Выбрать главу

La señorita Whetstone les señaló un par de sillas, se sentó detrás del escritorio y les dedicó la alentadora sonrisa de una maestra de escuela que recibe a unos alumnos poco prometedores. Era una mujer baja, de busto grande y grueso cabello, cuyo flequillo recortado caía sobre unos ojos que, según intuyó Kate, no dejaban escapar nada aunque juzgaban con deliberada caridad. Llevaba un uniforme de color azul claro, un cinturón con la hebilla plateada y un distintivo prendido a la pechera. Pese a la atmósfera de informalidad, saltaba a la vista que Ashcombe House creía en las jerarquías y en las ventajas de contar con una supervisora a la vieja usanza.

– Estamos investigando la muerte de un estudiante del seminario de Saint Anselm -explicó Kate-. Margaret Munroe, que fue enfermera aquí antes de irse al seminario, fue quien encontró el cuerpo. No hay nada que sugiera que estuvo involucrada en la muerte del joven, pero dejó un diario en el que describe en detalle el descubrimiento del cadáver. En una anotación posterior, menciona que la tragedia le recordó algo sucedido doce años antes. Por lo visto, era un asunto que le preocupaba. Nos gustaría averiguar de qué se trataba. Puesto que hace doce años trabajaba aquí, cabe la posibilidad de que fuese algo que ocurrió en este lugar: alguien a quien conoció o un paciente al que cuidaba. Nos preguntábamos si nos autorizaría a echar un vistazo en sus archivos, o si sería posible hablar con algún miembro del personal que la conociera.

Kate había ensayado mentalmente su discurso durante el viaje, seleccionando, descartando o sopesando cada palabra o frase que se le ocurría. Deseaba aclarar la situación tanto para sí misma como para la señorita Whetstone. Antes de salir había estado a punto de preguntarle a Dalgliesh qué debía buscar exactamente, pero no había querido manifestar confusión, ignorancia o disgusto por la tarea.

Como si hubiese intuido lo que pensaba, Dalgliesh había dicho:

– Hace doce años sucedió algo importante. En ese entonces Margaret Munroe era enfermera en Ashcombe House. Y hace doce años, el 30 de abril de 1988, Clara Arbuthnot murió en esa clínica. Los hechos podrían guardar relación entre sí o no. La envío en una misión que semeja más a una excursión de pesca que a una investigación propiamente dicha.

– Comprendo que quizás exista una conexión entre la muerte de Ronald Treeves, comoquiera que sucediese, y la de la señora Munroe -comentó Kate-. Lo que aún no entiendo es qué vínculo hay entre esos acontecimientos y el asesinato del archidiácono.

– Tampoco yo, Kate, pero tengo el pálpito de que las tres muertes están relacionadas. Aunque tal vez no directamente, sí de alguna manera. También es posible que a Margaret Munroe la asesinaran. En tal caso, su muerte estaría ligada a la de Crampton. Dudo que haya dos asesinos sueltos en Saint Anselm.

En su momento, esa explicación le había parecido verosímil. Ahora, al terminar su breve y preparado discurso, la asaltaron de nuevo las dudas. ¿Se había excedido al ensayar su perorata? ¿Habría debido confiar en su inspiración? La mirada clara y escéptica de la señorita Whetstone no la ayudó a despejarlas.

– Veamos si he entendido bien, inspectora. Margaret Munroe murió recientemente de un ataque al corazón, dejando un diario en el que menciona un importante hecho de su vida sucedido hace doce años. Ahora usted desea saber de qué se trataba porque lo asocia con cierta investigación policial. Dado que ella trabajaba aquí hace doce años, sugiere que ese hecho podría tener algo que ver con la clínica. Espera encontrar algún dato útil en nuestros archivos o hablar con alguien que la conociera y recordase incidentes de hace doce años.

– Ya sé que es una posibilidad remota -reconoció Kate-, pero la anotación está en su diario y debemos seguirle la pista.

– En conexión con un joven que apareció muerto. ¿Fue una muerte provocada?

– No hay indicios de ello, señorita Whetstone.

– Sin embargo, en Saint Anselm se produjo una muerte más reciente. Las noticias vuelan por aquí. Alguien asesinó al archidiácono Crampton. ¿Esta visita está relacionada con ese caso?

– No tenemos motivos para pensarlo. Nuestro interés por el diario surgió antes de la muerte del archidiácono.

– Ya veo. Bien, es nuestra obligación colaborar con la policía y no voy a negarme a que examinen el expediente de la señora Munroe ni a transmitirles cualquier información que pueda ayudarles, siempre y cuando considere que a ella no le molestaría si viviera. No creo que encuentren nada relevante. En Ashcombe House suceden a diario acontecimientos importantes, entre ellos la muerte y el consiguiente dolor de los deudos.

– De acuerdo con nuestros datos, una paciente de ustedes, la señorita Clara Arbuthnot, murió aquí un mes antes de que la señora Munroe se incorporase a la plantilla -dijo Kate-. Nos gustaría comprobar las fechas. Queremos saber si por casualidad las dos mujeres se conocieron.

– Eso es poco probable, a menos que ocurriera fuera de la clínica. Sin embargo, les confirmaré las fechas. Como es lógico, ahora todos nuestros archivos están informatizados, pero no hemos introducido datos de hace doce años. Sólo guardamos los expedientes del personal por si otra persona que desee contratarlo nos pide referencias. Tal vez haya información en el historial médico de la señorita Arbuthnot que yo considero confidencial. Comprenderá que no debo enseñárselo.

– Sería útil ver las dos cosas -señaló Kate-; la información laboral de la señora Munroe y el historial médico de la señorita Arbuthnot.

– No creo que me sea posible facilitárselos. Esta situación es irregular, desde luego. Nunca me han presentado una solicitud semejante. Usted no ha sido muy clara en lo que respecta a su interés por la señora Munroe y la señorita Arbuthnot. Creo que debo hablar con la señora Barton, nuestra directora, antes de dar cualquier otro paso.

Kate aún no había decidido cómo responder cuando Robbins dijo:

– Si todo esto le parece vago es porque nosotros mismos no sabemos qué estamos buscando. Sólo sabemos que en la vida de la señora Munroe ocurrió algo importante hace doce años. Por lo visto era una mujer sin mayores intereses fuera de su profesión, de modo que suponemos que hay un vínculo entre ese hecho y Ashcombe House. ¿Podría usted revisar los documentos para cerciorarse de que nuestras fechas son correctas? Si no encuentra en el expediente de la señora Munroe algo que usted considere significativo, le habremos hecho perder el tiempo. Si hay algo, podrá consultar a la señora Barton antes de decidir si resultaría apropiado revelarlo.

La señorita Whetstone clavó la vista en él por un momento.

– Eso suena razonable. Veré si localizo los expedientes. Supongo que tardaré un poco.

En ese momento se abrió la puerta y una enfermera asomó la cabeza.

– Acaba de llegar la ambulancia con la señora Wilson, señorita Whetstone. Sus hijas están con ella.

La cara de la supervisora se llenó de alegría y expectación. Era como si fuese a recibir a una nueva huésped en un hotel de prestigio.

– Bien. Bien. Ahora voy. La pondremos con Helen, ¿no? Creo que se sentirá más cómoda con alguien de su edad. -Se volvió hacia Kate-. Estaré ocupada durante un rato. ¿Esperarán, o prefieren regresar más tarde?

Kate pensó que con su presencia física en el despacho aumentarían las oportunidades de obtener la información rápidamente.

– Si no le importa, esperaremos.

No obstante, la señorita Whetstone salió del despacho antes de que terminase de hablar.