– ¿No tienes hambre? -preguntó solícitamente al ver que Susannah jugaba con su tenedor, pinchando una cosa y otra-. Creí que la caminata por la playa te habría abierto el apetito. Eso me ocurrió a mí -añadió, y empezó a comer con gran gusto.
Kate no tenía idea. Susannah lo supo al ver que también ella empezaba a comer con buen apetito. Tal vez fuera consciente de que Tonia estaba al tanto de su relación amorosa con Ralph, tal vez incluso sabía hasta dónde habían llegado ambos, pero sin embargo no tenía miedo. ¿Estaba ciega acaso? ¿De verdad no entendía en absoluto a Tonia, a pesar de que hacía tanto que se conocían, que habían crecido juntas, y habían seguido en contacto después?
– ¿No te sientes bien? -preguntó con preocupación Tonia, al ver que Susannah seguía jugueteando con la comida en vez de comerla-. ¿Quieres que te prepare otra cosa?
Todo quedó congelado. Increíblemente, Kate no la miraba, pero Tonia sí, con una expresión burlona. Sabía que Susannah tenía miedo, y estaba gozando con ello.
– No… no, gracias -dijo Susannah, tomando la decisión por reflejo, no por reflexión-. Esto está bien. Tan sólo estaba pensando. -Masticó lenta y deliberadamente un bocado de comida.
– ¿Algo interesante? -inquirió Tonia.
Susannah improvisó una rápida mentira. Algo que fuera útil, algo defensivo, o al menos, que sirviera de advertencia.
– Sólo sobre lo que podríamos hacer mañana, si es que hay buen tiempo, por supuesto.
– ¡Ah, el futuro! -dijo Tonia, haciendo rodar las palabras sobre la lengua-. Estaba completamente equivocada. Sabes, me imaginé que estabas pensando en el pasado. Es maravilloso estar aquí, libres con el viento, con mañana, y pasado mañana, y el día siguiente, para hacer lo que se nos antoje… ¿no es así, Susannah?
– Para elegir entre varias opciones, mejor dicho -replicó Susannah.
Tonia pareció sorprenderse.
– ¿Te sientes limitada? ¿Qué es lo que te gustaría hacer y no puedes? ¿Quieres algo en particular? ¿Algo que no puedes tener? -Giró un poco la cabeza.- ¿Y tú, Kate? ¿Hay algo que deseas y no puedes tener?
Kate levantó la vista, perpleja.
– No más que cualquier otra persona. ¿Por qué? -miró a Susannah-. ¿Qué es lo que quieres hacer tú? -le preguntó.
“Irme”, pero no podía decir eso, y tampoco podía hacerlo sin Tonia. Ella tenía el auto, y las llaves del auto. Y en todo caso, si huía, parecería la confesión de su conciencia culpable. No tenía nada de qué sentirse culpable. Ralph era un ladrón que había planeado comprar su acceso al cargo estatal con corrupción. El hecho de que hubiera sido su cuñado no era una disculpa.
– En realidad, me da lo mismo -replicó con torpeza.
– Podríamos trepar al promontorio del cabo -sugirió Tonia-. Cuando baja la marea los estanques de las rocas están llenos de toda clase de cosas… anémonas marinas, erizos, caracoles navaja, estrellas de mar -dijo sonriendo-. Es algo muy hermoso.
Y peligroso, pensó Susannah, mientras se le formaba un puño en el estómago. Un resbalón y una se podía romper una pierna, herirse un brazo con un caracol navaja e incluso, cuando subía la marea, caerse desde esa altura al agua suficientemente profunda y ahogarse. Y en el borde que se internaba en el mar, hasta podía ser arrastrada por una ola.
– Prefiero caminar por la playa -respondió-. O allá arriba, en los bosques, para variar un poco.
Tonia sonrió.
– Lo que prefieras -dijo con callada satisfacción-. ¿Quieres un café? ¿O té, tal vez? Eso sería mejor a la noche. ¿O qué te parece un chocolate caliente? ¿Preparo chocolate caliente para todas?
Se incorporó como si todas hubieran aceptado.
Kate dijo “sí” y Susannah “no” en el mismo momento. Tonia eligió escuchar el “sí”. Susannah volvió a decir “no”, y Tonia la ignoró.
– Te hará bien -le dijo por encima del hombro-. Te ayudará a dormir.
– ¿Qué pasa contigo? -le preguntó Kate-. ¡Cualquiera diría que pretende envenenarte!
La velada transcurrió tan lentamente que cobró proporciones de pesadilla. Se sentaron junto al fuego, una frente a otra, a tomar chocolate después de lavar los platos. El aire se había enfriado considerablemente, y se había levantado viento.
– Creo que tal vez habrá tormenta -comentó Kate con una sonrisa en los labios.
– Oh, sí -coincidió Tonia-. Estoy casi segura de que habrá tormenta.
Se produjeron varios momentos de silencio, sólo roto por el gemido del viento afuera y del golpeteo de una rama de tilo desgajada que cayó sobre el alero.
– A Ralph solían gustarle las tormentas -continuó Tonia.
– ¡No, no le gustaban! -dijo Kate al instante, y luego se mordió la lengua-. ¿Le gustaban? -añadió, demasiado tarde.
Tonia la miró con los ojos muy abiertos, como asombrada.
– Querida, ¿me lo preguntas a mí?
Kate se ruborizó.
– Tal vez entendí mal -dijo sin convicción.
– ¿A quién? ¿A mí o a Ralph? -inquirió Tonia.
– En realidad, no recuerdo. ¡No tiene importancia! -le espetó Kate.
Pero Tonia no había dado por terminado el tema.
– ¿Pensabas en alguna tormenta en particular?
– ¡Ya te lo dije! -Kate estaba furiosa ahora, y se sentía culpable. Susannah advirtió sus ojos llameantes, y estuvo absolutamente segura de que Tonia también los había advertido-. ¡No lo recuerdo! Fue un malentendido.
– ¿Sobre gustos y disgustos? -prosiguió Tonia-. ¿O sobre el odio y el amor? ¿Sobre cómo es posible confundir uno con otro…, te parece?
La miró como si estuviera profundamente interesada, sin ninguna emoción, hasta que una veía que tenía la mano apretada en un puño, y la rígida línea de su espalda.
– Tal vez esa sea la diferencia entre el miedo y la excitación -respondió Kate mirándola con fijeza, enfrentando por fin el desafío.
– ¡Oh, sí! -coincidió Tonia con gran satisfacción-. La excitación, el miedo al peligro, el rugido del trueno y la posibilidad de que te parta un rayo. ¿Confundiste el miedo con amor?
El rostro de Kate estaba de color escarlata.
Susannah estaba sentada con los músculos muy tensos, como si en cualquier momento pudiera producirse la explosión. La temía, pero sabía que ya era inevitable. Ocurriría en algún momento, esa noche, mañana, el día siguiente, pero con toda seguridad sería antes de que regresaran a casa.
– ¿O el amor con miedo? -dijo Kate, respondiendo frontalmente al desafío.
Tonia meneó la cabeza.
– Oh, no -dijo, esbozando una pequeña sonrisa tensa-. Una sabe cuándo es amor, querida. Si alguna vez lo encuentras, entenderás. -Y se puso de pie, les dedicó una sonrisa a cada una por turno, y les deseó las buenas noches. Se dirigió hacia la puerta y agregó-: Que duerman bien -y salió de la habitación.
Kate se volvió hacia Susannah. Pareció a punto de preguntarle algo, pero después se dio cuenta de que no podía permitirse hablar del asunto con ella. No tenía idea de cuánto sabía, ni a quién apoyaría. Respiró hondo y exhaló un suspiro, y pasaron juntas otra media hora espantosa, antes de irse también a la cama.
Susannah demoró mucho tiempo en dormirse, a pesar del consolador sonido del viento y la lluvia que llegaba de afuera. Se despertó con un enorme sobresalto, gritando de miedo.
Tonia estaba sentada en el borde de la cama, con una almohada en las manos. Durante un instante congelado la tensión hizo reaccionar a Susannah, que se sentó con brusquedad, arrojando a un lado las enredadas sábanas para liberar sus piernas y poder defenderse.