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– Llámala y pregúntale por qué te está mintiendo.

– Ya se lo he preguntado y no me lo va a decir.

– Mauri, Leslie no tiene que darte explicaciones de todo lo que piensa. Llámala de todos modos.

– No.

– Venga.

– Vete a la mierda, Liam, no sabes nada de lo que está pasando.

– Pero si ha sido tu mejor amiga. No le importará que dejes el trabajo. Sólo díselo. Siempre ha sido una amiga leal.

Liam tenía razón. Leslie había estado a su lado en el hospital, fue ella quien la ayudó después de la muerte de Douglas, quien la acompañó en su aventura de atacar a Angus, a pesar de que estaba muerta de miedo y quería irse. Había dado la cara por Maureen cientos de veces y ahora, cuando le tocaba a ella dar la cara, no hacía lo mismo. Era una persona vulgar e insensible.

– Que no, joder. -Metió la cabeza entre las rodillas-. Me he vuelto a equivocar.

Levantó la cara, en busca de palabras de confort, pero Liam estaba asintiendo con la cabeza. Se levantó del sillón y se fue hacia el recibidor, encendió la luz y marcó el número de Leslie. Liam la siguió, con el cenicero en la mano para poder seguir fumándose su porro. El teléfono dio señal. Sonó ocho veces. Maureen conocía todos los rincones del pequeño apartamento de Leslie. Nada estaba tan lejos como para que el teléfono sonase ocho veces. Triste, Maureen estaba a punto de colgar cuando Leslie cogió el teléfono.

– ¿Diga?

Maureen volvió a ponerse el auricular en la oreja.

– ¿Leslie?

– ¿Sí? -dijo muy seria. Maureen no sabía qué decir.

– ¿Leslie? ¿Estás bien?

Leslie suspiró fuerte al otro lado de la línea.

– Siento llamarte -dijo Maureen, preparándose para una mala respuesta. Se sintió como cuando Vik estaba en el rellano. Miró en vano a Liam, que le guiñó el ojo y levantó los pulgares. Estaba completamente colocado, no se estaba enterando de nada.

– Mauri, escucha… -empezó a decir Leslie-. Esta noche ha… Ann está muerta.

– ¿Ann está qué? -balbuceó Maureen.

– Está muerta -dijo Leslie, atragantándose con las palabras, y Maureen de repente se dio cuenta de que Leslie sonaba rara porque había estado llorando-. La encontraron en Londres, en el río.

Maureen se acordó de la pegatina de la British Airways en la bolsa de Jimmy. No, no podía haber sido Jimmy.

– ¿Sospechan que se trata de un crimen? -dijo. Liam rió y se apoyó en la pared.

– ¿Quién se está riendo ahí? -dijo Leslie, con recelo.

– Es Liam -dijo Maureen, dándole una patada en la espinilla y girándose-. Ha estado fumando. Yo estoy algo deprimida, Leslie, siento lo que te dije. Soy una mala amiga.

– Bueno. No importa… Vete a la cama, Mauri.

– Lo siento -dijo Mauri.

– Hablaremos de esto más tarde. -Leslie respiró fuerte.

– ¿Qué le pasó a Ann? ¿Se suicidó?

– Le pasaron muchas cosas. La torturaron y la mataron, la pusieron en un colchón y la tiraron al río.

– Por Dios -dijo Maureen.

Se quedaron calladas. Maureen intentó aclararse la cabeza y encontrar algo apropiado que decir.

– ¿Fueron los usureros de Finneston? -preguntó.

– La verdad es que no lo sé.

Se volvieron a callar.

– Leslie, ¿qué es Ann para ti?

Leslie volvió a respirar.

– Jimmy es… -Empezó a llorar-. Es mi primo -dijo, y de repente Maureen lo entendió todo.

Leslie había pedido que pusieran a Ann en su casa de acogida porque se sentía responsable. Debía saber que a Maureen no le pasaría nada si iba y hablaba con él, y después de años de recoger los escombros de los malos tratos de otros hombres, estaría demasiado avergonzada como para admitir que él era familia suya.

– Leslie, yo no creo que él le pegase.

Leslie estaba al otro lado sollozando.

– Te lo iba a contar -dijo, haciendo pausas para respirar-. No quiero pelearme contigo, Mauri…

Maureen la interrumpió.

– Leslie, no te quedes sola -dijo-. Ven aquí. Tenemos un montón de whisky y Liam ha traído un paquete de opio del tamaño de su pie.

Leslie volvió a respirar de un golpe seco.

– Estaré… Estaré ahí en media hora -dijo, y colgó.

14. La torre

Leslie estaba sentada en el suelo con las piernas cruzadas, con unos cuantos de los pañuelos que Maureen le había robado a Katia en una mano y un whisky en la otra. Se sonó.

– ¿Has visto las fotos del CCC?

Maureen negó con la cabeza.

– Dios -suspiró Leslie-. Tenía la entrepierna cosida a patadas.

– Escuchad, escuchad. -Liam, emocionado con algo, les hacía gestos para que se callaran y las miraba a las dos, parpadeando como un idiota con los ojos rojos-. Escuchad. Una idea genial. ¿Quién se apunta a un pollo al curry?

– Dios -dijo Leslie-. ¿Puedes decirle que se calle?

Encendieron la televisión para entretenerlo y Liam miró el telediario de la noche, inclinando la cabeza a derecha y a izquierda, intentando hacer algo interesante con todos aquellos hombres poderosos hablando entre ellos.

– Cuando me enfrento a esto cada día -continuó Leslie-, siempre busco a alguien a quien echar la culpa; sólo para encontrarle algún sentido, porque se podía haber evitado, porque no tenía por qué ocurrir, y siempre llegaba a la misma conclusión: las familias. Sus familias podían haber hecho algo, joder. Y entonces le toca a mi familia y ni siquiera estábamos en contacto con él. Isa se moriría si supiera que la han asesinado.

– ¿Conocéis a alguien más que haya sido asesinado? -Sonrió Liam, drogado hasta las cejas y entrando y saliendo de la conversación sin avisar. Ellas se lo quedaron mirando-. Me voy a mantener alejado de vosotras. Traéis mala suerte.

Leslie respiró fuerte y frunció el ceño ante su comentario. Maureen la cogió del brazo.

– ¿Cómo puedes estar segura de que no fueron los tipos duros de su edificio?

– Venga ya, Mauri, Londres está lleno de gente de Glasgow que huye de sus problemas. Debía algo de dinero, eso es todo.

– Quizá debía más de lo que nos imaginamos.

– Ya. Quizás. Quizás. -Leslie se tomó un largo trago de whisky y suspiró ante la sensación de un bienestar violento-. La policía será muy dura con Jimmy. Dios, me sorprendería si sale con vida de un interrogatorio.

– ¿Porqué?-dijo Maureen.

– Tú no has visto las fotos. La reventaron a golpes. -Se dejó caer en el sofá.

Maureen estaba sentada, avergonzada de sí misma, sin saber si decírselo a Leslie o no.

– Las tengo yo -dijo de repente.

– ¿Qué tienes?

– Tengo las fotos.

– ¿Por qué?

– Las robé -murmuró.

Leslie se incorporó.

– ¿Para proteger a Jimmy? Maureen, si fue él quien le pegó, tienen que encerrarlo.

– Pero no fue él. ¿Están seguros de que la mataron ayer?

– Han dicho que llevaba una semana en el río.

– Tú también sabías que no estaba muerta. Esperar no es lo mismo que saber, Mauri. -Leslie puso la cabeza entre las manos-. Dios, si va a la cárcel Isa se quedará con los crios. No está bien, eso la matará.

– ¿Y no le puedes decir que no lo haga?

Leslie chasqueó la lengua y movió los ojos rojos.

– ¿Puedes decirle a tu madre que haga algo? De todos modos, Isa siente algo especial por Jimmy. No lo va a abandonar esta vez.

– Leslie, hoy he dejado Hogar Seguro. No quiero volver -vio la consternación en la cara de Leslie y añadió-, durante una temporada. ¿Estás enfadada?

– No, lo entiendo. Para ti sólo es un trabajo de oficina. Al menos yo trabajo sobre el terreno. -Cogió el hombro de Maureen entre las manos y, antes de soltarlo, lo apretó un poco-. Escucha, tengo un par de días libres, ¿quieres que vayamos por ahí a investigar acerca de Ann? ¿A ver qué descubrimos?

– Vale -sonrió Maureen.