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En 1925, Louly empezó a ver el nombre de Charles Arthur Floyd en el periódico: leyó cómo él y otros dos fueron a St. Louis y robaron 11.500 dólares de la oficina de pagos de Kroger Food. Los atraparon en Sallisaw al volante de un flamante Studebaker que habían comprado en Ft. Smith, Arkansas. El jefe de pagos de Kroger Food identificó a Charley diciendo: “Es él, el chico lindo con mejillas como manzanas”. Los periódicos se lo apropiaron y desde ese momento en adelante se refirieron a Charley como Chico Lindo Floyd.

Louly lo recordaba de la boda como apuesto y de pelo ondulado, pero daba un poco de miedo la manera en que te sonreía… como si no supiera bien qué estaba pensando. Ella hubiera apostado que no le gustaba nada que lo llamaran Chico Lindo. Mirando la foto que había recortado del periódico, Louly sintió que se enamoraba de él.

En 1929, mientras él aún estaba en la cárcel, Ruby se divorció alegando que la había descuidado y se casó con un hombre de Kansas. A Louly le pareció terrible que Ruby traicionara a Charley de esa manera. “Ruby no cree que alguna vez llegue a verlo en la buena senda”, dijo su mamá. “Ella necesita un marido tal como lo necesité yo para aliviar las cargas de la vida, un padre para su hijito Dempsey”. Nacido en diciembre de 1924, y bautizado con ese nombre por el campeón mundial de box de peso pesado.

Ahora que Charley se había divorciado, Louly deseaba escribirle y demostrarle su simpatía, pero no sabía cuál de sus nombres usaba él. Había oído que sus amigos lo llamaban Choc, por su gusto por la cerveza Choctaw, su bebida favorita cuando era adolescente y vagaba por Oklahoma y Kansas con las bandas de cosecheros. Su mamá le dijo que en esa época fue cuando empezó a frecuentar malas compañías, “esos vagos que conocía durante la época de cosecha”, y más tarde, cuando trabajaba en los campos petroleros.

Louly encabezó su carta “Querido Charley”, y le decía que pensaba que era una vergüenza que Ruby se divorciara de él mientras todavía estaba en la cárcel, sin tener el coraje de esperar que saliera. Lo que más quería saber era “¿Me recuerdas de tu boda?”. Le envió una foto de ella en traje de baño, de costado y sonriéndole a la cámara por encima del hombro. De ese modo sus pechos de catorce años, que empezaban a hacerse notar, se veían de perfil.

Charley le contestó diciéndole que por supuesto que la recordaba, “la niñita de los grandes ojos pardos”. Le decía: “Salgo en marzo y voy a ir a Kansas City a ver qué pasa. Le di tu dirección a otro preso llamado Joe Young, al que llamamos Moco, y que es divertido. Es de Okmulgee pero tiene que pasar otro año en este bote de basura y le gustaría tener una amiga por carta tan bonita como tú”.

Diablos. Pero después Joe Young le escribió una carta enviándole también una foto de él en el patio, sin camisa, un tipo bastante apuesto con orejas grandes y cabello rubio. Le decía que conservaba su foto en traje de baño pegada a la pared junto a su catre para poder verla antes de dormirse y soñar con ella toda la noche. Nunca firmaba sus cartas como Moco, sino que siempre escribía: “Con amor, tu Joe Young”.

Una vez que empezaron a intercambiar cartas, ella le contó lo mucho que aborrecía recoger algodón, arrastrar ese saco de lona todo el día a lo largo de las hileras en medio del polvo y el calor, sus manos en carne viva de tanto arrancar las cápsulas de los tallos, porque al cabo de un tiempo los guantes ya no servían para nada. Joe le dijo en una carta: “¿Qué eres, una esclava negra? Si no te gusta recoger algodón, deja de hacerlo y huye. Eso es lo que yo hice”.

Muy pronto le dijo, en otra carta: “Me dejan en libertad en algún momento del próximo verano. Por qué no planeas encontrarte conmigo para que podamos estar juntos”. Louly le dijo que se moría por visitar Kansas City y St. Louis, preguntándose todo el tiempo si alguna vez volvería a ver a Charley Floyd. Le preguntó a Joe por qué estaba en la cárcel y él le contestó diciéndole: “Cariño, soy un ladrón de bancos, igual que Choc”.

Ella había estado leyendo más historias sobre Chico Lindo Floyd. Había regresado a Akins, su ciudad natal, para el funeral de su padre -y Akins estaba apenas a once kilómetros de Sallisaw-, que había muerto baleado por un vecino durante una pelea por una pila de leña. Cuando el vecino desapareció hubo gente que dijo que Chico Lindo lo había matado. A menos de once kilómetros de allí, y ella se enteró sólo después de que fue arrestado.

Otra vez había una foto. chico lindo floyd huye en el camino a la prisión. Rompió una ventana del baño y saltó del tren, y para el momento en que consiguieron detener el tren, él había desaparecido.

Era excitante tratar de seguirle el rastro, pensaba Louly estremecida y emocionada al suponer que todo el mundo estaba leyendo cosas sobre ese famoso bandido que era su pariente -por matrimonio y no de sangre-, este forajido a quien le gustaban sus ojos pardos y que le había desordenado el cabello cuando era una nena.

Ahora otra foto más. chico lindo floyd en tiroteo con la policía. En la puerta de una barbería de Bowling Green, Ohio, y se había escapado. Estaba allí con una mujer llamada Juanita… y a Louly eso no le sonó nada bien.

Joe Young le escribió para decirle: “Apuesto a que Choc ya ha acabado con Ohio y que nunca volverá allí”. Pero el motivo principal por el que le escribía era para decirle: “Me dejarán en libertad a fines de agosto. Ya te haré saber dónde podrás encontrarte conmigo”.

Louly había estado trabajando media jornada durante el invierno en la tienda de comestibles de Harkrider, en Sallisaw, por seis dólares semanales. Tenía que darle cinco a Otis, el tipo ni siquiera le agradecía, y eso le dejaba a ella un dólar por semana que guardaba para cuando se escapara. Desde el invierno hasta el otoño, trabajando en la tienda casi seis meses al año, no había conseguido ahorrar gran cosa, pero lo mismo pensaba irse de casa. Si bien había heredado la apariencia de su tímida madre y su cabello rojizo, también tenía el valor y la decisión de su padre, muerto en acción mientras cargaba contra un nido de ametralladoras alemán en ese bosque de Francia.

A fines de octubre, quien entró en la tienda de comestibles fue Joe Young. Louly lo reconoció aunque iba vestido de traje, y él la reconoció a ella, dedicándole una sonrisa mientras se acercaba al mostrador, con el cuello de la camisa abierto.

– Bien, ya salí -dijo.

– Hace dos meses que saliste, ¿no es verdad? -le dijo ella.

– He estado robando bancos. Choc y yo -dijo él.

Ella pensó que debía ir al baño, pero las ganas se instalaron de repente en su entrepierna y luego desaparecieron. Louly se tomó unos minutos para recobrarse y actuar como si la mención de Choc no significara nada especial, mientras Joe Young la miraba con esa sonrisa, dando la impresión de ser un verdadero idiota. Algún otro convicto debía haberle escrito las cartas.

Ella dijo, con tono casuaclass="underline"

– Oh, ¿Charlie está aquí contigo?

– Anda por acá -dijo Joe, mirando hacia la puerta-. ¿Estás lista? Tenemos que irnos.

– Me gusta ese traje que llevas puesto -dijo ella, dándose tiempo para pensar. Las puntas del cuello de su camisa estaban abiertas hasta sus hombros, sus orejas sobresalían, y la sonrisa de Joe Yung no se borraba, como si esa mueca fuera su tonta expresión habitual-. Todavía no estoy lista -dijo Louly-. No tengo encima el dinero que ahorré para huir.

– ¿Cuánto ahorraste?

– Treinta y ocho dólares.

– Jesucristo! ¿Trabajando aquí durante dos años?

– Ya te lo dije, Otis se queda con la mayor parte de mi salario.

– Si quieres, le parto la cabeza.

– No tengo interés. Pero la cosa es que no pienso irme sin mi dinero.

Joe Young miró hacia la puerta mientras metía la mano en el bolsillo.

– Muchachita -le dijo-, yo pagaré tu huida. No necesitas esos treinta y ocho dólares.