el bosque entero y no hemos encontrado esa tierra.

– A lo mejor la esparció -apuntó Tim sin demasiado convencimiento.

– A lo mejor, pero eso supone mucho trabajo. Dieciséis tumbas implican una gran cantidad de tierra. Habría sido más fácil apilarla a un lado.

– O llevársela. Tiene un camión -dedujo Vito.

– O se lo han dejado. Es posible que podamos saber el modelo. Hemos encontrado una huella de neumático en el camino de acceso al campo. La están examinando en el laboratorio. -Los labios de Jen se curvaron hacia abajo mientras pensaba-. La carta de dimisión que los padres de Claire le entregaron a Bev y Tim es una copia. Necesitamos el original. ¿Quién lo tiene?

Sonó un móvil y todos miraron sus aparatos al instante. Katherine alzó el suyo.

– Es el mío -anunció-. Perdonadme. -Se puso en pie y se acercó a la ventana.

– La carta está en la biblioteca donde trabajaba Claire -dijo Tim-. Ya la hemos solicitado, pero nos han dicho que tenían que seguir el protocolo. Esperan tenerla allí mañana.

Jen sonrió abiertamente.

– Muy bien. A ver si conseguimos alguna huella decente.

Katherine cerró el móvil de golpe y se volvió hacia el grupo. Los ojos volvían a brillarle.

– ¿Sabéis el lubricante de silicona que encontrasteis con las cosas de Claire?

– El que utilizaba para la pierna ortopédica -dijo Vito con prudencia-. ¿Qué pasa?

– Es igual que el de la muestra que tomé del alambre de las manos de Brittany.

Vito dio una palmada en la mesa.

– Excelente.

– Pero -empezó Katherine con énfasis-… no concuerda con la muestra que tomé de Warren. El lubricante que encontré en las manos de Warren tiene una fórmula muy parecida pero no exacta. Desde el laboratorio han llamado al fabricante, y este les ha explicado que tienen dos fórmulas básicas pero que suelen preparar mezclas especiales para clientes alérgicos.

Vito miró la mesa mientras procesaba la información.

– O sea que el lubricante de las manos de Warren es especial. -Levantó la cabeza-. ¿Claire también compraba una mezcla especial?

Katherine arqueó las cejas.

– Según el registro del fabricante no.

– O sea que es de otra persona -dedujo Beverly.

– Pudo haberlo comprado en otro sitio, o tal vez se lo compró alguien -advirtió Liz-. No deis nada por sentado si no lo sabéis seguro.

Katherine asintió.

– Tienes razón. Según el fabricante, las recetas las firmaba un tal doctor Pfeiffer. Podéis preguntarle a él si Claire utilizaba algún lubricante especial. Si dice que no, o bien utilizó el lubricante de otra persona o bien es del asesino.