Puede que una cuarta parte de los presentes se mostrara alarmada y molesta. Y la mitad estaba fascinada con todo este drama. Eso dejaba a otra cuarta parte por decidirse. Sam gimió como un perrito triste y escondió el hocico entre las patas. En cuanto eso provocó la risa de todos, el incómodo momento se esfumó. Vi como Whit y su colega salían por la puerta delantera, y me relajé en cuanto su ausencia fue un hecho.
Por si Whit aprovechaba el momento para sacar una escopeta de su camioneta, miré a Bill, que se deslizó por la puerta tras él. Al segundo estaba de vuelta, haciendo un gesto con la cabeza para indicar que los de la Hermandad se habían largado.
En cuanto la puerta trasera se cerró tras Arlene, el resto de la noche fue bastante tranquila. Sam y Tray se metieron en el despacho del primero para volver a la forma humana y vestirse. Sam volvió después a su puesto tras la barra como si nada hubiese pasado, y Tray volvió a sentarse a la mesa con Amelia, quien le plantó un buen beso. Durante un tiempo, la gente se mantuvo alejada de ellos y hubo un buen número de miradas de soslayo; pero al cabo de una hora, el ambiente del Merlotte's parecía haber vuelto a la normalidad. Me encargué de atender las mesas de Arlene, y procuré mostrarme especialmente agradable con quienes aún no se habían decidido del todo acerca de los recientes acontecimientos.
La gente parecía animada a beber esa noche. Quizá sintieran aprensión por la otra forma corporal de Sam, pero desde luego no tenían ningún problema a la hora de acrecentar sus beneficios. Bill cruzó su mirada con la mía y alzó una mano para despedirse. Él y Clancy salieron del bar.
Jason trató de captar mi atención una o dos veces y su colega Mel me lanzó amplias sonrisas. Mel era más alto y delgado que mi hermano, pero ambos contaban con ese aspecto radiante y animoso de los hombres que no piensan y actúan conforme a sus instintos. A su favor, diré que Mel no parecía estar siempre de acuerdo con lo que decía Jason, al menos no de la misma forma que lo hacía Hoyt. Mel parecía un tipo legal, al menos de lo poco que lo conocía; y el hecho de que fuese uno de los pocos hombres pantera que no vivían en Hotshot también decía mucho a su favor, y puede que incluso fuese la razón de que él y Jason fueran tan buenos amigos. Eran como otros hombres pantera, pero también diferentes.
Sí volvía a hablar con Jason, tenía una pregunta reservada para él. En una noche tan importante para los cambiantes, ¿cómo era que no había aprovechado para llevarse una parte del protagonismo? Jason estaba demasiado agobiado con su naturaleza de hombre pantera, ya que a él lo habían mordido, no había nacido como tal. Eso quiere decir que había contraído el virus (o lo que sea) cuando otro hombre pantera lo mordió, en lugar de nacer con la habilidad, como era el caso de Mel. La forma alterada de Jason era humanoide, con pelo que le crecía por todo el cuerpo y rasgos y garras de pantera; escalofriante, según sus propias palabras. Pero no era un animal bello, y eso le pesaba como una losa. Mel era un purasangre, y resultaba tan impresionante como aterrador cuando se transformaba.
Puede que los hombres pantera tuviesen instrucciones de mantener su perfil bajo secreto porque esas criaturas eran sencillamente demasiado aterradoras. Si en el bar hubiese aparecido algo tan grande y letal como una pantera, la reacción de los parroquianos habría sido sin duda más histérica. Si bien las mentes de los cambiantes son difíciles de leer, pude sentir la decepción que atenazaba a las dos panteras. Estaba segura de que era decisión de Calvin Norris, su líder. «Bien pensado, Calvin», se me ocurrió.
Después de ayudar en el cierre del bar, abracé a Sam al pasar por su despacho para recoger el bolso. Tenía aspecto cansado, pero feliz.
– ¿Estás tan bien como pareces? -pregunté.
– Sí. Mi verdadera naturaleza por fin ha salido del armario. Es liberador. Mi madre me prometió que se lo contaría a mi padrastro esta noche. Estoy esperando saber de ellos.
Justo en ese momento, sonó el teléfono. Sam lo cogió, aún sonriente.
– ¿Mamá? -dijo. Entonces su expresión cambió, como si se la hubieran arrancado de un latigazo-. ¿Don? ¿Qué has hecho?
Me senté en la silla frente al escritorio y aguardé. Tray había venido para tener una última charla con Sam, y le acompañaba Amelia. Ambos permanecieron tensos en el umbral de la puerta, ansiosos por saber lo que había pasado.
– Oh, Dios mío -exclamó Sam-. Iré lo antes posible. Saldré esta noche. -Colgó el teléfono con mucha suavidad-. Don le ha disparado a mi madre -dijo-. Cuando se transformó le disparó. -Nunca había visto a Sam tan preocupado.
– ¿Ha muerto? -pregunté, imaginando la respuesta.
– No -respondió-. No, pero está en el hospital con la clavícula fracturada y una herida de bala en el hombro izquierdo. Casi la mata. Si no hubiera saltado…
– Lo siento mucho -dijo Amelia.
– ¿Qué puedo hacer para ayudarte? -me ofrecí.
– Encárgate del bar mientras esté fuera -me pidió, sacudiéndose la conmoción-. Llama a Terry. Él y Tray pueden repartirse un horario para la barra. Tray, sabes que te pagaré en cuanto vuelva. Sookie, el horario de las camareras está en la pared, tras la barra. Por favor, encuentra a alguien para cubrir los turnos de Arlene.
– Claro, Sam -dije-. ¿Necesitas ayuda para hacer las maletas? ¿Quieres que le eche gasolina a tu camioneta o algo?
– No, está bien así. Tienes las llaves de mi caravana, ¿te importaría regarme las plantas? No creo que me ausente más de dos días, pero nunca se sabe.
– Claro, Sam. No te preocupes. Mantente en contacto.
Todos nos marchamos para que Sam pudiera ir a su caravana para hacer la maleta. Se encontraba en el aparcamiento, detrás del bar, así que al menos podría prepararlo todo rápidamente.
Mientras conducía a casa, traté de imaginar cómo habría podido hacer algo así el padrastro de Sam. ¿Tanto le había horrorizado la segunda naturaleza de su mujer? ¿Se había transformado ella fuera de su vista y lo había asustado al presentarse? Sencillamente no podía creer que se pudiera disparar a alguien a quien se quiere, alguien con quien se vive, sólo porque es algo más de lo que uno piensa. Puede que Don viera su segunda naturaleza como una traición. O quizá fuese porque se lo había ocultado. Visto así, podía comprender, en parte, su reacción.
Todo el mundo tenía secretos, y yo estaba en situación de conocerlos casi todos. Ser telépata no es nada divertido. Oyes el mal gusto, la tristeza, el asco, la belleza…, las cosas que todos queremos ocultar a los demás para que mantengan intacta la imagen que tienen de nosotros.
Los secretos que menos conozco son los míos.
Esa noche pensaba en la curiosa herencia genética por parte de padre que compartíamos mi hermano y yo. Mi padre nunca había sabido que su madre, Adele, tenía un secreto tan grande, uno que sólo había llegado a mi conocimiento el pasado mes de octubre. Los dos hijos de mi abuela, mi padre y su hermana Linda, no habían sido fruto de su largo matrimonio con mi abuelo.
Ambos habían sido concebidos mediante el enlace con un hada mestizo llamado Fintan. Según el padre de Fintan, Niall, la parte feérica de la herencia genética de mi padre era la culpable del encaprichamiento de mi madre por él, un modo de comportarse que había excluido a sus propios hijos de toda atención y afecto. Dicha herencia no parecía haber cambiado nada en la hermana de mi padre, Linda; sin duda no le había servido para esquivar la bala de cáncer que había acabado con su vida o para mantener a su marido junto a ella, mucho menos encaprichado. Sin embargo, Hunter, el nieto de Linda, era telépata, como yo.
Yo aún luchaba contra retazos de esta historia. Creía que el relato de Niall era auténtico, pero no podía comprender que el deseo de mi abuela por tener hijos fuese tan fuerte como para animarla a traicionar a mi abuelo. Eso sencillamente no encajaba con su carácter, y yo no alcanzaba a comprender por qué no lo había leído en su mente durante todos los años que habíamos estado juntas. Alguna vez debió de pensar en las circunstancias de la concepción de sus hijos. No había forma de que se despojara completamente de esos hechos y los ocultara en algún ático de su mente.