– Hemos tenido todo tipo de problemas de buena mañana, Jen. ¿A cuál de ellos te refieres?
– No hay rosquillas. ¿Qué clase de reunión es esta?
– Jen tiene razón, Vito. ¿Qué clase de reunión piensas empezar sin rosquillas?
– Tú nunca traes comida -le dijo Vito a Liz, y ella hizo una mueca.
– Yo no, pero tú la trajiste el primer día. La primera norma para ser un buen jefe de equipo es no sentar un precedente que no piensas mantener.
Vito miró alrededor de la mesa.
– ¿Alguna petición más?
Liz lo miró con expresión divertida. Katherine estaba impaciente. Bev y Tim parecían cansados. Jen se limitó a ponerle mala cara.
– Eres un roñoso -masculló, y Vito alzó los ojos en señal de exasperación.
– Hemos confirmado que tenemos otra víctima. Bill Melville es la víctima tres-uno. Lo he añadido a la tabla. También tenemos un nombre: E. Munch. Nick lo introdujo anoche en el ordenador, después de volver de casa de Melville, pero no encontró nada.
– No es probable que el asesino utilice su nombre verdadero -observó Jen-. Pero te apuesto unos cuantos… donuts -enfatizó, mirándolo con intención- a que ese nombre significa algo.
– Puede que tengas razón. ¿Algún comentario, al margen de la alusión a la comida?
A Jen se le escapaba la risa.
– Muy gracioso, Chick. Le daré unas cuantas vueltas.
– Gracias. -Se volvió hacia Katherine-. ¿Qué nuevas traes tú?
– Anoche realizamos la autopsia a la pareja de ancianos de la segunda fila pero no encontramos nada que sirva para identificarlos. De todos modos, Tino hizo los retratos. Mi ayudante me ha dicho que no salió del depósito hasta pasada la medianoche.
Vito se sintió muy agradecido a su hermano, que no había dudado ni un instante en meterse hasta el cuello en el asunto para ayudarlos. Cuando todo hubiera terminado, buscaría la manera de compensárselo.
– Sí. Compararemos sus dibujos con los archivos de personas desaparecidas. -Vito extrajo de su carpeta copias de los retratos que había encontrado sobre su escritorio esa misma mañana y se las tendió a Liz-. Esto es lo que ha dibujado Tino. Ha realizado unos cuantos retratos de la mujer, con peinados distintos. Es difícil hacerse una idea de su aspecto sin saber cómo tenía el pelo.
– Ahora voy yo -dijo Jen-. Anoche obtuvimos dos datos más. En primer lugar, sabemos de qué vehículo es la huella de neumático que encontramos en el escenario del crimen el primer día. Nuestro hombre tiene una Ford F150, igual que la tuya, Vito.
– Fantástico -masculló Vito-. Me hace mucha ilusión tener algo en común con un psicópata asesino. Se lo comunicaremos a todas las unidades. Es difícil que resulte bien, pero por tener los ojos abiertos no perdemos nada. ¿Habéis encontrado alguna huella dactilar junto con la del neumático?
– Nada que podamos utilizar. Lo siento. Lo segundo que sabemos es que la granada que extrajimos del vientre de la última víctima de la primera fila es una MK2 fabricada antes de 1945. Es casi imposible seguirle la pista, pero al menos tenemos una pieza más del rompecabezas. Ese tipo utiliza material auténtico.
– Hablando de material auténtico…
Vito les informó de las pesquisas que el día anterior había hecho Sophie.
– Tenemos un posible informador sobre lo de los instrumentos medievales. Pensaba avisar a la Interpol antes de hablar con el médico de Claire Reynolds y con el personal de la biblioteca donde trabajaba. Además, tengo que localizar a los padres de Bill Melville. Aún no saben que está muerto.
– Déjame a mí la Interpol -se ofreció Liz-. Tú encárgate de hablar con el médico y con los padres.
– Gracias. -Vito miró a Bev y Tim-. Estáis muy callados, chicos.
– Estamos cansados -dijo Tim-. Nos hemos pasado casi toda la noche comprobando datos con los propietarios de tupuedessermodelo.com. Hasta que han intervenido los abogados.
– Mierda -masculló Vito.
– Sí. -Tim se pasó las palmas de las manos por la barba incipiente-. Los propietarios querían colaborar, pero los abogados les han dicho que tienen una cláusula de privacidad con los usuarios. Así que la cosa irá lenta. A las tres de la madrugada nos hemos marchado a casa a dormir.
– Los propietarios tienen que ponerse en contacto con todos los usuarios que recibieron algún e-mail, antes de que nosotros podamos hablar con ellos -explicó Bev con un suspiro-. Se supone que tendremos una conferencia dentro de una hora.
Vito tampoco se había acostado hasta las tres; claro que sus motivos eran muy distintos y estaba casi seguro de sus compañeros no lo compadecerían en absoluto.
– Katherine, ¿qué harás ahora?
– Le practicaré la autopsia a los últimos cuatro cadáveres. ¿Queréis que empiece por alguno en particular? ¿La anciana, la joven, el de la bala o el de la granada?
– Empieza con Claire Reynolds. Iré a verte en cuanto haya hablado con su médico. Luego encárgate de la anciana, su cadáver es el que no encaja con el resto. -Vito se puso en pie-. Por esta mañana hemos terminado. Nos encontraremos de nuevo a las cinco de la tarde. Cuidaos.
Miércoles, 17 de enero, 9:05 horas
Había muerto. La anciana señora Winchester había muerto. Se recostó en el asiento y miró con atención la pantalla del ordenador. Había muerto y le había dejado la propiedad a su sobrino, que tenía casi la misma edad que ella. A saber quién habría encontrado los cadáveres. Sin embargo, al enterarse de que estaba muerta las cosas cobraban sentido. Si su sobrino había pensado en vender el terreno, era lógico que alguien lo inspeccionara. O tal vez ya lo hubiera vendido y el nuevo propietario quisiera construir en él.
Era posible que hubieran encontrado los cadáveres de esa forma. Daba por sentado que la policía los había descubierto todos. Tan solo uno podía ser identificado por las huellas dactilares, y las había eliminado. En cuanto a los demás… La policía tardaría semanas enteras en descubrir algo, si es que lo hacía; eran tan torpes que ni siquiera serían capaces de agarrarse su propio trasero a oscuras.
Ya se sentía mejor. Sin embargo, aún quedaban cabos sueltos. Uno de los cadáveres enterrados era el del joven Webber, y de algún modo Derek había obtenido una fotografía suya. Ese mismo día se encargaría de Derek. Tenía que…
Sonó su móvil y automáticamente miró la pantalla. Era su… anticuario; no se le ocurría un nombre mejor.
– Sí -dijo-. ¿Qué tiene para mí esta vez?
– ¿Qué demonios ha hecho? -fue la airada respuesta.
Él también empezaba a echar chispas.
– ¿De qué me habla?
– De una silla inquisitorial. Y de la policía.
Abrió la boca para responder, pero de ella no brotó ni una palabra. Recobró la calma enseguida.
– Sinceramente, no tengo ni idea de lo que me habla.
– La policía ha encontrado una silla. -Subrayó adrede cada una de las palabras-. La tienen en su poder.
– Pues mía no es. La mía sigue con el resto de mi colección, la he visto esta misma mañana.
Al otro lado de la línea hubo una pausa.
– ¿Está seguro?
– Claro que estoy seguro. ¿De qué va todo esto?
– Un policía vino ayer a hacerme unas cuantas preguntas. Andaba buscando objetos robados y ventas hechas en el mercado negro. Me dijo que tenía una silla con clavos, muchos clavos. Era de homicidios.
El corazón empezó a acelerársele por segunda vez ese mismo día, pero conservó la serenidad. Sabía que la policía había encontrado las tumbas; sin embargo, no esperaba que establecieran la conexión entre el cadáver de Brittany y la silla inquisitorial. Imprimió a su voz suficiente desconcierto para resultar creíble.