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Volvió a mirar la pantalla. Los hombres siguieron a lo suyo, vaciando todo el contenido del bidón en la bañera. Al cabo de unos momentos, el cuerpo de Reginald D'Eath dejó de moverse. Una neblina de vapor químico llenó lentamente el cuarto de baño.El vídeo se fundió en negro. Luego apareció:

QUERIDÍSIMO CLIENTE, esperamos que le haya gustado nuestro pequeño espectáculo extra. Recuerde conectarse el martes a las 21.15 para ver nuestra siguiente Gran Atracción: un hombre y su mujer juntos. ¡Nuestro primer ASESINATO DOBLE!

Grace volvió a encender las luces.

Capítulo 72

Por el color apergaminado de la cara de Alfonso Zafferone, Grace supuso que el joven detective no iba a mostrar su arrogancia durante un buen rato. No recordaba haber estado, en toda su carrera, en una sala llena de gente tan callada.

Dennis Ponds tenía los ojos muy abiertos y la mirada perdida, como si acabaran de decirle que iba a ser el siguiente en entrar en la bañera.

Fue Norman Potting quien por fin rompió el silencio. Tosió, se aclaró la garganta y luego dijo:

– ¿Hay que suponer que se trata de una película snuff, Roy?

– Bueno, no es su puto álbum familiar -le espetó Glenn Branson.

No hubo ninguna risa ahogada. Nada. Una de las indexado-ras miraba hacia abajo, a la mesa, como si le diera miedo levantar los ojos, por si había más.

– Dennis -dijo Grace-, voy a grabarte una copia en tu portátil para que se la lleves al director del Argus. No se lo enseñes todo, pero asegúrate de que sea consciente de a qué nos estamos enfrentando. Quiero que publique fotografías del señor y la señora Bryce en la portada de la edición del mediodía de su periódico. Tenemos un día y medio para encontrar a estas personas. ¿Lo ha entendido todo el mundo? Van a matarlos y a grabarlo en vídeo.

Branson respiró hondo, luego espiró sonoramente.

– Tío, ¿quién ve esta mierda?

– Muchas personas normales y corrientes con mentes enfermas -dijo Grace-. Podría ser alguno de los que estamos en esta sala, o tu vecino, tu médico, tu fontanero, tu párroco, tu asesor hipotecario. El mismo tipo de gente que reduce para ver qué ha pasado en un accidente de coche. Mirones. Todos tenemos un poco de eso dentro.

– Yo no -dijo Branson-. Yo no podría ver algo así.

– ¿Estás diciendo que todos somos asesinos en potencia? -preguntó Nick Nicholl.

Grace recordó algo que le había dicho una noche en un bar un psicólogo de perfiles que había dado una conferencia sobre películas snuff, en una convención sobre homicidios en Estados Unidos.

– Todos tenemos la capacidad de matar, pero sólo un pequeño porcentaje de nosotros tenemos la habilidad de vivir con ello. Pero muchos de nosotros sentimos curiosidad. Nos gustaría experimentarlo a través de otra persona. Las películas snuff nos permiten hacer eso, experimentar el asesinato de un ser humano. Pensadlo -dijo-. La gente normal no tiene oportunidad de matar a alguien en realidad.

– Yo podría haber matado a mi suegra tranquilamente -dijo Potting.

– Gracias, Norman -dijo Grace, para silenciarlo antes de que siguiera. Luego, se volvió hacia Glenn Branson-: Tom Bryce se marchó de su casa en mitad de la noche en un Renault Espace. No habría mucho tráfico. No sabemos adónde iba. No sabemos cuánta gasolina tenía el vehículo. Quiero que suspendas la búsqueda de la cabeza de Janie Stretton y que todos los policías, agentes especiales y agentes de la escena del crimen se pongan a visionar todas las cintas de cámaras de seguridad -policiales, civiles, de gasolineras, de aparcamientos- en un radio de cincuenta kilómetros.

– Enseguida.

Luego, dirigiéndose al sargento Barker, dijo:

– Don, quiero que alguien revise todos los archivos personales de Reggie D'Eath, extractos de cuentas, de tarjetas de crédito…

– Ya estamos en ello.

– Bien.

Grace miró la hora. Tenía una reunión a las nueve y media con Alison Vosper, y luego tenía que llegar como fuera a una cita que había concertado a las diez en la otra punta de la ciudad.

– Os veo a todos otra vez aquí a las seis y media. ¿Sabéis todos lo que tenéis que hacer? ¿Alguna pregunta más?

En circunstancias normales, habría muchas. Esta mañana no hubo ninguna.

Luego sonó un teléfono. Contestó una secretaria, que se lo pasó al cabo de unos momentos a Glenn Branson. Todos se quedaron mirándolo como si presintieran que iba a haber noticias.

Branson le pidió a la persona que llamaba que esperara un momento, tapó el teléfono con la mano y dijo:

– Han encontrado el Renault Espace de los Bryce en un camino de tierra cerca de la A 23 en Bolney.

– ¿Vacío? -dijo Grace. Ya sabía la respuesta a la pregunta, pero aun así la formuló.

– Quemado.

Capítulo 73

Grace entró a las nueve y media en punto en el despacho de Alison Vosper, que llevaba un traje que transmitía autoridad y eficiencia, como siempre. Y, como siempre, estaba nervioso. Aquella mujer le daba miedo, no podía evitarlo; su actitud mordaz -y el poder que ejercía sobre él- le afectaban. Y no le ayudaba saber que estaba decidida a dispararle con su nueva arma secreta: el comisario Cassian Pewe.

Sentada a su mesa inmaculada, exudando un perfume intenso pero nada sexy, vestía una chaqueta negra que le hacía los hombros enormes y una blusa color marfil con cuello de puntilla. Como esperaba una cara de pocos amigos, Grace se sorprendió cuando la subdirectora lo recibió con una sonrisa. Vosper desenroscó el tapón de un botellín de agua mineral y, con bastante delicadeza, bebió un sorbo.

– Buenos días, Roy -dijo con una voz aún más cordial que su sonrisa. Le indicó que ocupara una de las hermosas sillas georgianas de madera tallada que había enfrente de su mesa-. Siéntate.

«¿Otra buena señal?», se preguntó Grace. Rara vez le pedía que se sentara en estas reuniones. ¿O se trataba de una señal muy mala?

Aún sonriendo -evidentemente, hoy tenía un humor dulce y no agrio- dijo:

– Bueno, parece que la Operación Ruiseñor está siendo un pequeño fracaso, de momento.

– Yo…, yo no iría tan…

Vosper levantó una mano para silenciar su defensa.

– Aún no tienes ningún sospechoso. No has encontrado la cabeza de la víctima. Un testigo potencial ha sido asesinado y dos más han desaparecido. Y anoche, de nuevo, tu equipo se vio implicado en una persecución a gran velocidad que acabó en un grave accidente. -Seguía sonriendo, milagrosamente, pero la calidez había desaparecido y la había sustituido un aparente desconcierto. Grace asintió.

– Las cosas no nos están saliendo bien -dijo-. Necesitamos un golpe de suerte.

Volvió a enroscar el tapón del botellín. Fuera, hacía una mañana agradable, pero el ambiente de la habitación era oscuro y opresivo.

– Estás movilizando una gran cantidad de recursos. Si al menos pudieras darme un resultado, pero parece que la situación no hace más que empeorar. ¿En qué punto estamos?

Grace la puso al día. Cuando acabó, esperó lo que sabía que se avecinaba: en el mejor de los casos, Vosper iba a meter a Cassian Pewe en el caso con él; en el peor, iba a retirarle de la investigación y Pewe lo sustituiría. Para su sorpresa, no sucedió ninguna de las dos cosas.

La subdirectora cogió un bolígrafo negro delgado del portaplumas de amonita que tenía sobre la mesa y dio unos golpearos con él en el cartapacio.

– No tienes hasta las nueve y cuarto de la noche de mañana, hay que ser realistas, ¿verdad? Si esta gente va a matar al señor y a la señora Bryce y después van a emitir las imágenes a sus clientes, sean quienes sean, van a hacerlo mucho antes. Ya podrían estar muertos.