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– ¿Él es el director artístico? -preguntó Jen con incredulidad-. No parece lo bastante corpulento para ser el asesino.

– Harrington diseñó el dragón alado -dijo Brent-. Es muy bueno dibujando personajes infantiles y vistosos dragones, pero sus caras no valen nada. Él no puede haber creado esas escenas.

– Quizá conoce a quien lo hizo -sugirió Nick con gravedad.

– Tienen la sede en Nueva York -dijo Vito-. Me parece que cuando terminemos la reunión nos espera un viajecito. Muéstrales el comunicado de prensa, Brent.

Brent accionó el ratón del ordenador y se recostó en su asiento.

– Ahí está.

– «oRo anuncia su próximo lanzamiento en la feria del videojuego de Nueva York -leyó Liz en voz alta-. "Tras las líneas enemigas sigue superando las ventas previstas", declaró el presidente de la compañía, Jager Van Zandt, a la salida de la presentación con aforo completo de su rompedor videojuego. "El inquisidor es la novedad en la que hemos puesto todo nuestro empeño; se trata de un juego ambientado en la Edad Media en el que aparecen espadas, brujas y justicieros. Lo más destacable es la mazmorra. En ella los jugadores ganan puntos extras por la originalidad y la efectividad con que usan las armas de que disponen."»

Liz soltó un resoplido de enojo que consiguió dominar.

– Hay que encontrar a esos tíos y aplastarlos como si fueran gusanos.

Vito sonrió con orgullo.

– Será un placer.

– ¿Cómo te has enterado de todas esas cosas sobre oRo? -le preguntó Jen a Brent.

– Soy aficionado a los videojuegos desde hace tiempo, así que estoy al día de las novedades. Mi hermano pequeño sí que es un crack. Estudia en Carnegie Mellon y cursa la especialidad de diseño de videojuegos.

Liz lo miró atónita.

– ¿Existe una especialidad de diseño de videojuegos?

– Es una de las más solicitadas. Mi hermano y yo hemos estado investigando las empresas del sector porque termina la carrera el año próximo y busca vacantes para enviar su currículum. Con el éxito de Tras las líneas enemigas, ha colocado a oRo la primera de la lista porque están buscando personal.

– ¿Tu hermano crea dibujos animados por ordenador? -preguntó Vito.

– No. Su especialidad es la física para videojuegos. Estudia cómo conseguir que los personajes se muevan con fluidez; que, por cierto, también es la especialidad de Jager. Sin embargo el año pasado Jager debió de reconocer que su técnica fallaba porque contrató a un gran experto que trabajaba para otra empresa. Siempre controlo las oportunidades de invertir en el sector. Corre el rumor de que pronto oRo pondrá a la venta acciones en el mercado bursátil, pero ahora no están a mi alcance.

– Cuando arrestemos a esos tíos la empresa no valdrá nada -dijo Liz-. Perderías hasta la camisa.

– Eso será si tanto Harrington como Van Zandt están implicados. Si solo lo está uno, las acciones se dispararán. Con el dinero que me dieran podría jubilarme a los cuarenta, pero no tendría la conciencia tranquila. -Extrajo el CD del ordenador-. Han matado a gente por esto; no puedo lucrarme a costa de una cosa así.

Eso los dejó a todos en silencio unos instantes. Luego Vito se irguió.

– No podemos permitir que nadie se lucre a costa de una cosa así, de modo que será mejor que nos pongamos en marcha. Sobre las diez espero a la modelo que no ha respondido al e-mail de Munch. Liz, ¿puedes atenderla tú? Nosotros nos vamos a Nueva York. Dile que se esté calladita y que ni se acerque a su correo electrónico.

Liz sacudió la cabeza.

– A las diez tengo una conferencia de prensa y tanto antes como después hay previstas reuniones con los jefazos.

– Ya me encargo yo -se ofreció Brent-. No pienso lucrarme con oRo, pero tampoco le haré ascos a una modelo. Además, ya hablé con ella ayer. Estaba con Bev y Tim.

Liz soltó una risita.

– Tu conducta es digna de alabanza, Brent. De todos modos, me pregunto por qué todas las víctimas son de Filadelfia si Harrington y Van Zandt viven en Nueva York.

– Ni Harrington ni Van Zandt tienen la capacidad de hacer una cosa así -observó Brent-. Lo habrá hecho alguien que trabaja para ellos, y no por fuerza tiene que hacerlo desde la propia sede de la empresa. -Tomó la caja del CD-. ¿Cómo te las has arreglado para conseguir una copia del juego en plena noche, Vito? La gente las guarda como oro en paño hasta que la empresa ponga a la venta más.

– Un compañero de estudios de mi sobrino trajo el juego a mi casa el martes por la tarde. Anoche sus padres lo descubrieron y se lo confiscaron. Me lo han entregado de mil amores. No lo querían en casa porque tienen hijos más pequeños y no quieren que lo vean.

Liz frunció el entrecejo.

– No debería filtrarse información del caso, Vito.

– El padre del chico es un reverendo. Me parece que él es el primer interesado en que no se sepa a qué juega su hijo.

Ella asintió.

– Muy bien. No quisiera que «Jogger» se oliera que lo estamos investigando y desapareciera del mapa. Mientras llegáis, le comunicaré a la policía de Nueva York que vais hacia allí. A lo mejor nos ahorran un poco de tiempo si necesitamos una orden de registro. Les diré que se pongan en contacto directamente contigo, Vito. Nick, ¿habéis terminado con el caso Siever? ¿No hay más pistas?

– Yo ya estoy listo. No creo que López tenga que volver a llamarme a declarar.

– De todos modos, la avisaré. -Liz dio una palmada-. Vamos, no os quedéis ahí plantados. En marcha.

18

Jueves, 18 de enero, 8:15 horas

Sophie suspiró agradecida cuando Vito entró en la oficina. Al verlo, un impulso eléctrico recorrió todos los nervios de su cuerpo.

Él le sonrió al cruzar la sala acompañado de Nick.

– ¿Ya no estás enfadada conmigo?

– Bah, sobreviviré. A fin de cuentas supongo que de eso se trata. -Era lo bastante inteligente para claudicar sin discutir-. ¿Adónde vais? -añadió cuando él se puso el abrigo.

– A Nueva York -respondió Vito-. Es por lo del juego. -Depositó el CD en el escritorio y ella lo cogió al punto-. Trátalo con cuidado. Brent dice que es de oro.

Ella ladeó la cabeza al leer la parte trasera de la funda.

– Claro, es el nombre de la empresa.

Nick la estaba observando.

– Lo que quiere decir Brent es que el juego ha volado de las tiendas.

– Mira, yo de estas cosas no tengo ni idea, pero la empresa se llama «oRo», que tanto en español como en italiano se refiere al metal precioso. -Sophie aguzó la vista-. Esperad, es un acrónimo. Debajo del logo hay unas palabras escritas con letra muy pequeña, demasiado. ¿Tenéis una imagen del logo más grande?

Vito conectó su ordenador y entró en la página web de la empresa. Cuando el dragón emprendió el vuelo, Sophie se acercó a la pantalla.

– Eso no es ni español ni italiano. Es holandés.

– Lógico -dijo Vito-. El presidente de la compañía es holandés. ¿Qué significa?

– La «R» es de rijkdom, que significa riqueza. La primera «o» es de onderhoud, que significa… entretenimiento o diversión. Y la segunda «o»… -Entrecerró los ojos-. Overtreffen. Superarse, mejorar. -Miró a Vito-. O tal vez trascender, llegar más alto.

– La «R» es la letra más grande -observó Vito-. Ya sabemos cuál es la prioridad de oRo.

– ¿Cuánto tiempo estarás fuera? -le preguntó Sophie.