– Comprendo. -La doctora Eckhardt se quitó las gafas y pareció evaluar a Fabel durante unos momentos-. Entiendo que establezca una relación, pero tengo que decir que aunque ese tal Svensson hubiera sobrevivido, no sería un sospechoso natural en estos asesinatos.
– ¿Por qué no?
– Pues porque no encaja en el perficlass="underline" por edad, psicología, y todo lo demás. -La doctora Eckhardt se echó para atrás un mechón de pelo negro que había caído sobre su frente ancha. Volvió a ponerse las gafas antes de leer un papel de su carpeta-. Tenemos dos indicadores a partir de los cuales podemos construir un perfil de nuestro asesino: las pruebas físicas halladas en las escenas de los crímenes y el contenido de los mensajes de correo electrónico. El perfil amplio que tenemos en estos momentos nos dice que se trata de un hombre, de entre veinte y cuarenta años, pero lo más probable es que tenga menos de treinta. Es evidente que es inteligente, pero quizá no tanto como él cree. En cuanto a nivel de estudios, como mínimo se sacó el Abitur. Puede que esté licenciado y que tenga un trabajo con una responsabilidad razonable, aunque él creerá que está por debajo de sus posibilidades. O puede que, por algún motivo, no haya podido completar lo que él considera todo su potencial académico y tenga un trabajo técnico de categoría inferior.
»Como ya ha señalado Frau Klee, parece que tiene conocimientos avanzados de informática. Es probable, aunque no seguro, que viva solo. La referencia que hace en el mensaje al aislamiento y la marginación sociales concuerda con el perfil típico. Es un solitario; alguien con poca autoestima. Cree que su inteligencia está infravalorada y que el mundo que lo rodea subestima su potencial…, un mundo al que ahora le ha declarado la guerra. También puede ser que durante su infancia o adolescencia tuviera lugar un episodio -o una serie de episodios- en el que una mujer lo humillara o dominara. Otra posibilidad es que ocurriera algo y culpara a su madre por ser incapaz de protegerlo de un padre dominante o maltratador. Fuera lo que fuera, pudo coincidir con la pubertad, cuando las fantasías masturbatorias pueden girar en torno a sentimientos violentos de venganza hacia las mujeres. En este caso, el odio y el miedo que siente por las mujeres se han convertido en un vínculo indisoluble de su excitación sexual. Puede que tenga algún tipo de disfunción sexual y sea impotente, excepto cuando llega a la excitación y al orgasmo como consecuencia de ejercer la violencia extrema contra las mujeres.
– Pero no hemos hallado semen en las escenas de los crímenes, ni siquiera señales de penetración -comentó Fabel. La hermosa Frau Doktor le devolvió la mirada ladeando la cabeza y mirándolo por encima de las gafas.
– No. Pero eso no significa que no haya llevado a cabo un acto sexual. Puede que se pusiera un preservativo para no dejar rastros de ADN. Seguramente, lo que esta persona hace para obtener la satisfacción sexual está tan lejos de lo que es una función sexual normal que es imposible reconocerlo. Y como ya he dicho, puede que sea impotente. El crimen es de naturaleza sexual, pero puede que ni el propio autor vea o reconozca la motivación sexual del mismo. Y un elemento importante que se desprende del mensaje de correo electrónico, y de la naturaleza ritual de los asesinatos, es la religiosidad de este acto. Es una especie de ceremonia que lleva a cabo por razones más abstractas que por una mera satisfacción sexual inmediata.
Maria Klee intervino.
– ¿Podría tratarse de más de una persona? Por lo que dice, es como si fuera casi un ritual. Si no es un tema político, ¿podríamos estar enfrentándonos a una especie de culto?
Werner Meyer soltó una risa llena de sarcasmo. Las dos mujeres lo obviaron. Fabel le dirigió una mirada de advertencia.
– Es posible, pero improbable -contestó Susanne Eckhardt-. Si fueran acciones realizadas por más de una persona, el perfil de nuestro autor principal, de la persona que comete los asesinatos, seguiría siendo el mismo. Cualquier otro participante sería un manipulador…, alguien cuyo papel llenaría el vacío dejado por el progenitor indiferente o maltratador. En estos casos (como en el de Leonard Lake y Charles Ng en Estados Unidos en los ochenta), un miembro de la pareja no tiene autoestima, mientras que el otro es patológicamente egoísta. Pero en este caso, creo que es mucho más probable que se trate de una cruzada en solitario. Lo ha explicado al detalle en su segundo mensaje. Es un lobo solitario. Y eso, por supuesto, es mucho más habitual que los asesinatos en serie en equipo. -La doctora Eckhardt hizo una pausa y se quitó las gafas-. Esta persona está compensando su falta de autoestima con estos actos. Por eso creo que es altamente improbable que el terrorista de Herr Fabel encaje en el perficlass="underline" no concuerda la edad, no concuerdan las motivaciones, no concuerda la psicología…, no concuerdan las ideas políticas.
Van Heiden reaccionó como si hubiera recibido una suave descarga eléctrica.
– ¿Qué quiere decir con que «no concuerdan las ideas políticas»?
– Bueno, el perfil psicológico básico que he trazado, culpar a la sociedad de los fracasos personales, creer que se subestima el potencial personal en un mundo injusto…; casi todo, de hecho, excluyendo el trauma psicosexual, encaja también con el típico neonazi.
– ¿No había dicho que este caso no tenía motivaciones políticas?
– Sí. Es lo que creo. Las motivaciones de este hombre seguramente son psicosexuales, pero como el resto de la gente, tiene sus opiniones políticas. En su caso, estas opiniones políticas pueden o no haberse tergiversado de forma grotesca desde su perspectiva psicótica y puede incluso que sean una especie de justificación, una excusa, para tales actos. Al menos en parte. Lo que quiero decir es que un terrorista de izquierdas como Svensson no tendría el mismo perfil.
Fabel asintió despacio con la cabeza.
– Acepto lo que dice, pero ¿qué pasa si resulta que el centro de todo esto soy yo? ¿Qué pasa si resulta que me está haciendo participar en, bueno, en alguna especie de desafío? Yo maté a una de sus mujeres, así que él mata a mujeres a las que yo, como policía, se supone que debo proteger.
Susanne Eckhardt se rió.
– Ahora nos hemos intercambiado los papeles, y tengo que decirle que eso es psicología barata. -Dejó las gafas sobre la mesa, irguió los hombros y echó la cabeza hacia atrás, clavando los ojos oscuros en Fabel. Éste se sintió incómodo bajo su mirada implacable y temió que se le notara la atracción que sentía por ella-. Pero si va a jugar a los psicólogos -prosiguió sonriendo-, deje que yo juegue a los policías. Usted mismo reconoce que estamos hablando de alguien que seguramente está muerto…
– Sí.
– Y en su último mensaje se ha descrito como alguien que «ha pasado toda la vida en los márgenes de las fotografías de los demás». No es que encaje precisamente con un terrorista con un harén de jovencitas acólitas que sale en las noticias…
Van Heiden se rió.
– Doctora Eckhardt, quizá debería darle el puesto de Herr Fabel… -Se volvió hacia Fabel mientras la sonrisa desaparecía-. Bien, Fabel, centrémonos en los sospechosos que están vivos.
Fabel seguía mirando a la doctora Eckhardt. Ella seguía sonriendo y le sostuvo la mirada; había intensidad en sus ojos.
– Bueno, como he dicho, sólo lo consideraba una posibilidad remota.