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– Mamá, por favor, ven y siéntate.

Sin embargo, Isa estaba llorando en silencio. Leslie se levantó y fue hacia ella, la rodeó con el brazo por los hombros, le quitó el trapo de la mano y lo dejó en la encimera.

– Mamá -dijo, con dulzura-, ¿por qué todavía te avergüenzas de Billy? Él no tuvo la decencia de avergonzarse ni de sí mismo. -Isa agitó la cabeza-. Ven y siéntate.

– No quiero -le susurró Isa.

– Mamá, si no pensamos en algo, Jimmy irá a la cárcel y los asistentes sociales se harán cargo de sus cuatro hijos.

– Yo los cuidaré -dijo Isa, casi gritando.

– Nunca te los darían -insistió Leslie;-. No estás en condiciones y ni siquiera te conocen. Pueden quedarse con la familia de Ann.

– Yo los cuidaré.

– Mamá, ven y siéntate, cuéntale la historia a Maureen. A ella se le da muy bien esto, intentará encontrar una solución.

– Isa -la llamó Maureen, desde la mesa-, ven aquí. Yo tampoco creo que lo hiciera Jimmy.

Isa se sonó con un pañuelo de algodón que llevaba en la manga.

– ¿Por qué crees que no lo hizo?

– Es muy dulce. A su lado tú pareces Ian Paisley.

Estaban fumándose los cigarrillos de Leslie, sentadas alrededor de la mesa, muy unidas y cómodas, e Isa les hablaba del padre de Jimmy y de todo lo malo que hizo. A veces, eludía algunas cuestiones, tratando de superar el hábito de guardar secretos, mencionándose a ella misma en ocasiones, minimizando su amabilidad.

El padre de Jimmy, Billy, era el primo de Isa y un gángster de la vieja escuela. Eran los años cincuenta y Billy Harris no se molestaba en organizar robos de bancos ni nada, se limitaba a intimidar a los demás y a pelearse en la calle, labrándose una reputación de tipo duro en el Carlton, la parte más dura de una ciudad salvaje. Era amigo de todos los gángsteres de la época y recitaba de un tirón una serie de nombres que daban pánico, ecos ahogados del pasado. Billy era increíblemente guapo. Hubiera podido escoger a la chica que hubiera querido si no hubiese sido un luchador. A la edad de diecisiete años ya tenía la cara llena de cicatrices, y las chicas guapas le tenían miedo. Bailaban con él una vez y se iban del baile si se lo volvía a pedir. Los hermanos y hermanas de Isa lo evitaban, avergonzados de que pertenecieran a la misma familia. Se casó con Monica Beatty cuando estaba embarazada, que en aquello época estaba muy mal visto, no como ahora, y Monica parecía una estrella de cine. Tenía el pelo rubio platino y los labios rojos. La primera vez que Billy le pegó fue en la noche de bodas; le echaba la culpa de sonreírle al fotógrafo. En aquellos tiempos no existían las casas de acogidas. Monica, embarazada, tenía que irse de casa cuando Billy llegaba borracho. Daba vueltas por las oscuras calles de Bridgeton hasta que él estaba dormido y podía volver a entrar en casa de puntillas. Nadie cuestionaba aquella actitud. Te casabas con un hombre y si te pegaba, esa era tu suerte. Isa dijo que, en aquella época, había una hora por la noche en que los únicos que estaban por las calles de Glasgow eran mujeres y niños.

En cuanto Jimmy nació fue obvio que no era de Billy. No se le parecía en nada, ni en el carácter ni en el físico. Jimmy siempre era amable, siempre tímido, jamás había una sombra de Billy reflejada en él.

Billy era marinero. La última vez que volvió a casa dejó al pequeño Jimmy en casa de Isa por un par de días. Isa se quedó con el niño, ella no tenía ni idea, sinceramente no tenía ni idea. Jimmy ya se había quedado con ella antes, cuando Monica lo había traído. A veces se quedaba algunos días, pero a Isa le gustaba su compañía. Era un niño muy bueno, siempre sonriente, y los hermanos y la hermana de Isa trabajaban todo el día y por la noche se iban al baile, así que tener en casa al pequeño la hacía sentir como una verdadera madre. Billy dejó al niño y se fue en busca de su mujer. Había oído cosas sobre Monica. Había estado saliendo con un grupo de Gorbals, dejando al niño sólo y viéndose con otros hombres. La encontró en un peligroso bar en los muelles y se la llevó fuera. Le rompió los brazos y, -Isa hizo una pausa y miró la mesa fijamente-, le arrancó un ojo. Los hombres del bar oyeron los gritos. Cuando vieron lo que había hecho, le pegaron una paliza. Se ahorcó en una celda en la Marina. Monica murió unos meses después, de una infección, Isa se señaló el ojo y se estremeció. Ella creyó que a Billy le había ocurrido algo malo en los barcos, y debió de ser algo terrible para convertirlo en alguien tan salvaje.

– ¿Quizás él ya era así? -sugirió Leslie.

– Le arrancó un ojo -recalcó Isa.

– Mamá, escucho historias como esta cada día y ya no hay ningún barco al que vayan los cabrones como él. Sencillamente, son así.

– Uff. -Isa se giró como si le hubieran dado una bofetada. Sonrió desesperada hacia Maureen-. Espero que no hable así siempre.

Maureen le dio unos golpes en la mano.

– ¿Qué pasó con el pequeño Jimmy, Isa?

– Vino la hermana de Monica -dijo, y apoyó la cabeza en la mano-, y se lo llevó. Creía que yo sabía lo que Billy iba a hacer, pero yo no lo sabía. Nunca podría haberme imaginado una cosa así. Era sólo una cría. Pero él era mi primo y estaba muerto y me echaron a mí la culpa. No fue muy agradable conmigo.

– ¿Y viste a Jimmy después de aquello? -preguntó Maureen.

– No durante una larga temporada. Entonces, hace unos diez años, me encontré con él por casualidad en Barras. -Se sonrojó-. Ya era todo un hombre y me reconoció, vino hacia mí y me empezó a dar besos en medio de la calle, delante de todo el mundo. Yo estaba encantada. Pensé que su tía le habría hablado mal de mí pero, dicho sea en su honor, no lo hizo. Se murió antes de la boda de Jimmy. Estuvimos en contacto, vino a la boda de nuestra Maisie -asintió hacia Leslie-, y trajo a su nueva esposa, Ann. Era bonito, todos juntos, pero entonces él se distanció. Nunca pegaría a su mujer…

Isa se fue apagando y Leslie se incorporó.

– Yo creo que sí lo hizo -dijo muy segura.

– Tonterías -dijo Isa rotundamente, y Leslie abrió la boca para iniciar una discusión…

– Yo no creo que le pegase a nadie -las interrumpió Maureen-. No con un pasado como ese.

– Se es más propenso a pegar a alguien con ese pasado -insistió Leslie.

– No, no lo es -dijo Isa.

– No -dijo Maureen-. Con un pasado así no se puede mentir y hacer como si nada. Con un pasado así se es muy consciente de lo que significaba y de las consecuencias que podía acarrear.

– Sigo creyendo que lo hizo -dijo Leslie, obstinada.

Isa le puso más té a Maureen. Intentó hacer que cogiera un bollo de jamón o, al menos, una galleta, tómate una galletita. Maureen cogió una pasta de té para no ser maleducada.

– ¿Qué creéis que le va a pasar? -susurró Isa.

Leslie miró a Maureen pero ésta tenía la boca llena.

– La policía lo acusará de asesinato cuando vean las fotos del CCC -dijo Leslie.

– ¿Y qué pasa si no las ven? -dijo Maureen, haciendo un esfuerzo por hablar con la boca llena de malva y chocolate.

– Pero las van a ver -dijo Leslie con firmeza.

– ¿Podríais esconderlas? -susurró Isa.

– Mamá -dijo Leslie-. ¿Qué estás sugiriendo?

Isa arregló tranquilamente el plato de galletas.

– Podríais traspapelarlas -dijo, con calma.

– Mamá, por el amor de Dios…

– Las he robado -le dijo Maureen a Isa-. Están en mi bolso.

– Oh -dijo Isa, con una sonrisa-, pero eso está mal.

– Soy una chica mala -dijo Maureen. Isa le hizo coger otra galleta-. Yo creo que Ann tenía un novio -dijo Maureen, deleitándose con la aprobación de Isa-. Podía haberle pegado él, ella lo habría seguido hasta Londres y puede que él la matara allí. Deberíamos investigar si tenía un novio.