– Entonces Mel está bien.
– Sí, está bien. Bastante cabreado, pero ya sabes…
– Claro. -Los sentimientos de Mel no era lo que más me importaba en ese momento-. Bueno, ¿y qué hizo después?
– Dijo no sé qué chorrada sobre que ahora que estaba cara a cara conmigo comprendía por qué mi bisabuelo no quería saber nada de mí, y que todos los mestizos deberíamos estar muertos, pero que estaba claro que éramos parientes, y había decidido que debía saber lo que pasaba a mi alrededor. Dijo que era un ignorante. No entendí gran cosa, pero sigo sin saber lo que era. No era vampiro, y, por su olor, sé que no era ningún cambiante.
– Estás bien, eso es lo importante, ¿verdad?-¿Me habría equivocado al mantener a Jason fuera de todo el asunto de las hadas?
– Sí -dijo, en un tono de voz de repente cauto y afectado-. No vas a contarme de qué va todo esto, ¿verdad?
– Ven a casa y hablaremos de ello. Y, por favor, no abras la puerta a nadie a menos que estés seguro de quién se trata. Ese tipo es peligroso, Jason, y no le importa a quién le haga daño. Creo que Mel y tú habéis sido muy afortunados.
– ¿Estás con alguien?
– No, desde que Tray se marchó.
– Soy tu hermano e iré siempre que me necesites -afirmó Jason con una inesperada dignidad.
– Te lo agradezco mucho -dije.
Al final fueron dos por el precio de uno. Mel vino con Jason. Resultó extraño, ya que tenía algunas cosas familiares que hablar con mi hermano, y me era imposible con Mel delante. Con un tacto que no me habría esperado de él, le dijo a Jason que tenía que irse a casa a por una bolsa de hielo para el hombro, que presentaba un feo moratón. Cuando Mel se fue, invité a Jason a que se sentase al otro lado de la mesa de la cocina, y le confesé:
– Tengo algunas cosas que contarte.
– ¿Sobre Crystal?
– No. Aún no sé nada de lo suyo. Es sobre nosotros. Sobre la abuela. Te va a costar creerlo. -Le advertí justamente. Recuerdo el enfado que había sentido cuando mi bisabuelo me contó cómo mi abuelo y hada mestizo Fintan había conocido a mi abuela, y cómo ella había acabado teniendo dos hijos suyos, nuestro padre y nuestra tía Linda.
Ahora, Fintan estaba muerto (asesinado), como nuestra abuela y nuestros tíos. Pero nosotros vivíamos, y conservábamos una diminuta parte feérica, lo que nos convertía en objetivo de los enemigos de nuestro bisabuelo.
– Y uno de esos enemigos -dije, después de contarle la historia familiar- es nuestro tío abuelo medio humano, Dermot. Les dijo a Tray y a Amelia que se llamaba Drake, supongo que porque suena más moderno. Dermot se parece mucho a ti, y es quien se presentó en tu casa. No sé qué se trae entre manos. Se unió a Breandan, el gran enemigo de Niall, a pesar de ser mestizo y, por ello, exactamente lo que Breandan más odia. Así que, cuando dijiste que parecía que estaba loco, creo que diste con la respuesta. Parece que quiere conectar contigo, pero también te odia.
Jason permaneció sentado, mirándome. Se había quedado completamente inexpresivo. Todos sus pensamientos estaban sumidos en una especie de atasco de tráfico. Finalmente dijo:
– ¿Me estás diciendo que intentó acercarse a ti a través de Tray y Amelia? ¿Y ninguno de los dos sabía lo que era?
Asentí. Hubo otro silencio.
– ¿Y por qué quería conocerte? ¿Quería matarte? ¿Por qué necesitaría conocerte primero?
Buena pregunta.
– No lo sé -admití-. A lo mejor sólo quería ver qué aspecto tengo. A lo mejor no sabe lo que de verdad quiere. -No daba con una razón convincente, y me pregunté si Niall aparecería para explicármelo. Probablemente no. Tenía una guerra entre manos, por mucho que ésta se estuviese librando lejos de la percepción humana-. No lo entiendo -pensé en voz alta-. Murry se presentó aquí mismo para matarme, y era un hada puro. ¿Por qué se comporta Dermot, que está en el mismo bando, de forma tan… indirecta?
– ¿Murry? -dijo Jason, y cerré los ojos. Mierda.
– Era un hada -respondí-. Intentó matarme. Ya es historia.
Jason sacudió la cabeza en aprobación.
– Vale, Sookie -dijo-. Veamos si lo comprendo. Mi bisabuelo no ha querido conocerme porque me parezco a Dermot, que es mi… tío abuelo, ¿verdad?
– Sí.
– Pero al parecer le caigo algo mejor a Dermot, porque lo cierto es que vino a mi casa e intentó hablar conmigo-
Tenía que dar crédito a Jason por esa interpretación de la situación.
– Sí-dije.
Jason se puso de pie de un salto y rodeó la cocina.
– Todo esto es por culpa de los vampiros -espetó. Me atravesó con la mirada.
– ¿Por qué lo dices? -Eso no me lo esperaba.
– Si no hubiesen salido a la luz, nada de esto estaría pasando. Mira todo lo que ha ocurrido desde que salieron por la tele. Mira cómo ha cambiado el mundo. Ahora hemos tenido que salir nosotros. Las siguientes serán las jodidas hadas. Y las hadas no traen nada bueno, Sookie; Calvin me ha advertido en su contra. Crees que son todo belleza, dulzura y luz, pero no es así. Me ha contado historias suyas que te pondrían los pelos de punta. Su padre conoció a un par de ellas. Por lo que dice, estaríamos mejor si estuviesen muertas.
No sabía si sorprenderme o enfadarme.
– ¿Por qué eres tan ruin, Jason? Lo que menos necesito es discutir contigo o escucharte decir cosas malas de Niall. No lo conoces. No lo… Además, también eres en parte hada, ¡recuérdalo! -Tenía la horrible sensación de que algo de lo que él había dicho era cierto, pero no era el momento para tener ese debate.
La expresión de Jason era sombría, cada rasgo de su cara reflejaba pura tensión.
– No quiero parentesco con ningún hada -dijo-. Él no me quiere, yo no le quiero. Y si vuelvo a ver a ese mestizo loco de nuevo, mataré a ese hijo de puta.
No sé qué le habría respondido, pero en ese momento entró Mel sin llamar, y ambos nos volvimos para mirarlo.
– ¡Lo siento! -se excusó, obviamente azorado y perturbado por la ira de Jason. Por un momento pareció pensar que Jason estaba hablando de él. Cuando ninguno de los dos lo hicimos parecer culpable con nuestras reacciones, se relajó-. Disculpa, Sookie. He olvidado mis modales. -Llevaba una bolsa de hielo en la mano y se movía lenta y dolorosamente.
– Lamento que te lastimara el visitante sorpresa de Jason -dije. Se supone que hay que agasajar a las visitas. No había pensado mucho en Mel, pero en ese mismo instante me di cuenta de que habría preferido la presencia de Hoyt, el antiguo mejor amigo de Jason, en vez de la del hombre pantera. No es que Mel me cayese mal, pensé. Era tan sólo que no lo conocía muy bien y no sentía la confianza automática que puedes sentir hacia la gente en un momento dado. Mel era diferente. Incluso para tratarse de un hombre pantera, resultaba muy difícil de leer, pero eso no significaba que fuese imposible.
Tras ofrecerle algo de beber, como mero gesto de cortesía, le pregunté a Jason si pensaba quedarse todo el día y acompañarme mientras hacía mis recados. Albergaba serias dudas respecto de una respuesta afirmativa. Jason se sentía rechazado (por el bisabuelo feérico al que nunca había conocido y al que no quería reconocer), y a mi hermano no se le daba bien lidiar con ese tipo de cosas.
– Te acompañaré -dijo, serio y rígido-. Primero deja que pase por casa para coger mi rifle. Lo necesito, y hace siglos que no lo pongo a punto. ¿Mel? ¿Vienes conmigo? -Jason sólo quería alejarse de mi presencia para calmarse. Pude leerlo con la misma claridad que una lista de la compra.
Mel se incorporó para acompañar a Jason.
– Mel, ¿qué opinas del visitante de Jason de esta mañana? -pregunté.
– ¿Aparte del hecho de que consiguió lanzarme por los aires hasta el otro lado de la habitación y que se parecía tanto a Jason como para hacerme girar para asegurarme de que el que salía del baño era él? No mucho -dijo Mel. Se había puesto sus habituales pantalones sueltos y un polo, pero los cardenales azulados del brazo daban al traste con la pretendida elegancia. Se puso una chaqueta con sumo cuidado.