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– ¿Qué edad tiene?

– ¿Por qué lo pregunta?

Myron se encogió de hombros.

– Por curiosidad. Parece muy joven.

– Tiene dieciséis años, y ¿sabe qué, señor Bolitar? No es madre soltera, no vive de los subsidios y no es yonqui.

– No he dicho que lo fuera. -Ajá. Espero que toda esa mierda racista no haya hecho mella en usted.

– Oye, Carl, hazme un favor, reserva tu conferencia sobre sensibilización racial para otro día menos ajetreado. ¿Qué es lo que sabe esta chica?

Carl se volvió hacia ella y le hizo una seña de que se aproximara. Kiana obedeció.

– Le mostré esta foto -Carl le entregó a Myron una instantánea de Jack Coldren- y recordó haberlo visto en el Court Manor.

Myron echó una ojeada a la fotografía y luego miró a Kiana.

– ¿Viste a este hombre en el motel?

– Sí. -Su voz firme y potente no casaba con su edad. Dieciséis años. Tenía la misma edad que Chad. Costaba creerlo.

– ¿Recuerdas cuándo?

– La semana pasada. Lo vi dos veces.

– ¿Dos veces?

– Sí.

– ¿Eso fue el jueves o el viernes?

– No. -Kiana hacía gala de un gran aplomo: ni se frotaba las manos, ni taconeaba, ni desviaba la mirada-. Fue el lunes o el martes. El miércoles como muy tarde.

Myron asimiló aquel dato. Jack había estado dos veces en el Court Manor antes que su hijo. ¿Por qué? La razón resultaba bastante obvia: si el matrimonio estaba acabado para Linda, probablemente lo estuviese también para Jack. Él también tendría sus relaciones extramatrimoniales. Quizás aquello era lo que había presenciado Matthew Squires. Quizá Jack había acudido a su propia cita y había descubierto el coche de su hijo. Parecía encajar…

Ahora bien, no dejaba de ser una enorme casualidad. ¿Padre e hijo terminan en el mismo antro y al mismo tiempo? Cosas más raras se habían visto, pero ¿cuántas probabilidades había?

Myron hizo un ademán señalando la fotografía de Jack.

– ¿Iba solo?

Kiana sonrió.

– El Court Manor no suele alquilar habitaciones a clientes solitarios.

– ¿Viste con quién estaba?

– Sólo por un instante. El tío de la foto entró a inscribirse. Su colega se quedó en el coche.

– Pero ¿llegaste a verla?

Kiana lanzó una mirada a Carl, luego a Myron.

– A verlo.

– ¿Cómo dices?

– El tío de la fotografía no vino al motel con una mujer -explicó.

Aquello fue como un cubo de agua fría para Myron. Miró a Carl, que asintió. Otro clic. El matrimonio sin amor. Había comprendido por qué Linda Coldren se aferraba a éclass="underline" tenía miedo de perder la custodia de su hijo; pero ¿qué razones tenía Jack? ¿Por qué no la había abandonado? De pronto el motivo se le hizo transparente: estar casado con una mujer atractiva que viajaba sin cesar constituía una tapadera perfecta. Recordó la reacción de Diane Hoffman al preguntarle si era amante de Jack, la forma en que sonrió y dijo: «¿Con el viejo Jack?»

Porque el viejo Jack era homosexual.

Myron volvió a centrar su atención en Kiana.

– ¿Podrías describir al hombre que lo acompañaba?

– Mayor, de unos cincuenta o sesenta años. Blanco. Pelo oscuro bastante largo y barba espesa. Es cuanto puedo decirle.

Myron no necesitaba más.

Las piezas comenzaban a encajar. Todavía no estaba resuelto, ni mucho menos, pero de pronto había dado un salto cualitativo hacia la resolución del rompecabezas.

38

Carl se acababa de ir cuando llegó Esperanza.

– ¿Has encontrado algo? -preguntó Myron.

Esperanza le tendió la fotocopia de un recorte de periódico atrasado.

– Lee esto.

El titular rezaba: ACCIDENTE MORTAL

«Vaya economía de palabras», pensó Myron. Siguió leyendo.

El señor Lloyd Rennart, de Darby Place n.° 27, estrelló su automóvil contra un coche aparcado en la calle South Dean cerca del cruce con Coddington Terrace. El señor Rennart pasó a disposición judicial por ser sospecho de conducir en estado de ebriedad. Los heridos fueron trasladados al Centro Médico St. Elizabeth, donde Lucille Rennart, esposa del señor Lloyd Rennart, ingresó cadáver. La fecha del funeral todavía no se ha fijado.

Myron releyó el párrafo dos veces. -«Los heridos fueron trasladados» -leyó en voz alta-. Como si hubiera más de uno.

Esperanza asintió.

– ¿Quién más resultó herido?

– No lo sé. No volvió a publicarse nada sobre el accidente.

– ¿Nada sobre el arresto, la acusación o el juicio?

– Nada. O al menos no lo he encontrado. No se volvía a mencionar a ninguno de los Rennart. También he intentado obtener información en el St. Elizabeth, pero se han negado a facilitármela. Según dicen, la relación del hospital con sus pacientes es confidencial. De todos modos, no creo que sus ordenadores puedan remontarse a los años setenta.

Myron sacudió la cabeza.

– Todo esto es muy extraño -opinó.

– Me he cruzado con Carl -dijo Esperanza-. ¿Qué quería?

– Ha venido con una camarera del Court Manor. Adivina con quién se lo montaba Jack Coldren por las tardes.

– Con Tanya Harding.

– Caliente, caliente. Con Norm Zuckerman.

– No me sorprende -dijo Esperanza-. Al menos lo de Norm. Piénsalo. No está casado. No tiene familia. Siempre aparece en público acompañado de bellas jovencitas.

– Para cubrir las apariencias -apuntó Myron.

– Exacto. Como su barba. Puro camuflaje. Norm está al frente de un gran negocio de prendas deportivas. Que se descubriera su homosexualidad podría perjudicarle.

– Por consiguiente -prosiguió Myron-, si saliera a la luz pública que es homosexual…

– Le haría mucho daño -dijo Esperanza.

– ¿Es eso motivo para un asesinato?

– Por supuesto. Hay millones de dólares y la reputación de un hombre en juego. La gente mata por mucho menos.

Myron meditó acerca de ello.

– Pero ¿cómo sucedió? Supongamos que Chad y Jack se encuentran por casualidad en el Court Manor. Supongamos que Chad adivina lo que están haciendo Jack y Norm. Quizá se lo cuenta a Esme, que trabaja para Norm. Quizás ella y Norm…

– ¿Qué? -lo interrumpió Esperanza-. ¿Secuestran al chico, le cortan un dedo y lo sueltan?

– Tienes razón, no encaja -convino Myron-. Sin embargo, nos hallamos cada vez más cerca.

– Pues yo no estoy tan segura. Veamos. Podría ser Esme Fong. Podría ser Norm Zuckerman. Podría ser Tad Crispin. Podría ser Lloyd Rennart, si sigue con vida. Podrían ser su esposa o su hijo. Podría ser Matthew Squires o su padre, o ambos. O podría ser un plan tramado por una combinación de todos ellos. La familia Rennart, quizás, o Norm y Esme. También podría ser Linda Coldren; al fin y al cabo el arma del crimen es la pistola que había en su casa, por no hablar de los sobres y el bolígrafo.

– No lo sé. -Myron meneó la cabeza. Tras una pausa, añadió-: Pero creo que acabas de dar en el clavo.

– ¿Cómo?

– Acceso. Quienquiera que matase a Jack y cortara el dedo de Chad tenía acceso a la casa de los Coldren. Si excluimos un allanamiento de morada, que, en principio, no lo hubo, ¿quién pudo hacerse con la pistola, el sobre y el bolígrafo?

Esperanza apenas dudó.

– Linda Coldren, Jack Coldren y quizás el chico Squires, ya que tanto le gusta trepar a las ventanas. -Hizo una pausa-. Creo que están todos.

– De acuerdo, muy bien. Ahora demos otro paso. ¿Quién sabía que Chad Coldren estaba en el Court Manor Inn? Quiero decir, quienquiera que lo secuestrara tenía que saber dónde hallarlo, ¿correcto?

– Correcto. Veamos, Jack otra vez, Esme Fong, Norm Zuckerman, Matthew Squires otra vez. Joder, Myron, este método es extraordinario.

– ¿Qué nombres figuran en las dos listas?

– Jack y Matthew Squires, y creo que podemos tachar el nombre de Jack, puesto que es la víctima.