Muchachita… Ella le llevaba casi diez centímetros, a pesar de las altas botas de vaquero que él tenía puestas. Ella empezó a menear la cabeza.
– Otis se compró un descapotable modelo A con mi dinero, pagando por él veinte dólares por mes.
– ¿Quieres robarle el auto?
– Es mío, ¿no es cierto?, si él está usando mi dinero…
Louly ya se había decidido y Joe estaba ansioso por salir de allí. Ella tenía que cobrar, entonces se encontrarían el 1o de noviembre -no, el 2- en el hotel Georgian de Henrietta, en el café, alrededor del mediodía.
El día previo a la partida, Louly le dijo a su mamá que estaba enferma. En vez de ir a trabajar preparó sus cosas y se rizó el cabello. Al día siguiente, mientras su mamá colgaba la ropa, los dos chicos estaban en la escuela y Otis en el campo, Louly sacó el Ford del cobertizo y condujo hasta Sallisaw para comprarse una cajetilla de Lucky Strikes para el viaje. Le encantaba fumar y lo había estado haciendo con muchachos, pero nunca había tenido que comprarse los cigarrillos. Cuando los muchachos querían llevársela con ellos a los bosques, ella les preguntaba:
– ¿Tienes Luckies? ¿Un paquete entero?
El hijo del boticario, que era uno de sus novios, le dio una cajetilla gratis y le preguntó dónde había estado ayer, y se había mostrado malicioso, diciéndole:
– Te la pasas hablando de Chico Lindo Floyd, así que me pregunté si tal vez habría pasado por tu casa.
Les gustaba hacerle bromas con Chico Lindo. Louly, que no le prestó mayor atención, le contestó:
– Ya te avisaré cuando venga a verme.
Pero entonces se dio cuenta de que el muchacho quería decirle algo más.
– Te lo pregunto porque estuvo ayer en la ciudad, Chico Lindo en persona.
– ¿Oh? -dijo ella, muy atenta ahora. El muchacho se tomó su tiempo para continuar, y a ella le resultó difícil no tomarlo de la camisa y sacudirlo.
– Sí, trajo a su familia desde Akins, a su mamá, dos de sus hermanas, y otros más, para que pudieran verlo mientras robaba el banco. Su abuelo lo miró desde el campo de enfrente. Bob Riggs, el asistente del banco, dijo que Chico Lindo tenía una ametralladora, pero que no disparó contra nadie. Salió del banco con 2.532 dólares, él y otros dos tipos. Les dio un poco de dinero a los suyos y, según dicen, a cualquiera que le hiciera falta, y todo el mundo le sonreía. Chico Lindo llevó a Bob Riggs de pie en el estribo de su auto hasta el límite de la ciudad y allí lo dejó irse.
Era la segunda vez que había estado cerca de ella: primero cuando mataron a su padre, a sólo una decena de kilómetros de allí, y esta vez directamente en Sallisaw, donde todo el mundo lo había visto, maldición, salvo ella. Justo ayer…
Él sabía que ella vivía en Sallisaw. Se preguntó si la habría buscado entre la multitud que se había reunido para verlo.
Y también tuvo que preguntarse si la hubiera reconocido en el caso de ella hubiera estado allí, y apostó a que sí.
Le dijo a su noviecito de la botica:
– Si Charley se entera alguna vez que lo llamaste Chico Lindo, vendrá a comprar una cajetilla de Luckies, que es lo que fuma, y te matará.
El Georgian era el hotel más grande que Louly había visto en su vida. Al llegar con su Ford A se dijo que esos ladrones de banco sabían cómo vivir de lo mejor. Detuvo el auto frente al hotel y un hombre de color enfundado en un uniforme verde con botones dorados y una gorra con visera se acercó a abrirle la puerta… Entonces vio a Joe Young en la acera, que alejaba al portero con un gesto, se subía al auto y le decía:
– Jesucristo, finalmente lo robaste, ya veo. Jesús, ¿cuántos años tienes, para andar robando autos?
– ¿Cuántos años hay que tener para hacerlo? -le dijo Louly.
Él le dijo que siguiera derecho por la calle.
– ¿No te alojas en el hotel? -le preguntó ella.
– Estoy en un motel.
– ¿Charley está allí?
– Anda por acá, en algún lugar.
– Bien, ayer estuvo en Sallisaw -dijo Louly, enojada ahora-, si es que a eso lo llamas por acá -viendo por la expresión de Joe que le estaba diciendo algo que él no sabía-. Pensé que estabas en su banda.
– Anda con un viejo amigo de nombre Birdwell. Yo me engancho con Choc cuando tengo ganas.
Ella estaba positivamente segura de que Joe Young le estaba mintiendo.
– ¿Voy a ver a Charley o no?
– Volverá, no te llenes la cabeza haciéndote problemas con eso -dijo-. Tenemos este auto, así que no tendré que robar uno -dijo Joe Young, ahora de buen humor-. ¿Para qué necesitamos a Choc? -añadió, sonriéndole-. Nos tenemos el uno al otro.
Eso le hizo saber a Louly qué era lo que podía esperar.
Una vez que llegaron al motel y estuvieron en la habitación número 7, que parecía una casa de madera de un solo ambiente que necesitaba pintura, Joe Young se quitó la chaqueta y ella vio el Colt automático con culata de nácar metido en su pantalón. Él dejó el arma sobre la cómoda junto a una botella de whisky y dos vasos y sirvió un trago para cada uno, el suyo más grande que el de Louly. Ella se quedó observándolo hasta que él le dijo que se quitara la chaqueta, y cuando ella lo hizo le dijo que se quitara el vestido. Se quedó entonces en bombacha y corpiño. Joe Young la miró de arriba abajo antes de darle su bebida y brindar con ella.
– Por nuestro futuro.
– ¿Haciendo qué? -le dijo Louly, y vio el regocijo en sus ojos.
Él dejó su vaso sobre la cómoda, sacó dos revólveres 38 del cajón y le extendió uno. Ella lo tomó; era grande y pesado en su mano.
– ¿Entonces…? -dijo.
– Sabes cómo robar un auto -dijo Joe-, y yo admiro eso. Pero apuesto a que nunca robaste un lugar a punta de pistola.
– ¿Eso es lo que vamos a hacer?
– Empezando por una gasolinera hasta que llegues gradualmente a robar un banco -dijo él-. Apuesto a que tampoco te has ido nunca a la cama con un hombre adulto.
Louly tuvo ganas de decirle que ella era más grande que él, más alta, en todo caso, pero no lo hizo. Esa era una experiencia nueva, diferente de lo que había hecho con chicos de su edad en el bosque, y quería ver cómo era el asunto.
Bien, él gruñó un montón y fue rudo, respiraba agitadamente por la nariz y olía a loción tónica para el pelo Lucky Tiger, pero la cosa no fue muy diferente de lo que había sido con los chicos. Empezó a gustarle más antes de que él terminara, y le palmeó la espalda con sus dedos ásperos de cosechar algodón hasta que él empezó a respirar tranquilo otra vez.
Una vez que se le quitó de encima, ella buscó la valijita en la que tenía el irrigador-que siempre había mantenido lejos de la vista de Otis- y fue al baño, seguida por la voz de Joe Young que exclamaba: “¡Iúuuuju…!”.
Y después agregó:
– ¿Sabes qué eres ahora, muchachita? Lo que llaman la chica de un gángster.
Joe Young durmió un rato, se despertó con hambre y quiso ir a comer algo. Así que fueron a Purity, que según Joe era el mejor lugar en Henrietta.
En la mesa, Louly dijo:
– Charley Floyd vino una vez aquí. La gente descubrió que estaba en la ciudad y todo el mundo se quedó en su casa.
– ¿Cómo lo sabes?
– Sé todo lo que se ha escrito sobre él, incluso algunas cosas que sólo se han dicho de él.
– ¿Y dónde se alojaba en Kansas City?
– En la casa de huéspedes de Madre Ash, en la calle Holmes.
– ¿Y con quién fue a Ohio?
– Con la banda de Jim Bradley.
Joe Young alzó su taza de café, en la que había vertido un buen chorro de whisky.
– Vas a empezar a leer cosas sobre mí, chica.
A Louly eso le recordó que no sabía cuántos años tenía Joe Young, y aprovechó la oportunidad para preguntárselo.
– Cumpliré treinta el mes que viene; nací el día de Navidad, igual que el Niño Jesús.
Louly sonrió. No podía evitar imaginarse a Joe Young en un pesebre con el Niño Jesús, mientras los tres Reyes Magos lo miraban raro. Le preguntó a Joe cuántas veces había salido su foto en los periódicos.