– Sí, Rogan ha muerto. Era el único que podía contener a Breandan. Y deberías saber que Breandan fue quien… -Pero Claude se paró a media frase, ya que su hermana había posado la mano sobre su brazo. Una mujer que le estaba dando a un crío unas patatas fritas nos observó con curiosidad, al llamarle la atención el repentino gesto de Claudine. Ella le miró de un modo que podría producir ampollas en la pintura. Él asintió, ella retiró su mano y la conversación se reanudó.
– Breandan tiene serias discrepancias políticas con Niall.
Él…
Los mellizos se miraron el uno a la otra. Finalmente, Claudine asintió.
– Breandan cree que todos los humanos con sangre de hada deberían ser erradicados. Cree que cada vez que uno de los nuestros se acuesta con un humano, perdemos parte de nuestra magia.
Me aclaré la garganta, tratando de desembarazarme del nudo de temor que la bloqueaba.
– Así que Breandan es un enemigo. ¿Hay algún miembro real más por parte de Niall? -pregunté con voz ahogada.
– Un príncipe menor, aunque el título no tiene traducción -dijo Claude-. Nuestro padre, Dillon, hijo de Niall, y su primera esposa, Branna. Nuestra madre se llama Binne. Si Niall se va a la Tierra Estival, Dillon lo sustituirá como príncipe. Pero tiene que esperar, por supuesto.
Los nombres no me sonaban de nada. El primero sonaba casi como Dylan, y el segundo como Bl-nah.
– Deletréamelos, por favor -dije.
– B-I-N-N-E. D-I-L-L-O-N-pronunció Claudine-. Niall no era feliz con Branna, y le llevó mucho tiempo querer a nuestro padre Dillon. Niall prefería a sus hijos medio humanos. -Sonrió para asegurarme que ella no tenía problemas con los humanos, pensé.
Niall me contó una vez que era su única familiar viva. Pero no era verdad. Niall se había dejado arrastrar por las emociones, sin respetar los hechos. Tenía que recordarlo. Claude y Claudine no parecían culpar a Niall por su parcialidad con respecto a mí, lo cual me suponía un enorme alivio.
– ¿Y quién está de parte de Breandan? -pregunté.
– Dermot -dijo Claudine. Me miró con expectación.
Conocía ese nombre. Pugné por recordar dónde lo había oído.
– Es el hermano de mi abuelo Fintan -dije lentamente-. El otro hijo de Niall con Einin. Pero es medio humano. -Einin había sido una humana seducida por Niall hacía siglos (ella creyó que Niall era un ángel, lo que da una idea del buen aspecto que pueden tener las hadas cuando no necesitan parecer humanas). ¿Mi tío abuelo medio humano estaba intentando matar a su padre?
– ¿Te dijo Niall que Fintan y Dermot eran gemelos? -preguntó Claude.
– No -admití, sobrecogida.
– Dermot era cuatro minutos más joven. Los gemelos no eran idénticos, ya me entiendes -continuó. Disfrutaba de mi ignorancia-. Eran… -hizo una pausa, parecía confundido-. No me sale la palabra adecuada -dijo.
– De óvulos distintos. Vale, interesante, ¿y?
– En realidad -añadió Claudine, clavando la mirada en su pollo-, tu hermano Jason es la viva imagen de Dermot.
– Estás insinuando que… ¿Qué estás insinuando? -Estaba lista para soltar mi indignación, una vez supiera por qué.
– Lo único que decimos es que ésa es la razón por la que Niall siempre te ha preferido a ti con respecto a tu hermano -dijo Claude-. Niall quería a Fintan, pero Dermot desafió a Niall siempre que podía. Se rebeló abiertamente contra nuestro abuelo y juró lealtad a Breandan, a pesar de que éste lo despreciaba. Además de la similitud entre Dermot y Jason, que no obedece más que a un giro de los genes, Dermot es tan capullo como él. Ahora comprenderás por qué Niall no presume de parentesco con tu hermano.
Por un momento, sentí lástima por Jason, hasta que mi sentido común me despertó.
– Así que… ¿Niall tiene enemigos aparte de Breandan y Dermot?
– Cuentan con sus propios seguidores y socios, incluidos unos cuantos asesinos.
– Pero vuestros padres están de parte de Niall, ¿no?
– Sí. Hay otros, por supuesto. Todos somos gente del cielo.
– Entonces, tengo que vigilar mis espaldas ante cualquier hada, ya que podría atacarme por tener la sangre de Niall.
– Sí. El mundo feérico es demasiado peligroso. Sobre todo ahora. Esa es una de las razones por las que vivimos en el mundo de los humanos. -Claude miró a su hermana, que devoraba nuggets de pollo como si nunca hubiera comido.
Claudine tragó, se limpió la boca con una servilleta y dijo:
– Esto es lo más importante -tomó otro trozo de pollo y se lo metió en la boca, haciendo una señal para que Claude prosiguiera.
– Si ves a alguien que se parece a tu hermano, pero que no es él… -empezó a decir él. Claudine tragó.
– … corre como si te llevara el diablo -me aconsejó ella.
Capítulo 9
Volví a casa más confundida que nunca. A pesar de querer a mi bisabuelo todo lo que era posible teniendo en cuenta el poco tiempo que hacía que nos conocíamos… y de estar dispuesta a quererlo más todavía, dispuesta a apoyarlo hasta el final porque era parte de mi familia…, aún no sabía cómo luchar en esa guerra, ni tampoco cómo esquivarla. Las hadas no querían ser conocidas en el mundo humano, así que nunca lo serían. No eran como los cambiantes o los vampiros, que querían compartir el planeta con nosotros. Las hadas no tenían ningún motivo para someterse a la política y las normas humanas. Podían hacer lo que les viniera en gana y regresar a su lugar oculto.
Por millonésima vez, deseé tener un bisabuelo normal en vez de esa versión improbable, gloriosa e inconveniente de príncipe feérico.
Entonces me avergoncé de mí misma. Debería estar contenta con lo que la vida me había dado. Esperaba que Dios no hubiese advertido mi desliz.
Apenas eran las dos y ya había tenido un día cargadito. En nada se estaba pareciendo a un día de libranza normal. Normalmente hacía la colada, limpiaba, leía, pagaba las facturas… Pero el día era tan bonito que quería pasarlo fuera de casa. Me apetecía hacer algo que me permitiese pensar al mismo tiempo. Estaba claro que había mucho sobre lo que meditar.
Miré los parterres que rodeaban la casa y decidí desbrozar un poco. Era la tarea que menos me gustaba, quizá porque se me había encomendado desde pequeña. Mi abuela siempre decía que había que criarnos para el trabajo. Tan sólo en su honor seguía cuidando de las flores, y con un suspiro me hice a la idea de quitarme de encima aquella labor. Empezaría con el parterre que había junto al camino, en la parte sur de la casa.
Fui al cobertizo metálico de las herramientas, el último de una serie que había servido a los Stackhouse desde que nos asentamos en ese sitio. Abrí la puerta con la habitual mezcla de placer y horror, ya que algún día tendría que decidirme a poner un poco de limpieza ahí dentro. Aún conservaba la vieja paleta de mi abuela; no había forma de decir quién la habría usado antes que ella. Era antigua, pero estaba tan bien cuidada que resultaba mejor que cualquier sustituta moderna. Entré en el sombrío cobertizo y encontré mis guantes de jardinería y la paleta.
Gracias a los documentales Antiques Roadshow, sabía que había gente que se dedicaba a coleccionar herramientas de granja antiguas. Mi cobertizo sería como una cueva de Aladino para cualquiera de esos coleccionistas. En mi familia no nos gustaba deshacernos de las cosas que aún funcionaban. A pesar de estar hasta los topes, el cobertizo se encontraba ordenado, siguiendo la tradición de mi abuelo. Cuando vinimos a vivir con él y la abuela, marcaba un sitio para cada herramienta, y exactamente allí era donde quería que se encontrase siempre, y así seguía siendo hasta la fecha. No me costó alcanzar la paleta, que sin duda era la herramienta más vieja del cobertizo. Era pesada, más afilada y estrecha que sus equivalentes modernas, pero su forma le resultaba muy familiar a mi mano.