2 La escena. El canal Baili, un canal pequeño que desemboca en el río Suzhou, a unos quince kilómetros al oeste de la fábrica de papel de Shanghai. Para ser más precisos, un afluente muerto del río sobre el que cuelgan arbustos y hierbajos. Años atrás, fue elegido como sitio para una planta química, aunque posteriormente el plan del gobierno fue desestimado. En un lado hay una especie de cementerio con varias tumbas desperdigadas. Es un canal de difícil acceso, ya sea por agua o por tierra. No hay recorrido de autobuses. Según los habitantes locales, pocas personas acuden allí a pescar.
3 Los testigos. Gao Ziling, capitán del Vanguardia, del Departamento de Seguridad Fluvial de Shanghai. Liu Guoliang, antiguo compañero de instituto de Gao, ingeniero nuclear en Qinghai. Los dos son miembros del Partido, careciendo de antecedentes penales.
4. Posible causa de la muerte. Estrangulamiento y agresión sexual».
Al acabar de leer el informe, el inspector jefe Chen encendió un cigarrillo y permaneció un rato sentado. Con las volutas de humo brotaron dos posibilidades: o la mujer había sido violada y asesinada en una embarcación y luego lanzada al canal, o el crimen se había perpetrado en otro lugar y el cuerpo había sido llevado hasta allí.
La primera hipótesis no le parecía demasiado plausible. Sería sumamente difícil, cuando no imposible, que el asesino cometiera el crimen en la embarcación, en compañía de otros pasajeros. Y si estaban los dos solos en el barco, ¿qué sentido tendría ocultar el cuerpo en una bolsa de plástico? El canal estaba muy aislado, y lo más probable era que el crimen se hubiese cometido durante la noche, por lo cual no habría sido necesario envolver el cuerpo. En la segunda hipótesis quizá encajaba la bolsa de plástico, pero entonces el asesinato podría haberse perpetrado en cualquier lugar.
Chen echó una nueva mirada en el despacho grande y vio que el inspector Yu había vuelto a su mesa y que bebía una taza de té. Con un gesto mecánico buscó el termo en el suelo. Todavía quedaba agua, no haría falta bajar al calentador colectivo. Marcó la extensión de Yu.
– Inspector Yu Guangming, venga a mi despacho. Yu se presentó en la puerta en menos de un minuto. Era un hombre alto de cuarenta y pocos años, de constitución mediana, con el rostro curtido y la mirada profunda y penetrante. Sostenía una carpeta de color marrón en la mano.
– Habrá tenido que trabajar mucho anoche -dijo Chen ofreciendo una taza de té a su ayudante-. Un trabajo bien hecho. Acabo de leer su informe.
– Gracias.
– ¿Alguna novedad sobre el caso?
– No, todo está en el informe.
– ¿Y por el lado de la lista de personas desaparecidas?
– No hay nadie que corresponda a su descripción -Yu le entregó la carpeta-. Han revelado algunas fotos. No puede haber estado mucho tiempo en el agua. Calculo que no han sido más de veinte horas.
Chen miró las fotos. Eran imágenes de la mujer muerta en la orilla, desnuda o parcialmente tapada. Había varios primeros planos. El último de la cara, en el depósito, con el resto del cuerpo tapado con una sábana blanca.
– ¿Qué opina? -preguntó Yu soplando suavemente en su taza de té-.
– Un par de hipótesis. Nada concreto hasta que acaben los forenses.
– Sí, el informe de la autopsia llegará por la tarde.
– ¿Cree que podría ser alguien de algún pueblo de los alrededores?
– No, no lo creo. He llamado a los Comités de los pueblos de la región. No han informado de nadie desaparecido.
– ¿Y el asesino?
– No, tampoco hay muchas probabilidades. Como dice el refrán «El conejo no come cerca de su madriguera», pero quizá conozca bien la zona del canal.
– Entonces, hay dos posibilidades -dijo Chen-.
Yu escuchó el análisis del inspector jefe sin interrumpir.
– En cuanto a la primera, me parece poco probable -señaló cuando Chen terminó-.
– Sin embargo, el asesino no hubiera podido llevar el cuerpo hasta el canal si no dispusiera de un medio de transporte -aventuró Chen-.
– Puede que se trate de un taxista. Hemos tenido casos parecidos. El caso de Pan Wanren, ¿lo recuerda? Violada y asesinada. Una gran similitud, salvo que el cuerpo fue abandonado en un arrozal. El asesino confesó que no tenía intención de matarla, pero que le entró pánico al pensar que la víctima pudiera identificarlo por su coche.
– Sí, lo recuerdo. No obstante, si el asesino violó a esta chica en el coche, ¿por qué se habría dado el trabajo de ocultar el cuerpo en una bolsa de plástico?
– Tenía que ir en coche hasta el canal.
– Le hubiera bastado esconderla en el maletero.
– A lo mejor tenía la bolsa en el coche.
– Quizá.
– Cuando asesinan a una mujer después de violarla -Yu se cruzó de piernas-, el móvil del crimen no suele ser otro que el deseo del violador de ocultar su identidad. La víctima podría identificarlo a él o al coche. De modo que la hipótesis del taxista es válida.
– También puede que el asesino fuese un conocido de la víctima -siguió Chen mientras estudiaba la fotografía que tenía en la mesa-. Al abandonar el cuerpo en el canal, sería complicado relacionar la desaparición con el asesino, lo cual podría explicar lo de la bolsa: disimular el cuerpo cuando lo metió en el coche.
– Sí, pero no hay mucha gente que tenga coche propio, excepto los cuadros superiores. Y nadie le pediría a su chofer que lo ayudase en una misión como ésa.
– Es verdad, no hay muchos coches privados en Shanghai, pero el parque aumenta rápidamente. No podemos descartarlo.
– Si el asesino conocía a la víctima, la primera pregunta que tenemos que hacernos es por qué. Una relación secreta con un hombre casado. Hemos visto casos así, aunque casi sin excepción, la mujer estaba embarazada. He llamado al doctor Xia temprano por la mañana y lo ha descartado -Yu encendió un cigarrillo sin ofrecerle ninguno-. Con todo, su teoría sigue siendo plausible, y si es así, lo más probable es que no podamos hacer nada hasta conocer la identidad de la víctima.
– Entonces, según su teoría, ¿cree que deberíamos empezar por comprobar el servicio de taxis?
– Podríamos, pero no será fácil. La situación ya no es como hace diez años, cuando apenas había taxis en Shanghai -explicó Yu-. Uno podía pasarse horas esperando en la calle sin conseguir pillar uno. Ahora quién sabe cuántos hay. Están por todas partes y no dejan de ir de un lado a otro, como las langostas. Seguro que son más de diez mil, sin contar los taxistas que trabajan por cuenta propia, que deben de ser otros tres mil.
– Sí, son muchos.
– Hay otra cosa, y es que ni siquiera estamos seguros de que la chica fuera de Shanghai. ¿Y si viniese de otra provincia? En ese caso tardaremos todavía más en averiguar su identidad.
El aire en el despacho se había vuelto espeso con el humo.
– Entonces, ¿qué cree que deberíamos hacer? -preguntó Chen mientras abría la ventana-.
El inspector Yu esperó un momento y preguntó a su vez:
– ¿Tenemos que ocuparnos de este caso?
– Es una buena pregunta.
– Respondí a la llamada porque no había nadie más en el despacho y porque no pude encontrarlo a usted. Pero sólo somos la brigada de asuntos especiales.
Era cierto. La brigada no tenía que ocuparse de un caso hasta que éste fuera declarado especial por el Departamento. La solicitud podía provenir desde otra provincia o desde otra brigada, aunque en la mayoría de los casos se debía a motivos políticos no declarados. Por ejemplo, una redada en una librería privada que vendía cds pornográficos no sería una tarea difícil ni especial para un policía, si bien llamaría demasiado la atención y daría pie a varios titulares de prensa. En otras palabras, se consideraba que un caso era especial cuando el Departamento tenía que adecuar sus objetivos a ciertas obligaciones políticas. La investigación sobre una mujer desconocida descubierta en un pequeño canal remoto seguramente pasaría a la brigada de homicidios sexuales, a la que, en principio, correspondía.